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Reducir la huella de carbono del sector de producción de proteína animal ¡una necesidad!

El 18 de julio, el Instituto de Política Agrícola y Comercial (IATP) y la ONG francesa internacional Grain publicaron un informe que anota a las 35 compañías cárnicas y lácteas más grandes del mundo. Según el informe, estas empresas no informan completamente de sus emisiones o las excluyen de la cadena de suministro, que contribuyen entre el 80% y el 90% de sus emisiones. El 30 de mayo, la organización FAIRR (Farm Animal Investment Risk and Return) publicó los resultados de un nuevo índice, que analiza los compromisos ambientales y sociales de los 60 mayores productores mundiales de proteína. La organización llegó a una conclusión similar: estos últimos no tienen suficientemente en cuenta sus impactos ambientales, casi la mitad estima sus emisiones de GEI de manera incorrecta.

Sin embargo, lo que está en juego es muy serio. En un momento en que los Acuerdos de París pretenden lograr la neutralidad del carbono y el calentamiento global "muy por debajo de 2 ° C por encima de los niveles preindustriales" para el año 2100, el ganado, que representa un 14,5% de las emisiones mundiales GEI de origen antrópico en el 2014, es una palanca indispensable para frenar el cambio climático. Un informe del 2015 del Consejo General de Agricultura, Alimentación y Espacios Rurales (CGAAER) francés, estima que la agricultura podría contribuir a reducir las emisiones globales de GEI en al menos un 20%, o incluso un 60% para 2030. Se pronostica un incremento del 20% en la demanda de proteínas vegetales y animales en el mundo para el año 2030.

En este sentido, es esencial reflexionar sobre los métodos de cultivo usados y construir sectores de proteínas bajos en carbono, ¿cuál es el rol del animal en la cría?, ¿cuál es el origen y los impactos ambientales y sanitarios de los productos? Lo que lleva a un cuestionamiento del consumo de carne y a una posición a favor de las proteínas vegetales. El desarrollo de proteínas animales sostenibles y sectores “bajos en carbono” es, por lo tanto, esencial, pero requiere consultas y diagnósticos precisos, a fin de desarrollar una estrategia a largo plazo que satisfaga las expectativas de la sociedad.

Identificar prácticas sostenibles 

En esencia, la clave radica en cuantificar las externalidades de cada modo de producción para identificar los más exitosos en un territorio dado. Reducir las emisiones de GEI, preservar la biodiversidad, mantenimiento de los paisajes, salvaguardar el tejido económico y social, proteger el patrimonio y el conocimiento de un territorio o tener en cuenta el bienestar animal son cuestiones que los sectores de proteínas animales deben cumplir.

El otro paso es escuchar las expectativas de cada grupo de interés—agricultores, procesadores, distribuidores, consumidores, autoridades locales, organizaciones de investigación, asociaciones—para comprender las expectativas sociales y ambientales vis-à-vis las cadenas de proteínas. A largo plazo, este diálogo es fundamental.

Las cadenas de proteína animal, desplegadas en un territorio, pueden contribuir como una solución para los agricultores al acercar la oferta y la demanda, impulsar el desarrollo de la oferta y la calidad de productos locales, promover la economía circular a través nuevos co-productos, a luchar contra el desperdicio alimentario y/o crear vínculos sociales entre los actores locales.

Pasos en esta dirección

A pesar de la complejidad y el alcance de la tarea, algunos actores ya han iniciado proyectos en esta dirección. Por ejemplo, la Asociación Nacional Interprofesional de Ganadería y Carne Francesa (INTERBEV) emprendió un proceso de consulta en 2014 junto con cuatro ONG para identificar cómo reducir el impacto ambiental de la ganadería. El plan sectorial establecido prevé desarrollar en Francia “al menos 500.000 hectáreas adicionales” de superficie de proteína vegetal para 2023 y su objetivo es lograr la autonomía de la proteína vegetal para 2030. Paralelamente, los sectores proteínicos emergentes tales como el de los insectos, algas, proteaginosas ofrecen nuevas perspectivas para la diversificación de la producción de alimentos.

Muchas granjas ya han formulado y están poniendo en práctica una estrategia de reducción de carbono, por ejemplo, restauran los pastos degradados para aumentar su independencia alimentaria y el almacenamiento de carbono, replantan setos vivos, optimizan la fertilización, diversifican los cultivos y las rotaciones o aumentan su autonomía energética mediante el desarrollo de proyectos de “Bio-digestión” (digestión anaerobia de los efluentes del ganado.

Crear conciencia entre los consumidores y ser transparentes

La implementación de prácticas honestas debe mejorarse mediante esfuerzos importantes en la comunicación para garantizar a los consumidores la sostenibilidad de sus compras. Estas nuevas prácticas más sostenibles deben ir de la mano de una campaña de comunicación al consumidor. Una manera intuitiva de hacerlo es mediante etiquetas (o “labels”) similares a “Bleu, Blanc, Cœur”, que sirven para señalizar al consumidor aquellos métodos de producción que son más saludables y sostenibles; las certificaciones garantizan una cierta transparencia para todos los grupos de interés. Estas iniciativas de comunicación permiten compartir los problemas con los consumidores, concienciar sus actos de consumo y fomentan las buenas prácticas.

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OpiniónCambio climático

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