El otro día, las palabras de mi hija, recordando a su padre en la boda de su hermano, me hicieron reflexionar sobre algo que deseo compartir con vosotros. Dijo: Recuerdo que papá escribió con rotulador en letras grandes en la pared de la habitación de Mario: “el mundo es de los fuertes, no de los inteligentes” y yo entonces pensé: papá se equivoca, cómo van a ser más poderosos los músculos que el cerebro, la inteligencia es la que debe dominar el mundo y no la fuerza".
Cristina García-Orcoyen
El otro día, las palabras de mi hija, recordando a su padre en la boda de su hermano, me hicieron reflexionar sobre algo que deseo compartir con vosotros. Dijo: Recuerdo que papá escribió con rotulador en letras grandes en la pared de la habitación de Mario: “el mundo es de los fuertes, no de los inteligentes” y yo entonces pensé: papá se equivoca, cómo van a ser más poderosos los músculos que el cerebro, la inteligencia es la que debe dominar el mundo y no la fuerza".
"Mucho tiempo después de que papá muriese me di cuenta del significado de aquella frase y de lo que mi padre quiso que mi hermano tuviese siempre presente. Entonces comprendí por qué la fuerza es más importante en la vida que la inteligencia. Mi padre se refería a la fuerza de espíritu, a la constancia, a la rectitud de juicio, al empeño diario en una vida con propósito, con metas, con ideales por los que luchar. Tenía razón".
Pensando de nuevo en esas palabras las trasladé a nuestros días, a nuestro país, de aparente abundancia de “inteligencias", pero de absoluta debilidad en su fuerza renovadora, en su capacidad de crear una visión de conjunto coherente, con un mensaje de metas y objetivos a largo plazo.
Me di cuenta de que hace muchos años que dejamos de trabajar el músculo que hace fuerte a una sociedad y de lo dolorosa y difícil que va a ser la rehabilitación.
Estamos débiles, desanimados, y sin fe en nuestros líderes. Empleamos nuestra inteligencia para salir adelante cada cual como puede, pero carecemos de la fuerza y los ideales comunes que llevan a un pueblo a superarse y hacer grandes cosas. Debemos recuperarnos cuanto antes de este estado, volver a soñar y trabajar para hacer nuestros sueños realidad.
Casualmente anoche jugaba con un bolígrafo que compré en Washington, justo después de que ganase Obama las elecciones y apreté distraídamente en un costado. De repente surgió la voz de Obama con sus palabras, ya históricas, en su discurso de investidura animando al pueblo americano a superar todas las dificultades y volver a ser la gran nación que ha liderado el mundo en los últimos siglos y que terminan con un electrizante “ ¡!!!Yes we can!!!”.
Me quedé asombrada, primero por el ingenioso artilugio parlante, y luego por el enorme magnetismo de esa voz y el rugido de aplausos que provocaba. Nos guste o no ahí estaba Obama con toda la fuerza de un líder y ahí estaba un pueblo dispuesto a hacer músculo, a trabajar por un nuevo proyecto de país salvando diferencias y aunando esfuerzos. Sentí envidia.
Evidentemente, América tiene grandes debilidades, como otros muchos países que nos parecen en estos momentos mejor y más organizados que el nuestro, pero no se le puede negar esa fuerza de espíritu, esa capacidad de renacer una y otra vez de las cenizas con el propósito de hacerlo mejor, y eso precisamente es la mayor debilidad que yo veo en nuestro país y que debemos erradicar como sea.
Creo que nunca debimos creer en los espejismos de riqueza fácil e ilimitada, que la austeridad es un valor que siempre es necesario cultivar por muy bien que nos vayan las cosas y que ahora nos toca hacer frente a las consecuencias de muchos errores de percepción, y sobre todo de educación cometidos a lo largo de las últimas décadas, pero también creo que no servirán de mucho si no van acompañadas de intensos ejercicios para crear fuerza en la sociedad, para formar atletas en el compromiso y la cooperación a todos los niveles, en la adquisición de conocimientos que nos haga más creativos, más competitivos y más ilusionados con el futuro de nuestro país.
Debemos exigir a nuestros políticos que vuelvan a los intereses de Estado y abandonen los intereses de "pandilla" de "amiguetes" instalados en el poder. Nuestro empresarios tienen que volver a crear empresa, alejándose de la especulación y el beneficio rápido, y nuestros ciudadanos, nosotros, tenemos que volver a la costumbre del esfuerzo diario, a la educación por y para servir más y mejor a la sociedad, al trabajo bien hecho y a la formación continua para ser cada vez más versátiles en un mundo cambiante y global.
Los ciudadanos estamos presenciando, entre el asombro y la tristeza, un espectáculo deplorable de nuestros referentes políticos y sociales, que lejos de contribuir a crear confianza dentro y fuera de nuestras fronteras, nos dan la sensación de país obsoleto y bárbaro dividido en tribus empeñadas en imponer cada una su corta visión de la realidad y del futuro.
Esto tiene que cambiar por el bien de todos. Tenemos que aprovechar la oportunidad que nos brinda esta etapa de crisis para hacer borrón y cuenta nueva de nuestros malos hábitos, de nuestras divergencias y de nuestra forma de dirimirlas. Es tiempo de cultivar de nuevo la fuerza de la que hablaba mi hija.
¿Estamos dispuestos?.
Cristina García-Orcoyen
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