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La tecnología debe estar al servicio de la ciudadanía (no de uno/s pocos ciudadanos) y no al revés. Dicho de otro modo, la tecnología debe ser inclusiva o no será.

Nos encontramos en un momento en el que plataformas como por ejemplo Uber o Airbnb, están en el ojo del huracán por el impacto negativo que están generando, ya sea por el modelo de relación laboral con los trabajadores o bien por su impacto en la especulación inmobiliaria y el fenómeno de la gentrificación.

Situación que está generando especial preocupación en las grandes urbes de todo el mundo y motivo por el cual ya hace tres años se celebra el evento “Sharing Cities Summit”. Cumbre que reúne a representantes de ciudades líderes en el mundo para debatir sobre el impacto y formas de regulación de los modelos de negocio basados en plataformas digitales.

Entre los días 12 y 15 de noviembre Barcelona ha acogido la tercera edición de la Sharing Cities Summit, edición organizada por el Ayuntamiento de Barcelona y la Universitat Oberta de Cataluña (UOC).

El objetivo es definir un marco común de acción que permita controlar los impactos negativos que algunos de estos modelos de negocio están generando en las ciudades y simultáneamente incentivar aquellos que si están generado un impacto positivo.

Las denominadas economías de plataforma son una nueva forma de organizar el trabajo, donde la producción y el consumo se canalizan a través de una plataforma digital. Esto genera enormes oportunidades pero también enormes problemas, sobre todo cuando los principales beneficiarios son unos pocos y los perjudicados, una inmensa mayoría.

Estas plataformas permiten a los ciudadanos nuevas formas de interacción e intercambio, que usaran en mayor o menor medida, en función del beneficio que les aporte: económico, según los valores que defienda, o bien por su impacto social o en el medio ambiente (economía circular).

Se dividen en dos grandes grupos, en función del cumplimiento de unas determinadas características:

  • Plataformas colaborativas
  • Plataformas extractivas

Plataformas COLABORATIVAS serían aquellas donde prima la colaboración frente al beneficio económico y plataformas EXTRACTIVAS serían aquellas donde lo que prima es el beneficio económico. Las características que las identifican serían las siguientes:

  • Software cerrado o abierto.
  • Política de datos cerrada (menor transparencia y acceso al valor que genera la plataforma) o abierta y compartida.
  • Modelo de gobernanza: ¿son los usuarios o un inversor quien decide las reglas?

Soy un firme partidario de las nuevas formas de colaboración, consumo y relación entre los ciudadanos, especialmente cuando estas abren nuevas vías de generación de ingresos para personas que no tienen la fortuna de tener una remuneración decente y/o un trabajo estable.

Evidentemente tendremos que hablar luego de la relación laboral que se establece en algunas de esas plataformas, de la justa y correcta tributación de los ingresos generados (tanto por el cliente como por los inversores), del impacto social generado….etc.

Pero hay una realidad palpable y es que desgraciadamente hay personas en situación de exclusión laboral (sea por edad o por ausencia de estudios y oportunidades que les permita acceder a mejores puestos de trabajo) o por ejemplo jóvenes que buscan sus primeras ganancias y que están encontrando en estas plataformas una vía de generación de ingresos.

Por tanto desde un análisis centrado en las personas de manera individual, debemos dar la bienvenida a este nuevo marco de oportunidades. Ahora bien, cuando nos trasladamos al escenario más global o social, es cuando aparecen los problemas, especialmente de las plataformas extractivas. Porque si bien debemos aplaudir ese beneficio a las personas, tenemos que reflexionar sobre los impactos negativos que se están generando a nivel social y ser capaces de establecer unos marcos/protocolos/leyes que regulen los modelos más agresivos.

Ése es uno de los ejes centrales del “Sharing Cities Summit”, a través de la creación de la Declaración de Ciudades Colaborativas. El objetivo es crear los principios y compromisos que puedan garantizar la soberanía de las ciudades para defenderse y regular los impactos derivados de estas plataformas digitales.

Como indica Mayo Fuster, directora de Dimmons, grupo de investigación en economía colaborativa en el Internet Interdisciplinary Institute de la Universitat Oberta de Catalunya y coordinadora del congreso Sharing Cities: “…. la unión de ciudades es la única vía para poder negociar o hacer frente a determinados negocios que no benefician al conjunto de la ciudad y que son impulsados por plataformas”.

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