La imperante necesidad de abordar los desafíos del cambio climático y avanzar hacia un futuro sostenible ha convertido la transición energética en un objetivo crucial. Para acelerar este proceso y reducir nuestra dependencia de combustibles fósiles, resulta fundamental implementar estrategias y políticas efectivas que impulsen la adopción de tecnologías limpias, fomenten la eficiencia energética y promuevan la investigación y desarrollo en el campo de las energías renovables.
El informe Global Energy Perspective 2023 de McKinsey & Company destaca la importancia de abordar los cuellos de botella en la tecnología de transición energética. La innovación, el desarrollo de infraestructura y la regulación son elementos cruciales para alcanzar los objetivos de cero neto, limitando el calentamiento global a menos de 2°C respecto a los niveles preindustriales, e incluso a 1,5°C, conforme al Acuerdo de París.
La investigación presenta cuatro escenarios ascendentes que exploran resultados entre un calentamiento de 1,6°C a 2,9°C para 2100. Analizando más de 400 factores, incluyendo sectores, tecnologías, políticas y regulación, costos y combustibles, estos escenarios informan a los responsables de decisiones sobre los desafíos asociados con la transición energética.
En el ámbito de las energías limpias, el informe destaca que, superando los cuellos de botella, la energía limpia podría representar hasta un 85% de la generación global de energía para 2050 en un escenario de Compromisos Cumplidos. Tecnologías como la eólica, solar, vehículos eléctricos, hidrógeno verde y bombas de calor muestran un alto potencial, pero enfrentan desafíos críticos, como posibles desabastecimientos y aumentos significativos en la demanda de materiales clave.
El informe también enfatiza que la velocidad de la electrificación de la industria impactará el consumo global de energía. En un escenario de Compromisos Cumplidos, se prevé una disminución del 6% en el consumo global de energía para 2050, impulsado por la electrificación en varios sectores. En contraste, en un escenario de Fading Momentum, con una desaceleración en la electrificación, se proyecta un aumento del 24% en el consumo de energía para el mismo período.
En cuanto a la transición desde los combustibles fósiles, se espera que la demanda de petróleo disminuya significativamente para 2050, impulsada por la desaceleración del crecimiento del parque automovilístico, mejoras en la eficiencia de los motores y la continuada electrificación del transporte. El aumento de las energías renovables también se destaca como una contribución clave para reducir las emisiones de generación eléctrica en un 71% para 2050, incluso ante un aumento considerable en la demanda.
Finalmente, el análisis concluye que las inversiones anuales totales en el sector energético podrían crecer entre un 2% y un 4% anual, alcanzando entre 2 y 3,2 billones de dólares en 2040. Las tecnologías de descarbonización experimentarían el mayor crecimiento de inversión, impulsadas por la adopción de infraestructura de carga de vehículos eléctricos y el uso y almacenamiento de captura de carbono. La diversificación de inversiones, incluyendo petróleo y gas, se mantendría para garantizar la seguridad de la oferta y satisfacer la demanda en diferentes escenarios.