Huele a humo en las esquinas. Huele a miedo. Huele a sangre.
El aire se tornó oscuro. Se hizo gris el aire puro y se hizo el silencio en el aire.
Arden los gritos al cielo, arde la tierra y la carne.
Arden los silencios rotos, su sonrisa de cobarde.
Arden civilizaciones, el verde, el alma y el arte.
Arde la bolsa y la vida, arde como arde el bolsillo del que nunca llega tarde.
Arden las promesas rotas, las esquivas palabrotas y los caminos que parten. Arden.
Arde el orden y el concierto, el caos y el desconcierto, y hasta el agua del desierto… ojalá no fuera cierto, pero arde.
Arde nuestro compromiso, arde el techo y arde el piso.
Arden las divagaciones, arden las cuatro estaciones. Y hasta arden los continentes, los caminos y sus gentes. Arden.
Hay fuego en los almacenes, en aeropuertos y andenes, en fábricas de divisas, y hasta arden las cornisas.
Arde lo que hubo y habrá. Lo que nunca volverá porque matasteis su canto. Y arde el llanto.
Arde el rey y arde el esclavo, el bueno, el feo y el malo. Palabras que lleva el viento. Y arde el tiempo.
Las especies protegidas, el agua, el sol y la vida. Arde hasta el frío del hielo. Ojalá no fuera cierto, pero arde.
Arde el aire transparente, la esperanza de la gente. Y hasta arde el mismo infierno. Y mientras arde, tu mueca se vuelve hueca y se hace vacío el miedo. Y del miedo te alimentas y me gritas en mis sueños.
Nunca apagarás mi fuego. Nunca saciarás mi hambre.
Ojalá no fuera cierto, pero arde.