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Aunque son dos palabras cuya relación directa no debería ser cuestionada, o al menos eso nos dicta el sentido común, la realidad es muy distinta. Según los datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en el mundo hay 780 millones de hombres y mujeres que trabajan pero que no ganan lo suficiente para superar el umbral de pobreza de 2 dólares al día.
El trabajo decente es el 8º objetivo de la Agenda 2030 y su finalidad es “promover el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, el empleo pleno y productivo y el trabajo decente para todos”. Además, en palabras de Guy Ryder, director general de la OIT, “aumenta los ingresos fiscales para que los gobiernos puedan financiar medidas sociales dirigidas a proteger a quienes no encuentran un empleo o no pueden trabajar”.

Este organismo internacional afirma que es necesario crear más de 600 millones de nuevos empleos de aquí a 2030, sólo para seguir el ritmo de crecimiento de la población mundial en edad de trabajar. Esto representa alrededor de 40 millones de empleos al año. Y subraya que el crecimiento económico centrado en el empleo genera un círculo virtuoso que es bueno tanto para la economía como para las personas y, además, impulsa el desarrollo sostenible. Entre los países en desarrollo y emergentes, los que invirtieron más en empleos de calidad desde comienzos del 2000 registraron, a partir de 2007, un crecimiento anual de cerca de un punto porcentual por encima de las demás economías emergentes y en desarrollo, y experimentaron menores desigualdades en los ingresos.

La voz de los jóvenes

Hay más de 70 millones de jóvenes (entre 15 y 24 años) buscando trabajo. Y más de 160 millones que trabajan pero viven en la pobreza. Para tratar de mejorar su futuro, el 30 y 31 de enero pasados el Foro de la Juventud del Consejo Económico y Social (ECOSOC) congregó a más de 700 jóvenes de todo el mundo en la sede de Naciones Unidas. Uno de los debates se centró en la Iniciativa Global para el Empleo Decente para los Jóvenes.

Los jóvenes identificaron cuatro áreas clave para la acción: garantizar la calidad y el acceso asequible a la ciencia, la tecnología y la innovación para todos; fomentar la educación y el desarrollo de habilidades para que los jóvenes puedan beneficiarse de la ciencia, la tecnología y la innovación, certificando que las habilidades sean relevantes y aborden tanto las necesidades de la juventud como las demandas del mercado laboral; fomentar alianzas inclusivas de jóvenes, gobiernos, sociedad civil y el sector privado, a través por ejemplo de aprendizajes de calidad y haciendo beneficiar al interés público del potencial de los macrodatos y crear e identificar principios comunes, éticos y sostenibles, que gobiernen el uso de la ciencia, la tecnología y la innovación. “El trabajo decente, especialmente para los jóvenes, es un componente clave de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Es importante escuchar sus las voces para poder crear cambios positivos y sostenibles para los jóvenes en todas partes", dijo Sukti Dasgupta, directora del Departamento de Política de Empleo de la OIT.

Empleos indecentes

Mujeres y niños son, con diferencia, los que tienen más empleos indecentes, infravalorados y mal remunerados. A nivel mundial, sólo la mitad de las mujeres tiene una ocupación y en promedio ganan un 23% menos que los hombres. El documento Estimación mundial sobre la esclavitud moderna: Trabajo forzoso y matrimonio forzoso, presentado el pasado mes de septiembre en Ginebra, estima que hay 24,9 millones de personas atrapadas en el trabajo forzoso, de las que16 millones son explotadas en el sector privado, por ejemplo, en el trabajo doméstico, la industria de la construcción o la agricultura; 4,8 millones de personas son víctimas de la explotación sexual forzosa; y 4 millones de personas se encuentran en situación de trabajo forzoso impuesto por el Estado. Dicho informe, elaborado por la OIT en colaboración con la Fundación Walk Free, explica que, en el caso del sector privado, la mitad estaban sometidos a régimen de servidumbre por deudas, en el que se utilizan las deudas para obligar a la prestación de tareas laborales.

Trabajo y pobreza en España

Al hablar de estas cifras, no hay que caer en el error de relacionarlas sólo con países menos desarrollados. La situación en España no es nada halagüeña, según el último informe de la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social. Una de las mediciones que utiliza es el factor de Baja Intensidad de Empleo por Hogar (BITH) de la tasa AROPE (At Risk Of Poverty and/or Exclusion) que agrupa a aquellas personas menores de 60 años que viven en hogares con baja intensidad de empleo, es decir, en los cuales sus miembros en edad de trabajar lo hicieron menos del 20 % de su potencial de trabajo total durante el año de referencia.

Según sus datos, la tasa es de casi el 15% de la población española, más de 5,25 millones de personas. De ahí que el autor del estudio 'El Estado de la Pobreza. Seguimiento del indicador de pobreza y exclusión social en España 2008-2016', Juan Carlos Llano Ortiz, diga que “si no se trabaja las probabilidades de vivir en situación de pobreza son altas, pero si se trabaja, no siempre es posible evitar ser pobre”. Y aporta otro dato significativo: “solamente el 31,4 % de las personas pobres está en paro; en otras palabras, el desempleo no define a la pobreza. Es más, casi una tercera parte (32,6%) de la población pobre de 16 años o más está ocupada, es decir, tiene un empleo remunerado”.

El concepto trabajo decente fue acuñado por Juan Somavia en 1999, siendo entonces director general de la OIT. Y lo relacionó con cuatro objetivos estratégicos: los derechos en el trabajo, las oportunidades de empleo, la protección social y el diálogo social. 

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