La corrupción es un problema grave que afecta al desarrollo sostenible de manera significativa. Tiene múltiples formas y puede manifestarse en diversos sectores, como la política, los negocios, la administración pública y la justicia. El coste de la corrupción para el desarrollo sostenible es alto y se puede observar en varias áreas:
Lachezara Stoeva, presidenta del Consejo Económico y Social de la ONU, denunció que entre muchas otras consecuencias negativas, la corrupción tiene efectos perjudiciales para el desarrollo sostenible en todos los países y su coste es abrumador, y sostuvo que es urgente: “aprovechar el poder transformador del Objetivo de Desarrollo Sostenible número 16”, que busca promover sociedades justas, pacíficas e inclusivas.
Concretamente, la experta afirmó que “La corrupción se lleva más del 5% del PIB mundial. De los aproximadamente 13 billones de dólares de gasto público mundial, hasta el 25% se pierde a causa de la corrupción”. Un coste que no se limita únicamente a un aspecto financiero, sino que también contribuye a empeorar múltiples facetas colectivas como favorecer la pérdida de recursos naturales, exacerbar la pobreza y la desigualdad, erosionar la confianza y la cohesión social y socava la estabilidad económica y política.
A todas estas facetas, añadió que las mujeres, los pobres y los grupos vulnerables son los más afectados por la corrupción y que, cuando nos encontramos a la mitad de implementar la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, urge acelerar la implementación de los Objetivos, un desafío que consideró complicado ya que “la corrupción se interpone en nuestro camino”.
Para combatir la corrupción y promover el desarrollo sostenible, se requiere un enfoque integral que incluya medidas legales, fortalecimiento institucional, transparencia y participación ciudadana. Es fundamental promover una cultura de integridad y rendición de cuentas, así como fomentar la educación y concienciación sobre los efectos negativos de la corrupción. Además, la cooperación internacional y el intercambio de mejores prácticas pueden ser clave para abordar este desafío a nivel global.
Sin embargo, Stoeva declaró que los avances sobre paz, justicia, e instituciones sólidas, tal y como promueva esa meta número 16, pueden generar lo que calificó de “círculo virtuoso”. “El Objetivo 16 es un requisito indispensable para la aplicación efectiva de todos los demás. A su vez, este avance se convierte en un factor que permite dar respuestas más eficaces a la corrupción”, afirmó. Para conseguirlo, explicó que reducir los flujos financieros ilícitos y combatir la corrupción y el soborno en todas sus formas “son elementos fundamentales de la paz y de unas sociedades pacíficas, justas e inclusivas”, señaló.
Por su parte, en videoconferencia desde Viena, la directora ejecutiva de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, Ghada Waly, recordó que su agencia está creando una red de centros regionales de lucha contra la corrupción que ayudan a mejorar las necesidades sobre el terreno y promueven la cooperación interregional y Sur-Sur. Waly especificó que el primer centro se inauguró en México el año pasado y que pronto se abrirán otros dos en Kenia y Colombia, junto a otros proyectos en marcha.
La directora general de la Organización Internacional de Derecho para el Desarrollo, Jan Beagle, compartió tres aspectos en los que el Objetivo 16 puede desempeñar un papel vital para abordar estos desafíos globales: