A esta provocación se añade que en este “Diario Responsable”, de igual manera que en otros medios internacionales de gran prestigio, se han publicado varios artículos en los que se ha criticado a Milton Friedman, como representante de la visión que afirma que el único interés debe ser el del accionista.
El argumento fundamental de las críticas a Friedman se suele basar en su artículo publicado en el New York Times Magazine en 1970. En mi opinión, muchas críticas utilizan como sustrato de su argumento el título del artículo, o alguna frase profusamente repetida en los medios, sin haber leído con detenimiento su contenido. Mi intención con este artículo, es “actualizar” el pensamiento de Milton Friedman expresado en ese artículo y dar evidencia de que actualmente sigue teniendo fundamento, aunque con algunas salvedades.
El fondo del artículo de Friedman es la responsabilidad del comportamiento del directivo y no el término abstracto de “la responsabilidad de la empresa”. Friedman considera que el directivo debe ser responsable ante los que le han contratado – los accionistas – y, por tanto, debe dirigir la empresa de acuerdo con sus deseos, (y copio aquí el texto en inglés para evitar debate sobre la traducción) “ … which generally will be to make as much money as possible while conforming to their basic rules of the society, both those embodied in law and those embodied in ethical custom”.
Indica generally porque comprende que puede haber organizaciones que sus propietarios o benefactores no tengan este objetivo. Y define qué significa las basic rules of the society, como aquellas que están incorporadas/encarnadas en la ley y ethical custom.
¿Actualmente la ethical custom - como conformadora de las decisiones - es la misma que en 1970?
Evidentemente no, tanto porque el entorno de Estados Unidos de 1970 no es el mismo que ahora, como porque si lo leemos desde una perspectiva global, el mundo no se parece al entorno político/económico de Estados Unidos (ni ahora ni entonces). Friedman parte del convencimiento de que el modelo económico, en el que la libertad del individuo es la base del buen funcionamiento del mercado, conduce a la máxima riqueza de la comunidad al utilizar el mecanismo de los precios para la asignación de los recursos escasos. Critica al directivo que se arroga las tareas del gobierno emprendiendo acciones sociales que debería hacer éste con los impuestos. Además decide sin un conocimiento imparcial de cómo utilizar los recursos de la manera que más beneficie a la sociedad. A esto se añade que se perdería un indicador eficiente – el beneficio – para que los accionistas puedan evaluar el desempeño del directivo.
Por supuesto, podemos criticar que su tratamiento de las externalidades es mínimo (le deja toda la responsabilidad al regulador) y que el criterio racional del propio interés se puede aplicar muy bien al panadero y al carnicero de Adam Smith, que eran propietarios de su negocio, pero que el directivo puede incrustar su propio interés (teoría de la Agencia) interfiriendo en el eficiente desempeño del mercado. Por otro lado, esta visón del homo economicus de la economía neoclásica, no tiene en cuenta las aportaciones relevantes de los teóricos del behavioural economics.
La situación actual es más compleja que la que se percibía en un Estados Unidos de 1970, en crecimiento, casi autónomo, en el que los recursos no tenían límites percibidos y el gobierno debía estar sometido a restricciones para intervenir en los mercados, excepto a la hora de asegurar la libre competencia.
Como ahora el contexto es muy distinto, en cierta medida, se podría aplicar a Friedman la frase atribuida a H.L. Mencken: los problemas complejos suelen tener soluciones sencillas, claras y equivocadas. El criterio sencillo de “to make as much money as posible” sigue vigente en entornos concretos (y muy defendido por muchos economistas por la simplicidad de maximización matemática), pero no sirve en entornos con reguladores ineficaces y corruptos, ni en sociedades en las que las costumbres éticas sean muy débiles, ni tiene en cuenta la “tragedia del horizonte” que tan bien expuso el Gobernador del Banco de Inglaterra, M. Carney en su discurso de 2015 ante los financieros de la City.
Sin embargo, no se suele mencionar a su favor que en ese mismo artículo Friedman defiende los gastos de una empresa en el bienestar de la comunidad donde opera, si ésta es pequeña, por los efectos beneficiosos que le produce a largo plazo. En su estilo provocador, llama hipócritas a los directivos que defienden este argumento económico disfrazándolo de “responsabilidad social”.
Probablemente Friedman estaría de acuerdo en estos momentos con los planteamientos de Edward Freeman, uno de los padres de la teoría de los stakeholders, tal como el mismo Freeman expuso en su artículo: Ending the so-called "Friedman-Freeman" Debate, publicado en Business Ethics Quarterly (2008).
Finaliza su artículo con un párrafo que demuestra una comprensión más amplia de las opiniones de Friedman que la usual de sus críticos:
“Por lo tanto, voy a dar la bienvenida a Milton Friedman a la gran carpa de teóricos de las stakeholders, al mismo tiempo que declaro que la aplicación mayorista del mercado transaccional no es la única forma útil de entender los negocios. La teoría de los stakeholders ofrece un conjunto diferente de metáforas e ideas, con la esperanza de que podamos hacer que el capitalismo funcione mejor para nosotros.”
Es decir, la teoría de los stakeholders trata de la manera de gestionar mejor las empresas, Friedman trataba de explicar el buen funcionamiento de los mercados. Son metáforas distintas, pero no tienen que ser contradictorias. La física newtoniana basada sólo en la gravedad, no le sirve al físico cuántico que trata problemas complejos en el espacio subatómico, pero es muy útil en el espacio en el que nos movemos. La complejidad actual en la que se mueve la empresa (en algunos países y en algunos sectores) obliga a considerar más conveniente la teoría de los stakeholders a la hora de tomar decisiones de buena gestión. En defensa de Friedman, esta concepción la consideró en su afamado artículo, al introducir en algunas condiciones (aunque muy superficialmente) la importancia de la reputación de la empresa para “to make as much money as posible”.
Este artículo provocador es un homenaje a ese gran polemista que fue Milton Friedman, por sus aportaciones a la economía monetaria que han dejado una huella incuestionable.