Publicado el
“Tienes voz y poder más allá de las urnas. Al comprar, trabajar y hacer negocios con empresas sostenibles, votas por lo que crees. Vota cada día. Vota #BCorp”. Esta es la última campaña realizada por el movimiento B Corp con motivo de las elecciones de mitad de mandato en Estados Unidos. Para los que no conocéis B Corp, se trata de una comunidad global de más de 2.600 empresas como Ben & Jerry’s, Patagonia, Danone, Triodos Bank, Veritas u Holaluz, que abogan por utilizar el poder de la empresa como fuerza para el bien social.

Lo importante de esta campaña es el mensaje (cada vez más extendido) subyacente: tú, en todos tus roles, como consumidor/a, profesional, educador/a, trabajador/a, emprendedor/a, voluntario/a, etc. puedes ser activista y decidir en qué mundo quieres vivir, premiando a aquellas organizaciones que reconcilian los beneficios económicos con el impacto social y ambiental.

Esta realidad va acompañada de la emergencia de un nuevo paradigma empresarial, que se aleja del concepto tradicional orientado a la creación de valor para el accionista y se centra en la creación de valor social. Este no es un enfoque en absoluto filantrópico, sino que percibe la sostenibilidad como un factor de competitividad e innovación. En este marco, algunas organizaciones están tomando la delantera hacia un modelo productivo sostenible e inclusivo situando al mismo nivel de relevancia los resultados y el impacto social, medioambiental y económico de la organización. Un ejemplo lo podemos encontrar en la empresa de gran consumo Danone y su reciente lema: “One planet, one health”. Este eslogan resume brevemente su propósito de impacto social positivo: aportar salud al mayor número de personas posible a través de sus alimentos.

Ante este cambio de paradigma, es importante tener presente que la voluntad de implementar una nueva visión empresarial en sí no nos llevará a este objetivo de creación de impacto social positivo, sino que tendrá que ir acompañada de un sistema de medición y gestión de este impacto. Como definió el filósofo y empresario Peter F. Drucker: “No se puede gestionar lo que no se mide”. Sin un correcto sistema de medición que nos ayude a comprender los cambios generados por nuestra organización, la estrategia tiende a formularse en base a las emociones y percepciones subjetivas sobre la necesidad de ser más responsables en lugar de tomar decisiones informadas basadas en criterios contrastados.

¿Pero cómo hacerlo? Entre la teoría académica existen diversos marcos conceptuales que nos ayudan a comprender y valorar el rango de impacto social generado gracias a las evidencias recopiladas. Hoy nos vamos a centrar en dos de ellos (más uno de regalo) que han logrado una amplia aceptación para medir y gestionar el impacto social.

En primer lugar, la Teoría del Cambio permite plasmar y analizar cómo se genera el cambio a través de una cadena causa-efecto en la que se explica cómo se entiende que las actividades planificadas produzcan una serie de resultados que contribuyen a lograr los impactos finales previstos. Es un marco lógico que nos permite determinar si la estrategia de ejecución está o no generando los impactos previstos y entender las causas asociados a ello.

Pongamos, por ejemplo, que impulsamos un programa orientado a mejorar la inserción de personas en riesgo de exclusión social en el mundo laboral. Con este proyecto, queremos solucionar un problema: la dificultad de acceso al mercado laboral de las personas vulnerables. Para ello, destinamos unos recursos para realizar una serie de actividades (formaciones, contratos de inserción laboral de duración limitada, etc.), que darán un resultado inmediato como puede ser la mejora en las competencias y hábitos laborales, para que, en última instancia, se genere el impacto deseado: mejorar el acceso al trabajo en el mercado ordinario.

En una evaluación de impacto, la teoría del cambio es especialmente útil para establecer qué datos es preciso recoger y cómo deben analizarse, lo que permitirá realizar una medición del impacto que explique las causas subyacentes del impacto generado. No obstante, no sólo es importante medir el impacto, sino también gestionarlo.

La segunda herramienta que presentamos está diseñada para contribuir a este objetivo. Se trata del marco conceptual del Impact Management Project, que nos ayuda a analizar las causas y consecuencias de este impacto a través de cinco dimensiones:

  • QUÉ tipo de impacto generamos. El indicador clave que representa el punto de mejora del grupo de interés. Volviendo al caso práctico, podría ser el número de meses anuales trabajados por las personas vulnerables.
  • A QUIÉN. Es el grupo de interés (o los grupos) que recibirá el impacto y experimentará el cambio. En nuestro ejemplo, el principal agente es la persona en riesgo de exclusión.
  • CUÁNTO cambio estamos generando. Se refiere a: el alcance, ¿a cuántas personas estamos impactando?; la profundidad, ¿se trata de un cambio marginal o profundo?; y la duración, ¿El cambio dura poco o mucho tiempo? En este punto estamos comparando el resultado actual después de la intervención (12 meses anuales trabajando de media) con la línea de base (3 meses).
  • CONTRIBUCIÓN. En este caso se valora qué hubiese pasado sin nuestro proyecto. De nuevo, utilizando nuestro ejemplo, si la mejora de meses anuales trabajando se hubiese podido producir gracias a otros factores.
  • RIESGO. Se analiza que la probabilidad de que el impacto sea diferente de lo esperado y que la diferencia sea material desde la perspectiva de las personas experimentan el cambio, por ejemplo, por el efecto del mercado laboral en nuestro resultado.

Por último, como regalo, la Evaluación de Impacto B de B Corp es una herramienta que, aunque no mide el cambio generado, nos ayuda a evaluar el desempeño de los resultados sociales y ambientales de nuestra organización, en una clave más operativa, y vincularlo al impacto generado a los diversos grupos de interés de la organización.

Existen, por supuesto, también otras herramientas y guías muy útiles que demuestran cómo se está profesionalizando la gestión y la medición del impacto social. Se puede consultar, por ejemplo, la guía Maximise Your Impact de Social Value para emprendedores sociales, pero perfectamente extendible a otras organizaciones; el marco de medición y evaluación de LBG; u otras herramientas que van un paso más allá y cuantifican en términos monetarios el valor social de una inversión, como el SROI; o el valor social generado por una organización en su conjunto, como el Valor Social Integrado.

En definitiva, estas herramientas están siendo cada vez más utilizadas por aquellas organizaciones que orientan su actividad a la creación de un triple impacto y necesitan sistemas de medición y gestión para incrementar su impacto social positivo y, por ende, maximizar su valor social.

ESIMPACT es la asociación española para la medición y gestión del impacto social. Su propósito es la difusión y generación de conocimiento sobre la medición y gestión del impacto social tanto en la esfera pública como privada y, en concreto, de las metodologías de evaluación que se utilizan para ello. Esta asociación tiene como fin el generar diálogo sobre la importancia de medir, gestionar y maximizar el valor social en las empresas, en las Administraciones Públicas, en las Universidades, centros de investigación, y en el Tercer Sector, de forma prioritaria. Más información en https://www.facebook.com/EsImpact/

En este artículo se habla de:
Opiniónimpactosocialbcopr

¡Comparte este contenido en redes!

Este sitio utiliza cookies de terceros para medir y mejorar su experiencia.
Tu decides si las aceptas o rechazas:
Más información sobre Cookies