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Vivimos tiempos turbulentos y lejos de ver el fin, sabemos que nos asomamos a un cambio de rumbo sin precedentes. Aún no tiene forma concreta pero las fuerzas se van sumando y el balance de emisiones globales empieza a hacer las veces de un reloj en su cuenta atrás.

La Responsabilidad Social Corporativa (RSC) lleva más de dos décadas intentando capacitarnos para hacer frente a un mundo en el que cada vez es más difícil delimitar donde está lo económico, lo social y lo ambiental. Claramente vamos avanzando en la tarea, aunque no al ritmo necesario.  Es momento de un cambio de modelo radical. Es el momento de la Economía Circular (EC).

Según un reciente informe de la Fundación Ellen McArthur los esfuerzos actuales para combatir el cambio climático se han centrado principalmente en el papel crítico de las energías renovables y la eficiencia energética. Sin embargo, el cumplimiento de los objetivos climáticos también requerirá abordar el 45% restante de las emisiones asociadas a la fabricación de productos. La Economía Circular es imprescindible en la lucha contra el cambio climático.

En este contexto, no queda otra que impulsar la EC de forma rápida y contundente. ¿Y esto en qué lugar deja a la RSC y todo el esfuerzo realizado en este ámbito? ¿Cómo se relacionan ambas?

La RSC requiere desarrollar modos y modelos de gestión que integren no sólo las variables económicas sino sociales y ambientales que interactúan en el marco de la actividad de negocio hasta construir nuestra propia contribución al desarrollo sostenible.

La Economía Circular desciende esta propuesta de contribución al desarrollo sostenible desde un cambio de perspectiva fundamental: la concepción del capital natural como un activo a proteger y rentabilizar, dejando de ignorar las externalidades negativas que, además de mermar el patrimonio común, reducen el valor del negocio y su viabilidad futura.

Ambas parten de un sentido de la responsabilidad ampliada que acoge los impactos directos e indirectos de la actividad económica, dando lugar a un enfoque holístico de ejercicio empresarial en el que la función social o de servicio al bien común emerge como un valor de competitividad y adaptación. Esto explica como la EC se va a desarrollar mejor y más rápido en empresas con prácticas de RSC avanzadas.

Aún siendo que la EC se sustenta fundamentalmente en un gran esfuerzo innovador, el cambio cultural es el gran obstáculo para su desarrollo en las empresas.

La RSC es un caldo de cultivo perfecto para desarrollar una visión de la empresa en el contexto de la sostenibilidad y activar todos los cambios de paradigma que esto implica. Las empresas avanzadas en RSC aprenden a tomar decisiones integradas, han reubicado su percepción del valor social y ambiental, tienen experiencias y capacidades en el ámbito de la cocreación y las alianzas a lo largo de su cadena de valor; cuentan con el con hábito de medir, monitorizar y comunicar los aspectos no financieros de su desempeño, y son empresas abiertas y pendientes de las expectativas, capaces de establecer un diálogo y una interacción con los grupos de interes. Son empresas que se visualizan en un contexto amplio, que se conciben en un marco de riesgos y oportunidades más diversificado que no es ajeno a los grandes procesos ambientales y sociales que les rodean.

Por todo ello, están más cerca de la propuesta más radical de la EC: la redefinición del valor, el éxito y el papel de las compañías en cuanto a su capacidad para ofrecer soluciones al mercado no solo en términos de precio, calidad y servicio sino en el marco de los límites que nos impone la lucha contra el cambio climático y la perdida masiva de biodiversidad, así como el impacto que todo ello tendrá en consumidores, empleados e inversores.

Las iniciativas de Economía Circular de las empresas se van a entender bien con una RSC estratégica, ésta le va a dar cobertura, marco y dinámicas para evolucionar desde los procesos y experiencias puntuales a la propuesta de valor de las compañías.

El reto que habrá que superar para conseguir esta sinergia será generar modelos de gestión que cristalicen los hábitos que tanto la EC como la RSC necesitan: responsabilidad ampliada, pensamiento sistémico, inteligencia compartida incluso con la competencia, diálogo con los GI y transparencia, redefinición de los activos y por tanto de la concepción de la generación del valor y, por tanto, del éxito,

La lista no es corta ni su aplicación sencilla pero aún apuntaría algo más.

RSC y EC nos habla del futuro, de nuevas formas de hacer que nos invitan a revisar los límites. Los límites mentales y funcionales que determinan cómo son las organizaciones empresariales hoy en día. Nos invitan a crear equipos multidisciplinares que aporten el sentido creativo que no tienen las máquinas para lograr innovaciones disruptivas, romper los silos operativos y de conocimiento que separan tan rígidamente lo social, lo ambiental y lo económico, y cooperar fuera para atender asuntos complejos que no superan el marco de trabajo y los recursos de la empresa. Asuntos tan complejos como prosperar y competir en un mundo que ya nos empieza a imponer sus límites de forma radical. ¿Qué empresa puede afirmar que su valor se mantendrá o aumentará en la próxima década sin considerarlos?

En este artículo se habla de:
OpiniónCambio climáticoeconomia circular

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