Nada otorga más poder a un actor en una organización que estar entrenado para justificar sus posiciones cuando ejerce el rol de negociador interno, buscando sensibilizar a otros actores cuya formación y lógica requieren un abordaje objetivo y pragmático, ajeno a lo lírico o idealista.
El actor de la RSE debe también cumplir un rol de “evangelizador”, pero las pregunta serían, ¿está debidamente preparado el actor de RSE para ·convencer” a otros? ¿cree él lo que predica? ¿lo que predica son sus propias opiniones o sus argumentos tienen apoyatura científica y académica basadas en casos de negocios e indicadores objetivos?
No caben dudas que el rol dentro del organigrama y el presupuesto asignado a un área en cuestión dice mucho sobre la jerarquía que el tema a su cargo tiene para la conducción de la empresa y cuando se hace una simple comprobación en las empresas sobre estos dos aspectos, es obvio que la RSE está en términos generales, “en estado evolutivo”.
Pero en esta evolución, los actores de la RSE no deberíamos sentarnos a esperar que la velocidad en la madurez se active, sino más bien buscar la transformación de nuestro metro cuadrado, y en el centro de ese espacio está uno mismo.
El ejercicio de la RSE, en todas sus formas, tiene un alto contenido de vocación, y rara vez una vocación fue bien remunerada o bien reconocida, y son otras las motivaciones que habría que buscar para justificar porqué los actores de la RSE hacemos ciertas cosas.
Capacitación y formación, participación e involucramiento, dedicación y compromiso, articulación y alianzas son algunos de los factores clave para acelerar dicha transformación, en uno mismo y en el entorno.
Por Fernando Esteban Passarelli
Consultor Profesional. Docente Universitario. Coordinador Valor, RSE + Competitividad.