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El emprendimiento social lleva algunos años convirtiéndose en una conversación cada vez más frecuente en distintos ámbitos. La verdad es que, haciendo memoria, si pensamos en el ecosistema de emprendimiento social en España hace cinco años, es fácil ver que la situación ha mejorado, o al menos que la idea se ha extendido considerablemente. No es que sea un concepto que maneje todo español a diario, pero al menos ya no es una idea de cuatro locos que abrazan árboles. Y eso en sí mismo ya es una buena noticia.

Pero desde nuestra perspectiva de emprendedores, hay algunos retos fundamentales que afrontamos en 2019 y de cara a los próximos años:

  • Definición del concepto y establecimiento de un marco legal. Creo que para incentivar el desarrollo de las empresas sociales es fundamental que se establezca una figura jurídica que defina sus particularidades y sus requisitos. Éste es un terreno complejo, porque definir de una forma cerrada lo que es una empresa social no es algo sencillo, pero sí es muy necesario para que sepamos llamar a las cosas por su nombre y no llamemos empresa social a empresas que, haciendo cosas muy positivas a veces, no tienen por qué necesariamente ser empresas sociales.

Ser una empresa social no es mejor ni peor a priori, pero es necesario que sepamos qué significa, qué compromisos requiere y qué ventajas puede suponer. Porque lo cierto es que, si las organizaciones sociales de diverso tipo tienen sus propias figuras jurídicas y ventajas fiscales diversas (aparejadas a importantes requisitos de transparencia, buen gobierno, etc.), las empresas sociales deberían tener las suyas propias siendo organizaciones que existen para el impacto social.

  • Interiorización del concepto de competitividad. Las empresas sociales necesitan ser empresas para ser sociales. Esto significa que necesitan ser capaces de ser competitivas y sostenibles económicamente, ofrecer un buen producto y un buen servicio, y aportar soluciones reales a los clientes, además de generar impacto social. Una empresa social no puede vender un producto apelando solo a la caridad puntual de un consumidor, sino que debe ser capaz de ofrecer valor tangible dentro de su mercado, generando impacto social. El gran reto de los emprendedores sociales es entender que las empresas sociales deben ser tan buenas como cualquier otra empresa en todos los ámbitos, y además realizar su misión social.
  • Concienciación del consumidor. Si las empresas sociales tienen sentido es porque los clientes perciben como un valor real el impacto social que generan. Que el mundo sea un lugar mejor es un valor claramente positivo, pero si el consumidor no lo valora, el terreno es aún más complicado. En una economía en la que el low-cost es el valor supremo, el emprendimiento social lo tiene complicado, porque generalmente lo low-cost es destructor de valor, y el emprendimiento social va de generar valor.

Y más allá de estos retos específicos, los emprendedores sociales seguiremos luchando con los retos comunes de todo emprendedor, ¡que no son pocos! Pero el reto de verdad es convencernos todos de que merece la pena esforzarse por hacer cosas bien hechas y buenas, y de que los destinos que merecen la pena suelen implicar caminos difíciles.

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