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Seis de las principales ONG de infancia, Educo (como miembro en España de Child Fund Alliance), Plan International, Save the Children, Aldeas Infantiles SOS (como miembro de SOS Children´s Villages International), Tierra de Hombres y World Vision, unidas en la Alianza Joining Forces, han expresado su preocupación compartida por los efectos devastadores de las múltiples crisis actuales en las niñas y niños.

Diversas investigaciones de organismos internacionales denuncian que el mundo se enfrenta a una crisis de hambre de una escala sin precedentes. A cada minuto, un niño o niña entra en situación de malnutrición severa, y 8 millones de menores están en riesgo de muerte en diversos países afectados por la crisis a menos que reciban tratamiento inmediato. Estos países son Afghanistan, Burkina Faso, Chad, República Democrática de Congo, Etiopia, Kenia, Haiti, Madagascar, Mali, Niger, Nigeria, Somalia, Sudán y Yemen.

Seis de las principales ONG de infancia, Educo (como miembro en España de Child Fund Alliance), Plan International, Save the Children, Aldeas Infantiles SOS (como miembro de SOS Children´s Villages International), Tierra de Hombres (que forma parte del Movimiento Internacional Terre des hommes) y World Vision, unidas en la Alianza Joining Forces, han expresado su preocupación compartida por los efectos devastadores de esta crisis en las niñas y niños.

Como organizaciones que trabajan directamente con los niños y niñas, las familias y las comunidades de todo el mundo, ven a diario los devastadores efectos de los conflictos, el cambio climático, la COVID-19 y las repercusiones del conflicto en Ucrania. La crisis del hambre ya está teniendo profundas consecuencias para la infancia, entre otras cosas, amenazando la supervivencia y la protección de los niños y niñas, y aumentando el riesgo de desnutrición grave y aguda. Los niños y niñas corren un mayor riesgo de sufrir violencia, explotación y abusos debido al abandono escolar, el trabajo infantil, su reclutamiento forzoso y utilización por parte de fuerzas o grupos armados y la separación de sus familias. Los niños y niñas sin cuidado parental son especialmente vulnerables a la inseguridad alimentaria y sus múltiples efectos. Las niñas corren un riesgo especial de matrimonio infanti precoz y forzado, embarazo precoz, abandono escolar, explotación sexual y abusos. Cuando los alimentos escasean, las niñas y las mujeres suelen comer menos y ser las últimas en comer.

Los expertos de las citadas organizaciones denuncian que, en todo el mundo, casi 50 millones de personas viven en niveles de hambre aguda catastróficos o de emergencia. Sin acciones urgentes, el impacto de tal cantidad de personas que padecen hambre extrema tendrá repercusiones devastadoras y de por vida en los derechos de la infancia a la salud, la nutrición, la educación, la protección y la supervivencia.

El hambre se puede prevenir y no debería tener cabida en el siglo XXI. En 2017, se demostró el poder de la acción colectiva para evitar la hambruna en Somalia. La comunidad internacional tiene la responsabilidad colectiva de garantizar que se tomen medidas urgentes para evitar la muerte de cientos de miles de niños, afirman los referentes de las ONG. Y sostienen: “No podemos esperar a que se declare la hambruna para actuar. Más de la mitad de las muertes en la hambruna de 2011 en Somalia, donde 260.000 personas perdieron trágicamente la vida, tuvieron lugar antes de que se declarara la hambruna. La mitad de las personas que murieron eran niños y niñas menores de cinco años.”

Frente a este complejo panorama, advierten que los derechos y necesidades de los niños y niñas deben ser prioritarios en la respuesta a esta crisis. No podemos seguir con el enfoque de siempre. La respuesta debe basarse en las necesidades y aspiraciones de los niños y niñas, y empoderar a los y las jóvenes como agentes de cambio.  Asimismo, afirman que los gobiernos y los donantes deben actuar urgentemente para evitar una pérdida masiva de vidas y proteger a los millones de niños y niñas afectados de las consecuencias negativas y duraderas. La seguridad alimentaria no es un privilegio, sino un derecho consagrado en la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948. El liderazgo internacional y la voluntad política deben impulsar una respuesta inmediata y abordar las causas profundas del hambre, como los conflictos, las crisis económicas, el cambio climático y el acceso desigual a los recursos agrícolas, mediante soluciones colaborativas e impulsadas a nivel local.

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