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La tarde del pasado sábado 22, batucadas y pancartas irrumpieron en Plaza España de Madrid, cerca de donde vivo. Miles de brasileños ataviados con camisetas amarillas entonaron lemas y apoyaron a sus compatriotas en Brasil. 

Sin líderes “oficiales”, los ciudadanos residentes en Madrid se organizaron para sumarse a sus coterráneos que los últimos días han protestado en el país más importante de América Latina. “Un Brasil diferente” es lo que piden; con menor inflación, con menor gasto en eventos de ocio, y más inversión en sanidad, educación y transporte.

El ejemplo de Brasil es el más reciente; pero esos ciudadanos se suman a una creciente lista de movimientos en otros países como Chile, México, Egipto, EE.UU. Israel, Alemania, Turquía y por supuesto España, que desde el 2011 renovó un tipo de protesta en las calles para pedir otro modelo socio económico. También el sábado pasado, más de 100.000 ciudadanos italianos protestaron contra el desempleo en Roma y otros miles de profesionales sanitarios cuestionaron las privatizaciones de hospitales y el deterioro de los servicios de salud en Madrid. El eco del primer lema que usaron los madrileños el 15.05.2011 persiste: «No somos mercancías en manos de políticos y banqueros».

Habrá quien opine que es un problema político, y habrá quien piense que es un tema exclusivamente económico... al fin es lo mismo. Lo importante es centrarse en las soluciones, en las respuestas a estos retos. Y todas las medidas pasan por asumir las empresas la responsabilidad que les toca. Si: las empresas. ¿O son las corporaciones ajenas a estas problemáticas? Todo lo contrario; las empresas, tanto como gestoras de personas o como proveedoras de bienes, son la expresión más concreta de las políticas macroeconómicas y los modelos sociales. Lo tangible y lo cercano para el ciudadano es: donde trabaja, cuanto gana y a quien compra. 

A principios de los ochenta, los ecologistas eran vistos como grupos minoritarios; como activistas “tangenciales” de la sociedad. En solo dos décadas el tema medioambiental se consolidó en todas las agendas y sectores y actualmente nadie discute su vital importancia. Pienso que lo mismo sucederá con estos movimientos ciudadanos que están surgiendo, y que ahora son vistos como fenómenos o grupos asilados. Sus mensajes en la mayoría de casos son firmes y atañen a toda la sociedad.

De cómo se afronten estos retos dependerá el futuro de los gobiernos y las organizaciones empresariales. En España, el concejal del PP Pérez Macián calificó en un artículo a los ciudadanos del 15M como: “híbridos de hiena y rata” y no contento arremetió: “unos falsos, unos parias, unos farsantes, unos fascistas y unos malnacidos”. La delegada del gobierno de Madrid, Cristina Cifuentes, vinculó a la Plataforma de Afectados por las Hipotecas (PAH) con el grupo terrorista ETA. En Brasil, contrariamente la presidenta Dilma Ruseff, al mismo tiempo que condenaba la violencia afirmaba: “Esa minoría no puede manchar un movimiento pacífico y democrático... Mi gobierno está escuchando a estas fuerzas que piden cambios”. Y acto seguido se reunió a dialogar con los representantes de los manifestantes. 

Los líderes empresariales, al igual que los gubernamentales, tendrán que optar por una actitud eficaz para gestionar los reclamos colectivos, que vendrán. Tendrán que hilar fino para evitar conflictos. Adoptar una actitud inteligente que atienda los requerimientos y las necesidades sociales; que evite las evasivas o la prepotencia. En tiempos donde las redes sociales y los medios informáticos aceleran el acceso a la información, hace falta asumir los retos de un modo totalmente diferente. La empresa ya no puede, como antes, centrase únicamente en fabricar un producto bueno bonito y barato; tiene que incorporar a su entorno social entre sus prioridades. 

Las manifestaciones en las calles son solo eso: signos exteriores y visibles de problemas mayores. Los ciudadanos cada vez más se asocian para enfrentar problemas de estafas indiscriminadas, engaños masivos o simples mejoras. Cuando las pancartas se pliegan se presentan reclamaciones y demandas judiciales, se fraguan boicots. Los líderes empresariales deben ser proactivos, no esperar que los conflictos estallen sino adelantarse a ellos; gestionarlos y no maquillarlos. Asumir los retos desde un esquema que contemple al consumidor –a la sociedad- como un socio y no como un enemigo; evidentemente. 

Finalizando, y para el lector no familiarizado con los tecnicismos de la RSC, nos referiremos a la palabra del titular: Stakeholder (o Grupo de Interés). En la teoría de la Responsabilidad Social Corporativa, Stakeholder es todo grupo de personas que puede afectar, o es afectado por las actividades de una empresa. En consecuencia se establecen 5 categorías principales: Clientes, Empleados, Accionistas, Proveedores y Sociedad. Y casi siempre Sociedad suele colocarse al final, casi por corrección política, cuando es obvia su gran importancia. Por mi parte, le asigno un lugar preferente entre los Stakeholders; un rol protagónico.

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