El periodismo, y más el económico en tiempos de crisis, hace que vivas con el cronómetro en la nuca y que estés analizando datos, cuentas o resultados cuando te están contando algo de una empresa u organización en cualquier conversación. Y que muchas veces no veas el bosque detrás de los árboles de la primera fila.
Hace unos años empezaron a llegarme inputs relacionados con la Responsabilidad Social, y ya desde 2005 había podido ver, desde las tripas de una redacción, cómo en España los medios generalistas, y hasta hace nada los económicos, no prestaban mucha atención a la RS.
Así que empecé a ir a eventos, jornadas y foros sobre estos temas y conocí a Jordi.
Desde el primer momento me trasmitió trasparencia, claridad, simpatía y conocimientos. Al preguntar a los pocos periodistas que en España son expertos en RS, y a los líderes de opinión y referentes de estas temáticas, todos –insisto “todos”- siempre me llenaron los oídos de alabanzas sobre Jordi, sobre cómo trabajaba y sobre cómo llevaba décadas apostando por un tipo de información en la que fue pionero.
Cada vez coincidí más con él en ruedas de prensa o actos, y siempre se acercaba con cariño, bromeaba, incluso me daba algún consejo y después le leía y veía que era un gran profesional, y que amaba los temas sobre los que escribía.
De la operación que le postró en una silla, al igual que de su fallecimiento, me enteré por las redes, o por alguno de sus muchos amigos “de verdad”.
A eso me refiero al señalar que hay personas que pasan por tu vida y no te fijas, ni te quedas con su nombre. Jordí era una persona que dejaba su sello cuando interactuabas con él. Y que cuando estabas en una comida, o en el backstage de un evento, veías como sus conocidos se acercaban y le estimaban “de verdad”.
Recuerdo los dos últimos eventos en los que coincidí con él: la presentación del clúster ClosinGap, en Madrid, y el Congreso Nacional de RS en Zaragoza. En Aragón comimos juntos en una mesa en la que sus gracias y el amor de sus amigos más íntimos protagonizaban las conversaciones. Después en el camino de la estación y el tren veías cómo su gran colaboradora, Almudena, le trataba más como una amiga que con una compañera mientras nos contaba anécdotas relacionadas con su estado sobre dos ruedas. Siempre con humor y alegría.
No te traté demasiado fuera del ámbito profesional ni llegamos a quedar de cañas como dijimos alguna vez, pero estoy seguro de que ese talante, ese buen humor, ese positivismo, iluminaban tu vida.
Además eras capaz de contagiar ese modo de ver la vida y por eso te doy las gracias.
Y te pido perdón por no haber profundizado más en conocerte. Algo que hay que hacer cuando detectas en tu vida una persona como Jordi.
Adiós maestro.