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Todos somos parte de esta sociedad y a todos nos corresponde cuidarla. Sólo desde aquí se puede comprender que hablar de social es hablar personas y de los territorios donde convivimos

SOCIAL Escucho esta palabra, cierro los ojos y espero que surjan imágenes. Algo no cuadra, no son las imágenes que solemos ver en los vídeos, folletos o carteles alumbrados bajo esta palabra. Insisto en la búsqueda pero mi visión persiste. Lo primero que veo es a mi familia y amigos. Todas ellas personas que necesito para contar mi historia. Mi insistencia en ver más no los elimina sino que hace grande el grupo y lo hace en un entorno natural. Son imágenes donde el reposo, la armonía y la alegría nos lleva a la conversación y la diversión.

¿Qué ha pasado entonces con esa visión sesgada de gentes que viven en la desgracia de las circunstancias y los juicios de un sistema perdido?

No los ves porque en ti tienen nombre, cara y una historia de vida. Están en el grupo y son ellos, y con ellos muchos más que no conoces. Claro que están, pero no diferentes, no solos o aislados, no olvidados.

Son tantos los mensajes que recibimos donde lo social se relaciona exclusivamente con esas imágenes de desgracia y conflicto que algunos se sorprenden ante la luminosa sonrisa de quien nada tiene. Esos mensajes se empeñan en trocearnos como grupos, en hacer selecciones de personas que se distinguen unas de otras por artificios que pasado mañana podrían ser otros según los intereses imperantes. Personas que tendrán siempre lo social como adjetivo para identificar que no son como nosotros porque la vida no les a tratado bien, son gentes vulnerables. Por extensión, todo aquello que comparta este adjetivo será algo que se impregnará de esa imagen que nos han vendido y se muestra como real.

En mis imágenes no sabría si decir que no encuentro esas personas vulnerables por ninguna parte o mejor que todos los que en ellas aparecemos lo somos. En cualquier caso sí veo diferencias entre las muchas, unas nos sabemos vulnerables y quizá no lo seamos tanto y otras que no se reconocen como tales se acorazan y distancian para ocultar su vulnerabilidad. Cuánta confusión.

Lo social se transforma en sustantivo para hablar de aquello que se mueve en el margen y que es allí donde adquiere sentido y donde se debe quedar. Sin embargo son muchas las realidades que demuestran que este mundo de lo social no es otro mundo sino el mismo, el de todos.

Dentro de este marco no debe extrañarnos que muchas personas sitúen la economía social, el emprendimiento social, la innovación social o la empresa social como realidades contra natura. Gentes que piensan que una empresa social es un oximorón, pues la empresa es creativa, productiva, eficiente, rentable mientras que lo social es altruista, caritativo y una carga que se nos traslada a muchos para mantener a otros. ¿Cómo no pensar eso si ellos no se reconocen en las imágenes que se evocan en su interior al visualizar la palabra social?

Todos somos parte de esta sociedad y a todos nos corresponde cuidarla. Sólo desde aquí se puede comprender que hablar de social es hablar personas y de los territorios donde convivimos. Por supuesto incluidas también aquellas que el sistema expulsa con tanta facilidad.

El oximorón no existe. Cualquier adjetivo social no hace sino recordarnos que nos debemos un cuidado y que éste no puede ser un cuidado egoísta de mi persona frente al resto del mundo. Ha de ser generoso con todas las personas y con el planeta sino queremos acabar con la vida. En cuanto pensemos más allá del espacio individual y del hoy no cabe ninguna duda que todas las empresas volverán a ser sociales y que la innovación será social o no será, pues necesitamos un “para” que le de sentido a cualquier innovación tecnológica, biológica, económica…

Es así como hemos de construir un mañana para todos y no solo para unos pocos, aunque estos sean vulnerables.

Raúl Contreras

Nittúa

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OpiniónEmpresas

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