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Desde 2014, más de 52.000 personas migrantes han perdido la vida huyendo de crisis humanitarias, según un nuevo informe de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). El Mediterráneo central, con casi 25.000 desaparecidos, se mantiene como la ruta migratoria más letal del mundo. Estas cifras reflejan una realidad devastadora: miles de personas se ven forzadas a arriesgarlo todo cuando la inseguridad, la pobreza o los conflictos les cierran cualquier vía segura en sus países de origen.
Morir en el intento

Los problemas sociales actuales son múltiples y, sin lugar a duda, la migración forzada es uno de los más complejos. Ante los conflcitos de diverso tipo en el mundo entero miles de personas pierden su vida en busca de un futuro mejor. La triste paradoga de morir en el intento.

Más de 52.000 personas han perdido la vida desde 2014 mientras huían de crisis humanitarias, según el último informe del Proyecto Migrantes Desaparecidos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). El documento pone cifras escalofriantes a una crisis prolongada y sistemáticamente invisibilizada: al menos el 72% de las muertes registradas en rutas migratorias corresponden a personas originarias de países en crisis, como zonas en guerra, regiones devastadas por desastres naturales o contextos políticos colapsados.

“Estas cifras son un recordatorio trágico de que las personas arriesgan sus vidas cuando la inseguridad, la falta de oportunidades y otros factores de presión las dejan sin opciones viables o seguras en su lugar de origen”, ha afirmado Amy Pope, directora general de la OIM.

 

El informe destaca que el Mediterráneo central sigue siendo la ruta migratoria más letal del mundo, con cerca de 25.000 personas desaparecidas en el mar. A esta cifra se suman las más de 11.000 muertes documentadas en las Américas y los más de 5.000 fallecimientos de migrantes afganos, muchos tras la crisis política de 2021. También se contabilizan más de 3.100 personas rohinyás que murieron ahogadas o intentando cruzar hacia Bangladesh.

En total, el estudio recoge más de 72.000 muertes y desapariciones desde 2014 en rutas migratorias de todo el mundo. Lo alarmante es que 2024 ha sido el año con mayor número de muertes registradas, siendo el segundo año consecutivo en que las víctimas superan las 8.700.

Migrar por necesidad, no por elección: la urgencia de rutas seguras

La OIM denuncia que, pese a la magnitud del problema, los migrantes forzados siguen siendo excluidos de muchas de las respuestas humanitarias ante crisis globales. “Con demasiada frecuencia son ignorados”, lamenta Julia Black, coordinadora del Proyecto Migrantes Desaparecidos y autora del informe.

Uno de los principales problemas identificados es la falta de datos fiables, especialmente en zonas en guerra o afectadas por desastres, lo que hace que las cifras reales probablemente sean aún más elevadas. Además, muchas de las evaluaciones de necesidades no incluyen medidas específicas para proteger a las personas migrantes en movimiento, a pesar de que una de cada cuatro proviene de contextos de crisis.

Por eso, desde la OIM se hace un llamado urgente a los Estados y a los organismos internacionales para actuar de forma coordinada. Las prioridades deben ser: ampliar las vías legales y seguras de migración, mejorar el acceso a ayuda humanitaria y sanitaria, e invertir en sistemas de datos robustos que permitan proteger a quienes se encuentran en situación de vulnerabilidad extrema.

Un enfoque de derechos humanos ante la movilidad forzada

En el contexto de una crisis climática global, conflictos persistentes y desigualdades estructurales, la migración forzada es una de las caras más visibles de la injusticia social contemporánea. Lejos de ser una elección, para millones de personas migrar es una cuestión de supervivencia. Por ello, los derechos humanos deben estar en el centro de cualquier política migratoria.

“Debemos invertir en la creación de estabilidad y oportunidades dentro de las comunidades, de modo que la migración sea una opción y no una necesidad”, enfatizó Pope. “Y cuando quedarse ya no es posible, debemos garantizar que migrar no sea sinónimo de morir en el intento”.

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