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1.700 personas llevamos los últimos 3 días encerrados en salas de Naciones Unidas hablando sobre cómo estamos avanzado en la implementación de los Principios Rectores sobre Empresas y Derechos Humanos. ¿Y cómo se está avanzando? ¿Qué hacen los Estados para promover que las empresas respeten los derechos humanos? ¿Qué hacen las empresas para gestionar el riesgo de provocar consecuencias negativas en los derechos humanos? ¿Qué están haciendo los stakeholders para evaluar ese respeto de los derechos humanos por parte de las empresas?

Como os podéis imaginar los temas que se han visto han sido muy variados, por ejemplo la integración de los derechos humanos en las políticas de inversión, en el sector financiero, en la industria agropecuaria, en cadenas de suministro, en las políticas nacionales, etc.  Cada asistente  tendrá su opinión, y además cada uno tendremos una visión bastante segmentada porque el formato del Foro era de un maratón de ¡40 sesiones en paralelo! Aquí os ofrezco algunas reflexiones habiendo  participado en las sesiones sobre los avances en materia de derechos laborales en las cadenas de suministro.

Existe un consenso de que para que una unidad económica –empresa o país- funcione, necesita que exista confianza y que se respeten los derechos humanos. Stiglitz incluso nos ofrecía datos sobre cómo empresas con una mejor trayectoria de respeto de derechos humanos tienen un mejor rendimiento. Me alegra saber qué ya no nos lo cuestionamos, que se da por finalizado el debate del “business case” y que podemos avanzar. 

Sí parece que el respeto de los derechos humanos por parte de las empresas es un tema que cada vez atrae un mayor interés, ya que el número de asistentes este año ha sido mayor que el año pasado. Lo preocupante es que el número de participantes del sector empresarial y de los sindicatos sigue sin sumar el 20% del total. Es más, del total sólo había 17 representantes de trabajadores. Tenemos que darle más visibilidad entre la comunidad empresarial a los Principios Rectores.

Parece que estamos también de acuerdo en que la ley es un elemento esencial para conseguir el cambio social y que en la implementación de los Principios tenemos que involucrar a toda la comunidad jurídica –independientemente de la naturaleza de sus funciones-. Pero mala señal cuando hablamos con responsables de RSC en las empresas que dicen “todo iba bien hasta que llegaron los abogados”. ¿Por qué parece que en vez de tener que convencer a los CEOs de las empresas sobre estas medidas hay que convencer a sus abogados? Tenemos que formar más y mejor a los abogados corporativos sobre los derechos humanos y consecuencias de incumplimientos.

Principios_rectores_NNUU

Los Principios son para toda la comunidad empresarial, no sólo para multinacionales.  Tenemos que pensar en formatos de implementación y aprendizaje para las pequeñas y medianas empresas.

Cada vez somos más conscientes que las auditorías no son la panacea. Ni si  quiera pueden garantizar lo que pasará la semana siguiente. Tenemos que encontrar otros mecanismos para identificar la causa real de los incumplimientos.

Existen multitud de iniciativas multistakeholder, pero ¿están siendo eficientes? No podemos pasarnos los siguientes 10 años haciendo los mismos proyectos y ofreciendo las mismas respuestas cuando no han ofrecido resultados tangibles. Tenemos que involucrar a los trabajadores, los sindicatos y las comunidades en el diseño, implementación y seguimiento de cualquier programa de cumplimiento.

La brecha de gobernanza sigue ahí y en muchos casos se hace más grande. ¿Con qué legitimidad les pedimos a Nestle o a Syngenta que solucionen “el problema” del trabajo forzoso y trabajo infantil en la agricultura cuando sólo 52 países han ratificado el Convenio núm. 129 de la OIT sobre inspección de trabajo en la agricultura, y cuando solamente unos cuantos de los que lo han ratificado incluyen el sector agrícola entre en los planes de trabajo de la inspección laboral? Tenemos que buscar más sinergias y cooperación entre las empresas, sistemas privados de auditoría y las inspecciones de trabajo.

En definitiva: como dicen los americanos, los mismos “elefantes en la habitación” (modelos de negocio de las empresas, trabajadores sin voz, horas de trabajo excesivas, modelos de diligencia debida caducos); las mismas preguntas encima de las mesas (¿cómo? ¿quién? ¿cuánto?); las mismas canciones silbadas mientras miran hacia otro lado. … y pocas respuestas.

¿Con qué me quedo? Pues con una actitud positiva y no exenta de responsabilidad.  

Me quedo con la idea de que cualquier intento de proteger, respetar o remediar de forma aislada, independiente o excluyente es inútil. O trabajamos los distintos agentes juntos- estados, empresas y sociedad civil- o seguiremos estancados otro año más.

Me quedo con que el Acuerdo de Bangladesh es un buen ejemplo de cooperación que demuestra que con voluntad y esfuerzo se pueden hacer cosas interesantes y que pueden tener impacto positivo. Ya veremos cómo se puede replicar el modelo para otros temas y regiones (¿horas de trabajo en China? ¿libertad de asociación en centro américa? …).

Y me quedo con que la semana que viene en la Organización Internacional de Trabajo hay una reunión de expertos en la que se van a explorar vías de colaboración entre sistemas públicos de inspección y auditorias privadas (aunque no sean la solución, tenemos auditorías para rato).

 Nos vemos el año que viene con … ¿más respuestas? ¿más colaboración? Espero que al menos con menos incumplimientos y ningún “Bangladesh”.

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