¡Qué calor! Ha sido quizás una de las frases más escuchadas este verano. Uno de los efectos más palpables del cambio climático son las olas de calor que se dan cada vez con mayor frecuencia e intensidad. Además, estas son cada vez más extensas tanto en tiempo como en territorio. Como consecuencia, el exceso de calor aumenta cada década que pasa, y con esto la probabilidad de que aparezca estrés térmico.
Pero, antes de continuar es preciso aclarar de qué hablamos cuando decimos “estrés térmico”. Se trata de un índice sintético que nos ayuda a entender cómo nuestro cuerpo reacciona ante las condiciones meteorológicas. El estrés térmico es una condición en la que el cuerpo humano o un organismo enfrenta dificultades para mantener su temperatura interna dentro de un rango óptimo debido a cambios extremos en la temperatura ambiental. Esto puede ocurrir tanto en condiciones de calor como de frío. Sin embargo, en este caso, nos centraremos en el estrés térmico debido al calor.
El cuerpo humano tiene un mecanismo de regulación de la temperatura llamado termorregulación, que normalmente permite mantener la temperatura interna alrededor de 37 °C (98.6 °F) en una variedad de condiciones ambientales. Cuando la temperatura ambiente se vuelve excesivamente alta y la humedad también es alta, el cuerpo puede tener dificultades para disipar el calor generado por su metabolismo interno. Esto puede dar lugar a diversas afecciones relacionadas con el calor, como el agotamiento por calor, el golpe de calor y otras complicaciones médicas graves. Las causas principales del estrés térmico debido al calor incluyen:
“Tiene en cuenta también la humedad relativa del aire, la fuerza de las rachas de viento, o incluso la exposición al sol”, en palabras de Ivana Cvijanovic, investigadora que trata de aportar luz a este fenómeno con sus estudios.
Por su parte, no existe una definición de ola de calor aceptada globalmente. Todas las manejadas por organismos internacionales se refieren a “periodos inusuales de calor excesivo”. Además, tienen impacto en morbilidad, mortalidad, vulnerabilidad social y pérdidas económicas (principalmente agricultura). El estrés térmico, además de un cuadro médico una vez superado cierto umbral meteorológico, es también el nombre que se le da a dicho umbral. Puede pensarse como una barrera que una vez superada juega primero en detrimento del confort, y después de la salud, como señala Cvijanovic en sus publicaciones. A medida que aumentan las olas de calor, aumenta también el riesgo de estrés térmico.
¿Cómo influye el estrés térmico en las personas?
El artículo publicado por BBVA cita a Lewis G. Halsey, profesor en la Facultad de Ciencias de la Vida y la Salud de la Universidad de Roehampton y yAutor de varios estudios científicos relacionados con la actividad metabólica humana y la temperatura, quien explica que: “La combinación de actividad física y altas temperaturas ambientales puede ser muy exigente para el cuerpo, que puede no ser capaz de mantener la temperatura corporal interna dentro de un rango saludable”. responde qué es lo que le ocurre a las personas cuando trabajan en un ambiente de calor excesivo.
“Una vez que la temperatura interna supera los 40 grados, las personas corren el riesgo de sufrir estrés térmico e incluso un golpe de calor. ‘In extremis’, esto puede causar daños en los órganos, que pueden ser reversibles o no”. Aunque este experto en calor señala que no tiene por qué pasar nada si el cuerpo de una persona (“su fisiología”) es capaz de soportar el calor, las consecuencias de lo contrario “puede tener una serie de efectos nocivos, desde pérdida de coordinación hasta desmayos y daños en los órganos”.
Como explica Carlos Camacho, investigador en Doñana, en un vídeo sobre la desertización del campo, “la temperatura media [elevada] no te mata, pero sí lo hace la temperatura extrema [cuando esta también se eleva]”. Son los nuevos extremos de la crisis climática lo que más preocupa. Como adelantaba Lewis G. Halsey y Dominic Royé, en el extremo del estrés térmico y golpe de calor está el fallecimiento debido a las altas temperaturas, que cada década adquiere más y más notoriedad debido al aumento de casos. En este nuevo episodio del cambio climático, bautizada en 2023 como “era de la ebullición global” por Antonio Guterres, secretario general de las Naciones Unidas, resulta imperativo tomarse en serio este riesgo creciente.
Durante el año 2022, las muertes atribuibles al exceso de calor llegaron a más de 5.300 en España, más otros 6.700 durante calor moderado; en Sudamérica, los fallecimientos relacionados con el calor aumentaron en un 160 % entre 2017 y 2021. En Latinoamérica, México es uno de los países que más está sufriendo este fenómeno, con un incremento de fallecimientos por calor nunca antes visto: a mitad de año el gobierno contaba 249 muertes en tres meses, más de un 1000 % con respecto al año previo. En Estados Unidos se dan subidas similares. Se estima que en 2022 fallecieron entre 11.000 y 12.000 personas en Europa debido al exceso de calor —el factor de Factor de Exceso de Calor (EHF) es un concepto que incorpora dos aspectos fundamentales en de la ola de calor: la intensidad y la aclimatación del cuerpo humano.
En resumen, algunas principales formas en que el estrés térmico puede influir en las personas son:
Impacto en la biodiversidad
El estrés térmico también tiene un impacto significativo en la biodiversidad y los ecosistemas naturales. Las especies animales y vegetales están adaptadas a rangos específicos de temperatura y condiciones climáticas, por lo que los cambios en el clima y las temperaturas pueden afectar su supervivencia, distribución y comportamiento. El impacto del estrés térmico y el exceso de calor ha sido estudiado principalmente en humanos, seguidos de animales muy antropizados: ganado y animales domésticos. Estos últimos, aunque viven en ciudades, suelen tener más vigilancia y entornos seguros porque las condiciones de confort humanas se extienden a ellos y, aunque se recomienda evitar paseos en olas de calor, no habitar a la intemperie e hidratarse, lo más grave lo sufre el ganado.
Agricultura y ganadería suelen poner el foco en la falta de producción asociada al estrés por calor. Por ejemplo, pérdidas en la producción de leche o disminución drástica de producción de grano. La biodiversidad urbana se adapta a las altas temperaturas de sus islas de calor, e incluso se han visto adaptaciones rápidas: nuevos mosquitos en el metro de Londres, mirlos que no migran, lagartos con dedos adaptados al ladrillo. Sin embargo, estos ejemplos son la punta de un iceberg del deterioro de la biodiversidad y pérdida de nichos en la cadena trófica, más susceptible al colapso.
Finalmente, el artículo publicado por BBVA sostiene que, en tierra, las temperaturas extremas están amenazando a los vertebrados directamente. Se ha visto cómo los biomas migran hacia los polos (y hacia cotas más altas) y hay ganado que busca sombra bajo placas solares para mitigar el calor. En el océano ocurre algo parecido e incluso hay peces que se sumergen a aguas más frías para controlar su termorregulación (además de disminuir en número y tamaño) y animales como delfines, orcas o ballenas tienen cada vez más dificultades para obtener un alimento que se desplaza hacia las profundidades. La naturaleza está gravemente afectada debido al cambio climático y eventos como sequías o riesgo de incendios; y es igual de vulnerable a las olas de calor y el estrés térmico. Eso sí, espacios con más biodiversidad y más asilvestrados son más resilientes a los impactos derivados del calor excesivo.