Mujeres valientes. Mujeres que callan.
Mujeres que al tiempo libraron batallas.
Cada día y noche. Cada noche y día. Mujeres que lamen y curan su herida.
Grandes lideresas que brotan verdades. Mujeres que gritan para las que las callen.
Siempre desde el cielo, siempre en femenino. Mujeres que abrazan su cruel destino.
Son grandes, pequeñas, solteras y viudas, son hijas y madres, amantes y puras.
Mujeres que esperan. Mujeres que sienten.
Mujeres que viven. Mujeres que mueren.
Mujeres que imploran al glorioso estado. Mujeres que temen lo que tanto amaron.
Así son las cosas, reza el epitafio.
Mujeres que saben lo que están callando.
Versos, rimas, cuentos, poemas y cantos. Damas glamourosas del anonimato.
Mujeres valientes, mujeres esclavas. Políticas fieles, actriz secundaria.
Mujeres que saben dónde está el dinero. Caminan y esperan. Aplacan su anhelo.
Mujeres no madres. Mujeres no esposas. Mujeres loables. Mujeres odiosas.
Mujeres florero hasta flores secas.
Dulces plañideras. Amables y bellas.
Techo de cristal. Suelo de cemento.
Mujeres que gritan aquello que siento.
Sangre. Libertad. Sueños y delirios.
Racimo de uvas y ramo de lirios.
Niñas que jugaron a ser alcaldesas y han cambiado el juego: ya no son princesas.
Así son las cosas, reza el epitafio.
Mujeres que entienden este verso amargo.