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En los últimos días algunos artículos en diferentes medios se dirigen a la nueva Ministra de Educación, Isabel Celaá, para transmitir a modo de petición las inquietudes, y expectativas de diferentes colectivos al respecto de la educación. Sin duda, la educación es el elemento clave para el progreso de un país, pero no se trata de un progreso a cualquier precio. Por eso es tan importante el enfoque de la educación, y de su propósito.

Si queremos formar a personas, jóvenes y no tan jóvenes, que contribuyan con su trabajo a construir un futuro más humano y  más justo  para todos, tenemos que incluir los criterios y los valores que trascienden de la RSC en los planes de estudio. No sé si es mucho pedir, pero creo que es un reto importante para la educación y también para la RSC. Son muchos los documentos que recomiendan la inclusión de la Responsabilidad Social en los planes de estudio y en programas formativos. Entre otros, podemos destacar:

- La Estrategia Española de Responsabilidad Social de las Empresas (2014-2020) dedica el punto 6.2 (el segundo de las líneas de actuación) a los aspectos sobre la Integración de la RSE en la educación, la formación y en la investigación, proponiendo como medidas potenciar el estudio de la RSE tanto en las instituciones educativas para la formación profesional como en las universidades para la enseñanza universitaria, así como en los centros de investigación. 
E, Impulsar la incorporación del valor de la contribución personal y social a un modelo de sociedad más sostenible en los planes de estudio.

- La Estrategia renovada de la UE para 2011-2014 sobre la Responsabilidad Social de las empresas , también dedica un apartado, el 4.6 a la mayor integración de la RSE en la educación, la formación y la investigación”.
 

- Los planes de Responsabilidad Social de Comunidades Autónomas como Aragón, Galicia y Extremadura hacen hincapié y señalan la gran importancia de sensibilización y la formación para conocer y poder aplicar políticas de Responsabilidad Social en las empresas.

- El Objetivo de Desarrollo Sostenible número 4 sobre Educación, Meta 7: Para 2030 hay que garantizar que todos los alumnos adquieran los conocimientos teóricos y prácticos necesarios para promover el desarrollo sostenible, entre otras cosas mediante la educación para el desarrollo sostenible y la adopción de estilos de vida sostenibles, los derechos humanos, la igualdad de género, la promoción de una cultura de paz y no violencia, la ciudadanía mundial  y la valoración de la diversidad cultural y de la contribución de la cultura al desarrollo sostenible.

Estos son sólo algunos de los documentos de planes y políticas que, no sólo señalan la necesidad de la formación sobre Responsabilidad Social, sino que “invitan y recomiendan” que se incluya en los planes de estudio de los diferentes niveles educativos, y en programas de formación dirigidos a profesionales y a empresas.

Pues bien, a pesar de que este aspecto aparece de forma recurrente en todos los “planes de acción”, o planes (lo de acción es mucho decir), son muy pocos los pasos que se han dado en este sentido. La inclusión de la RSC en el currículo del Bachillerato, la Formación Profesional, o como módulo transversal en  carreras universitarias o Master, aún figura en el mejor de los casos, sólo como un proyecto o una buena intención.

En el plano empresarial son muy pocas las empresas que se preocupan de impartir formación sobre criterios de Responsabilidad Social a sus empleados. Muchas de ellas porque no tienen, y algunas de las que cuentan con políticas de RSC no las comunican a su equipo de colaboradores, que son parte implicada.

La formación es la herramienta fundamental si queremos avanzar en la democratización y normalización de la Responsabilidad Social, y de conceptos tan fundamentales como el Desarrollo Sostenible o los Objetivos de Desarrollo Sostenible, como programa común de la humanidad, que nos obligan a pensar a largo plazo y tener un concepto de responsabilidad compartida.  Esto de la normalización y generalización de la Responsabilidad Social es importante sino queremos que sea una disciplina que manejen solamente un pequeño grupo de tecnócratas que dominan la jerga y los conceptos de la RSC. Sin embargo cuando salimos de ese círculo de expertos, es fácil darse cuenta de que no todos hablamos el mismo idioma.

Queda mucho por hacer y merece la pena hacer un esfuerzo en este sentido por parte de la Administración pública, las Instituciones, Universidades  y centros educativos. Hay que impulsar desde las Instituciones una apuesta firme y decidida por integrar los criterios y “valores” que se desprenden de la RSC en la educación de niños y jóvenes y en la formación ejecutiva. Y preparar así a los mejores profesionales para el mundo, los que las nuevas empresas necesitan.

Aún son pocos los programas de formación a los que puedan acceder los profesionales que quieran “saber más” sobre Responsabilidad Social para poder aplicarla. Estos programas de especialización además, se concentran en grandes ciudades o capitales, como Madrid y Barcelona y eso dificulta el acceso a la formación para profesionales y empresas en general. También existen grandes diferencias entre las Comunidades Autónomas según la importancia que concedan a la RSC en su gobierno autonómico.

Me sigue resultando sorprendente, y casi doloroso, cuando imparto un módulo de formación dentro de un Master o un MBA a profesionales con cargos de “responsabilidad”, que la mayoría de los asistentes no saben nada sobre RSC, y los que han oído hablar de ella, no tienen claro lo que es, pero sobre todo y más importante, para qué sirve.

Si queremos que la Responsabilidad Social sea cosa de autónomos y pymes, y no sólo de multinacionales, de Instituciones públicas y no sólo de empresas privadas. Si queremos que los valores que promueve la RSC sean propios de cada “persona”, de cada ciudadano de nuestro mundo global en su papel de consumidor, cliente, profesional, empresario, etc. el único camino eficaz es el de la educación y la formación, que sensibiliza, conciencia y acaba transformando.

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