¿Alguna vez has sentido miedo por el futuro del planeta? ¿te genera angustia leer noticias sobre la emergencia climática? Si la respuesta es sí, probamente, has experimentado alguna vez lo que se conoce como “ecoansiedad”. Un artículo recientemente publicado en el espacio de encuentro, Sostenibilidad e impacto de ImpactHub explica que, según la American Psychology Association (APA), la ecoansiedad es “el temor crónico a sufrir un cataclismo ambiental que se produce al observar el impacto aparentemente irrevocable del cambio climático y la preocupación asociada por el futuro de uno mismo y de las próximas generaciones”. Sin dudas, este temor está relacionado con el incierto panorama al que podríamos enfrentarnos durante los próximos años, pero también con la pasividad de las instituciones y la sociedad para actuar.
Muy probablemente todos hemos experimentado esta sensación alguna vez, y más aún en los últimos días en los que la agenda mediática está atravesada por temas vinculados a la COP27 y la preocupante situación medioambiental en el mundo entero. Lo cierto es que el contexto actual favorece a que nos sintamos abrumados y preocupados por el futuro (y el presente) de nuestro planeta. El artículo de ImpactHub advierte que para sufrir de ecoansiedad basta con ser consciente de la situación en la que nos encontramos y llevar la inquietud al límite, aunque estar sometido a la información que transmiten los medios de comunicación acerca de catástrofes naturales cada vez más recurrentes tampoco ayuda.
La publicación analiza que la ecoansiedad no es un padecimiento exclusivo de los más jóvenes, pero por distintos motivos, es en ellos en los que está calando más hondo y son ellos también los que presentan los cuadros más preocupantes. De hecho, según un estudio publicado por The Lancet en el que participaron 10.000 personas de entre 16 y 25 años y de 10 países, el 45 % reconoce que convive de manera continua con pensamientos preocupantes sobre la situación climática. Hasta un 56 % cree que no hay solución posible y el futuro que nos espera va a ser desolador. Los investigadores sostienen que es normal que los jóvenes sean más sensibles a la ecoansiedad, ya que ellos han crecido en un ambiente más informado y comprometido con la sostenibilidad, y comprobar que de forma individual no hay mucho que pueda hacerse para mitigar el problema resulta frustrante.
En primer lugar, se trata de un clima de época que acompaña las preocupaciones actuales. Pero, además, analizando en mayor profundidad, es posible afirmar que este sentimiento es otro impacto del climático en la salud de las personas a nivel mental: estrés, depresión, abuso de sustancias o desordenes postraumáticos. Los expertos afirman que estas alteraciones tienen una repercusión mayor en comunidades cuyo territorio se ha visto afectado de manera directa por las consecuencias del cambio climático, y de hecho suponen un paso más allá respecto a la ecoansiedad. En este tipo de situaciones, el término al que se recurre es el de “solastalgia”, un concepto acuñado por el filósofo australiano Glenn Albrecht para referirse al estrés mental y emocional de gente que ha padecido un desastre ecológico.
¿Cómo hacerle frente? (y no morir en el intento)
En la medida de los posible, es importante poder ser resilientes y sacar algo positivo de este padecimiento. Pese a la angustia de quien sufre ecoansiedad, es posible también encontrar en ella una herramienta que puede ayudarnos a reforzar nuestro compromiso con el cuidado del medio ambiente y su preservación. El artículo apunta que, si bien los motivos para caer en la ecoansiedad tienen una base justificada, hay maneras de gestionarla y ver la imagen global desde un punto de vista más positivo. En este sentido, la publicación recopila una serie de recomendaciones que pueden ayudar a abordar la ecoansiedad: