El mundo se ha adentrado en una nueva y peligrosa era marcada por los efectos del cambio climático. Si algo determina nuestro tiempo es la degradación del medioambiente. La emergencia climática –que ya está aquí- ha traído consigo graves pérdidas y daños y crecientes desigualdades en los países y comunidades más pobres del mundo, que son quienes menos han contribuido a la crisis climática. La desigualdad una vez más: quienes menos responsabilidad tienen son quienes más lo sufren.
Un nuevo estudio de Oxfam titulado “Footing the Bill” (pendiente de pago) publicado hoy, 7 de junio, estima que las necesidades de financiación de los llamamientos humanitarios de las Naciones Unidas relacionados con los fenómenos meteorológicos extremos son nueve veces superiores que hace 20 años. Sin embargo, a pesar de la urgente necesidad, cerca de la mitad de los llamamientos de los últimos cinco años no se han cubierto. La financiación de las respuestas humanitarias de emergencia está fragmentada y es deplorablemente insuficiente, al igual que ocurre con el apoyo más amplio que se necesita para abordar las pérdidas y los daños, como la reconstrucción de viviendas y de infraestructuras esenciales. Oxfam denuncia que los donantes no han incrementado su ayuda de forma proporcional. Por cada dos dólares solicitados, los países donantes tan solo proporcionan un dólar.
El cambio climático no entiende de fronteras, pero sí de desigualdad. Los desastres relacionados con el clima afectan principalmente a las personas en mayor situación de pobreza, tanto en los países ricos como en los más pobres, lo que exacerba aún más las desigualdades ya existentes. Las pérdidas y daños relacionados con el cambio climático se concentran sobre todo en las poblaciones más empobrecidas, afectando de manera desproporcionada a mujeres y niños. La desigualdad de ingresos y de riqueza se suma a las desigualdades por motivos raciales, de género y de origen étnico, generando una vulnerabilidad aun mayor ante los impactos del cambio climático.
Al mismo tiempo, explica el informe, los países más ricos cuentan con infraestructuras públicas y poder económico, lo que les permite recuperarse con mayor rapidez. Y, sobre todo, los países en los que hay una mayor igualdad están mejor capacitados para organizar respuestas colectivas eficaces ante desastres sin excluir a las personas en situación de pobreza.
Pero el problema, como siempre, no son las poblaciones más pobres, sino todo lo contrario. No hay duda de quiénes son los principales responsables del cambio climático. Según se estima, los países ricos han contribuido en un 92 % del exceso de emisiones de carbono históricas, y son responsables del 37 % de las emisiones actuales (a pesar de acoger únicamente al 15 % de la población mundial). Entre 1990 y 2015, las emisiones de carbono del 1 % más rico de la población mundial más que duplicaron a las de la mitad más pobre de la humanidad, y el 71 % de las emisiones desde 1988 puede atribuirse a tan solo 100 empresas productoras de combustibles fósiles. La contracara de esta situación, denuncia el documento publicado por Oxfam, es que los países de renta baja son los que están sufriendo los peores efectos del cambio climático, a pesar de que son quienes menos han contribuido a que se produzcan: Las emisiones actuales de África representan menos del 4 % del total mundial Kenia, Etiopía, Somalia y Sudán del Sur son responsables conjuntamente de apenas un 0,1 % de las emisiones globales.
El problema es doble: no solo los países más ricos tienen mayor responsabilidad, sino que además el cambio climático no deja de empeorar. El promedio anual de fondos solicitados a través de llamamientos humanitarios relacionados con fenómenos meteorológicos extremos durante 2000-2002 fue de al menos 1.600 millones de dólares. Este promedio anual se ha incrementado hasta los 15.500 millones de dólares en el periodo 2019-2021; un aumento del 819 %. Los países ricos, responsables de la mayor parte de los impactos del actual cambio climático, tan solo han provisto fondos para cubrir el 54 % de los llamamientos realizados desde 2017, generándose un déficit de hasta 33.000 millones de dólares.
La investigación explica que la cooperación internacional en materia de cambio climático establece que los países desarrollados dotarán de financiación a aquellos en desarrollo con el fin de reducir sus emisiones (p. ej., abasteciendo a los hogares con energía renovable), y permitirles adaptarse al cambio climático (p. ej., haciendo que los hogares sean resistentes a las inundaciones). Sin embargo, si estos mismos hogares quedasen destruidos por un desastre relacionado con el clima, los países desarrollados no tendrían ningún tipo de compromiso financiero ni obligaciones definidas para contribuir a sufragar los daños. Los países para los que se emiten de forma recurrente llamamientos de emergencia para hacer frente a crisis provocadas por fenómenos meteorológicos extremos (más de 10 por país) son: Afganistán, Burkina Faso, Burundi, Chad, República Democrática del Congo, Haití, Kenia, Níger, Somalia, Sudán del Sur y Zimbabue, entre otros.
Las cifras son preocupantes y, en este escenario, el informe apunta a que la mayor frecuencia e intensidad de los fenómenos meteorológicos extremos derivada del cambio climático está incrementando la presión sobre un sistema humanitario ya de por sí desbordado y falto de fondos. Los costes de la destrucción provocada por estas tormentas, sequías e inundaciones también están incrementando las desigualdades; las personas de las comunidades más pobres y los países de renta baja son los más perjudicados, pero, sin embargo, carecen de los sistemas y los fondos de los que disponen los países más ricos para hacer frente a este tipo de crisis. El 1 % de las personas más ricas de la Tierra genera el doble de emisiones que la mitad más pobre de la humanidad.
La cooperación internacional está siendo insuficiente. Expertos de la ONG denuncian que este sistema de "limosnas" para responder a desastres debe sustituirse por un mecanismo automático y justo de apoyo financiero que se fundamente en el principio de que quienes más hayan contribuido a la crisis climática sean también quienes deban cubrir los daños provocados por sus efectos en los países que más están sufriendo sus consecuencias (que son a su vez los que menos han contribuido a que se produzca). Los llamamientos de las Naciones Unidas tienen como objetivo cubrir las necesidades humanitarias más urgentes, pero apenas cubren los costes reales de las pérdidas y daños que el cambio climático está infligiendo en las economías de los países.Concretamente, el estudio muestra que se estima que solo el coste económico de los fenómenos meteorológicos extremos en 2021 fue de 329.000 millones de dólares a nivel mundial; el tercer año con mayor coste según los registros. Esto equivale a casi el doble del total de fondos de ayuda provistos por los países ricos a los países en desarrollo ese mismo año.
Los costes de las pérdidas y daños en países de renta media y baja (los necesarios, por ejemplo, para reconstruir casas y hospitales o proporcionar refugio, alimentos y dinero en efectivo tras un ciclón) podrían situarse entre los 290.000 y los 580.000 millones de dólares al año para 2030. Esto no incluye pérdidas no económicas como de vidas humanas, patrimonio cultural, medios de vida y biodiversidad. La investigación de Oxfam Intermón evidencia que los llamamientos de las Naciones Unidas tan solo llegan a unos 474 millones de los 3900 millones de personas en países de renta media y baja que se estiman afectadas por desastres relacionados con fenómenos meteorológicos extremos desde 2000; es decir, a una de cada ocho personas.
Sumado a esta ya grave situación, es preciso recordar que los desastres humanitarios afectan de manera desigual a hombres y mujeres, pues estas padecen desigualdades muy enraizadas que limitan su capacidad para hacer frente a las crisis. Los derechos de las mujeres y los avances logrados en materia de equidad de género se ven amenazados con cada nuevo desastre. El PNUD estima que el 80 % de las personas desplazadas por el cambio climático son mujeres.
Peticiones de Oxfam para la COP27 y el futuro
El informe concluye que los países ricos e industrializados han obstaculizado las negociaciones en torno a la financiación de los daños y las pérdidas durante años. En la COP26 en Glasgow, rechazaron la petición de los países en desarrollo de crear un servicio de financiación de pérdidas y daños y, en su lugar, acordaron una serie de conversaciones (denominadas el "Diálogo de Glasgow") que tendrían lugar a lo largo de tres años para debatir futuro acuerdos de financiación. De cara a las 56º sesiones del Órgano Subsidiario de Implementación (SBI, por sus siglas en inglés) de la Convención Marco de Naciones Unidas para el Cambio Climático (CMNUCC) en Alemania, que incluye el primer "Diálogo de Glasgow" sobre daños y pérdidas desde la COP26, Oxfam Intermón urge a que:
- Los Gobiernos de los países ricos se comprometan a aportar fondos de forma bilateral para hacer frente a los daños y las pérdidas, de forma complementaria a los compromisos existentes en materia de financiación climática y ayuda oficial al desarrollo (AOD).
- Todos los Gobiernos acuerden establecer y financiar una herramienta para daños y pérdidas en la COP27, con contribuciones anuales basadas en las respectivas responsabilidades por provocar el cambio climático, así como en la capacidad de pago.
- Todos los Gobiernos acuerden hacer de los daños y las pérdidas un elemento fundamental del plan de acción sobre el género de la CMNUCC.