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Migrar nunca es fácil, y menos cuando el miedo es lo que motiva a dejar todo atrás y empezar de cero. Más de 260 millones de personas se han desplazado en una década por desastres agravados por el cambio climático, ellos son “migrantes climáticos” y en el contexto de crisis medioambiental actual, son cada vez más. Así lo muestra el informe “¿Más allá del pánico?: análisis de los desplazamientos climáticos en Senegal, Guatemala, Camboya y Kenia” liderado por WeWorld y en el que participan 15 socios, incluida Alianza por la Solidaridad-ActionAid, de 13 países de la UE, que tiene como objetivo informar, sensibilizar y activar a la juventud sobre el cambio climático y la movilidad humana. La investigación analiza cómo el cambio climático impacta en las migraciones humanas de cuatro países: Senegal, Camboya, Kenia y Guatemala.

¿Quién es el migrante climático? ¿Y cómo podemos abordar el complejo nexo entre la crisis climática y la migración de forma que sea productivo y beneficioso para aquellas personas cuyas vidas y sustentos corren más riesgo a raíz de la crisis climática? Estas son algunas de las preguntas a las que busca dar respuesta el informe “¿Más allá del pánico?: análisis de los desplazamientos climáticos en Senegal, Guatemala, Camboya y Kenia”. La investigación recoge testimonios de personas afectadas en dichos cuatro países y también, el resultado de grupos de discusión con especialistas, diarios climáticos, entrevistas en profundidad y encuestas a la población en los tres continentes. La publicación de este informe se produce en el marco del proyecto Climate of Change, financiado por la Unión Europea. La investigación fue llevada a cabo por un equipo de investigación interdisciplinar con sede en la Universidad de Bolonia, que echó mano de sistemas sociológicos, agrícolas y alimentarios combinados y de perspectivas humano-geográficas y jurídicas, así como de organizaciones asociadas sobre el terreno en aquellos países del estudio de caso que no fue posible visitar debido a la pandemia del Covid-19.

Como en casi todos los análisis sociales, no existe una única causa para explicar la complejidad del fenómeno de las migraciones climáticas. Aunque un denominador común es la dimensión política de fondo. Los expertos afirman que, como sucede siempre con lo relativo a la migración, el carácter marcadamente político es una constante. Además, el factor de la desigualdad juega un rol protagónico. Entre los datos que se recogen en el estudio, se menciona que las personas de los países más empobrecidos tienen una probabilidad seis veces mayor que las de las naciones ricas de sufrir lesiones, perder sus hogares, ser desplazadas o evacuadas, o necesitar ayuda de emergencia como consecuencia de las catástrofes.

Uno de los datos más contundentes que se desprende del informe es que más de 260 millones de personas han tenido que migrar de sus hogares, entre 2008 y 2018, por desastres de tipo ambiental, una parte importante de los cuales se vincula al cambio climático, según la Organización Internacional para las Migraciones.  El estudio advierte que no se trata de un fenómeno nuevo, las personas se han estado desplazando en respuesta a cambios en su entorno, a menudo de manera estacional durante siglos, sin embargo, en el último tiempo esto se ha exacerbado y la cifra no deja de aumentar. Si bien se trata de un fenómeno multicausal, está claro que los impactos de la crisis climática se están agravando y haciendo que las vidas y sustentos de muchas personas sean cada vez más insostenibles.

“Los migrantes climáticos” son cada vez más y, en el último tiempo, han surgido unos discursos cada vez más alarmistas acerca de ellos como una amenaza invasora, que se desplazarían en grandes cifras desde el Sur Global al Norte Global. Todo ello a pesar de que la gran mayoría de los movimientos son internos o hacia países vecinos, advierte el informe. Por otro lado, destaca que algunas de las personas más vulnerables a la crisis climática son, y seguirán siendo, incapaces de desplazarse, ya que la movilidad también depende del capital social y económico. Una vez más, estos mensajes más matizados se suelen perder en los discursos mediáticos y las cifras son (mal) usadas para exacerbar los discursos del miedo, denuncia el documento.

El informe expone que muchas de las personas migrantes o desplazadas por catástrofes climáticas (sequías e inundaciones, principalmente) señalan como causa de su movilidad otros motivos. Motivos económicos, políticos, sociales o demográficos que, a menudo, tienen detrás factores relacionados con el calentamiento global, como son la falta de empleo o la carestía de agua y tierras de cultivo. En definitiva, el impacto en los medios de vida de los que dependen muchos hogares.

Es importante destacar que, con el objetivo de desnaturalizar la crisis climática, a menudo descrita como catástrofes naturales que invisibilizan tanto las responsabilidades sociopolíticas como las desigualdades globales en el origen de la crisis, la investigación echa mano del concepto de «justicia de la movilidad» de la socióloga Mimi Sheller (2018) para incluir el cambio climático, la urbanización insostenible y los sistemas fronterizos insostenibles dentro de una crisis combinada. Este enfoque, explican los autores del informe, reconoce el impacto del colonialismo tanto en las movilidades como en los lugares y que la capacidad de adaptación es muy desigual, ya que está influida por consideraciones interseccionales como la posición de una persona en relación con el capital, el género, el origen étnico, la clase y la raza. El documento recupera algunas de las realidades que se ocultan tras los titulares alarmistas acerca de los denominados “migrantes climáticos”, prestando atención a los cuatro países de los estudios de caso:  

Senegal

El primer caso que analiza el documento muestra que, en este país de África Occidental, el principal impacto del cambio climático es el aumento del nivel del mar en la zona costera: es el octavo país del mundo donde este riesgo es mayor. Siendo la zona costera la de mayor densidad de población: alrededor del 65 % de la población senegalesa reside en la costa; no en vano, sus grandes ciudades (capital incluida) son costeras. El informe destaca cómo estos impactos climáticos se incrementan debido a un desarrollo urbanístico rápido y poco planificado, al albur de los desplazamientos desde el interior rural debido a las sequías y los ciclos de lluvia caóticos. Además, el estudio denuncia que, a las sequías se suma el deterioro de la actividad pesquera, de la que viven unas 600.000 personas (el 15% de la población activa). El calentamiento genera cambios de las corrientes, afectando a las migraciones de los peces.

Guatemala

El segundo país que analiza el estudio es Guatemala ya firma que la situación de las migraciones allí tiene otros condicionantes. Situado en el Corredor Seco, el país está entre los diez más vulnerables al cambio climático, con un 70% de su población por debajo del índice de pobreza. Se estudió Totonicapán, lugar donde preocupan las olas de calor (al 31,4%), seguidas de las tormentas (21,7%) y las sequías (12%). Estos fenómenos extremos se ven agravados por la minería y el acaparamiento de recursos como el agua: 6 de cada 10 litros de agua se destinan a grandes plantaciones de caña de azúcar, aceite de palma y plataneras.

Camboya

El tercer caso que recupera la investigación es el de Camboya. Allí, los investigadores detallan que a los problemas de deforestación (el país ha perdido un 10% de su cubierta forestal en seis años) por una continua expansión agrícola y de plantaciones de caucho, se añade que las lluvias cada vez son más erráticas en una zona en la que casi la mitad de la población depende de ellas como fuente de agua. En el último año, un 23,2% mencionaba que no ha tenido suficiente agua potable durante cuatro meses y un 42,5% había sufrido más de un fenómeno climático (tormentas, inundaciones, olas de calor o sequías). Muchas declararon que están vendiendo sus pequeños terrenos para poder pagarse el coste de la migración.

Kenia

Por último, los expertos se centran en el caso de Kenia, en donde tanto sequías como inundaciones están provocando importantes desplazamientos en este país del Cuerno de África. Sobre todo, entre pastores que sufren pérdidas frecuentes de ganado. El uso de los desalojos para llevar a cabo proyectos de protección medioambiental también ha contribuido al desplazamiento de las poblaciones. En el Condado de Isiolo, la sequía y las lluvias impredecibles han afectado negativamente a las cosechas, la productividad ganadera y la mortalidad de las reses. Esto ha generado inseguridad alimentaria y ha aumentado los conflictos por los recursos naturales. El pastoreo nómada forma parte de su vida, pero la escasez está dificultando unos movimientos que, hasta ahora, no generaban violencia.

Entre otras cosas, el informe concluye que para las personas protagonistas de la investigación, la crisis climática ya es una realidad que exige atención y respuestas políticas inmediatas. Sin embargo, deben ser respuestas políticas matizadas y equilibradas, para no caer en discursos de emergencias relacionadas con crisis que pueden encasillar a las personas obligadas a desplazarse como una amenaza. A menudo se define a la crisis climática como una crisis futura, pero este informe destaca hasta qué punto es, por el contrario, un fenómeno potente que afecta ya a las vidas cotidianas de millones de personas.

En este sentido, la publicación incluye recomendaciones a nivel internacional, nacional y local. A nivel internacional, se pide crear nuevas rutas migratorias, facilitando vías legales y seguras para las personas que se desplazan en el contexto de impactos del cambio climático. También se aboga por mejorar y compartir tecnologías y medios para la adaptación al cambio climático y se exige que los Estados ricos e industrializados que más han contribuido a las emisiones de gases de efecto invernadero y al calentamiento global aporten ayuda económica para financiar políticas de adaptación y mecanismos de compensación de pérdidas y daños de las zonas más afectadas. Es necesario tomar medidas urgentes. Las experiencias cotidianas de las personas que han participado en esta investigación evidencian que la crisis climática se ve agravada por las causas socio-naturales subyacentes.

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