Las modificaciones demográficas que se espera que se experimenten a nivel global tienen una vinculación directa con los sistemas alimentarios y, por consiguiente, con el desarrollo sostenible de las Naciones. Se prevé que el número de personas de 65 años o más se duplique con creces a partir de 2020 hasta alcanzar 1.500 millones en 2050, lo que afectará a la demanda de diversos tipos de alimentos y a las necesidades mínimas de energía en la dieta. La Comisión de Población y Desarrollo de las Naciones Unidas (CPD) junto a la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura la (FAO) han elaborado un informe en el cual explican por qué la seguridad alimentaria y la nutrición se consideran cada vez más como vectores clave para el desarrollo sostenible.
Los datos muestran que estamos muy lejos de alcanzar la igualdad en materia de alimentación. En todo el mundo, solo el 19% de los niños de entre 6 y 23 meses lleva una dieta mínimamente aceptada, y solo la mitad realiza el número mínimo de comidas recomendado. Cifras que debieran ser realmente inaceptables en el siglo XXI. Desde 2012, la prevalencia mundial de la desnutrición ha seguido una trayectoria cercana a la que la FAO, en su informe "El futuro de la alimentación y la agricultura - Vías alternativas hasta 2050", identificó no como "lo de siempre" -que ya es insostenible-, sino como la trayectoria "más desfavorable", asociada a las "sociedades estratificadas", caracterizadas por el aumento de las desigualdades y el uso excesivo de los recursos naturales.
Evidentemente el mundo no está en vías de eliminar el hambre para 2030, y el actual sistema alimentario mundial es insostenible desde el punto de vista medioambiental. La robótica, la digitalización y la inteligencia artificial se están implantando en los sistemas agroalimentarios y pueden reducir la necesidad de trabajadores. Además, en muchos países de renta baja y media, el tamaño medio de las explotaciones ha ido disminuyendo. Todo esto pone en tela de juicio la aplicabilidad de la sabiduría convencional con respecto a la transformación económica más amplia y los patrones de desarrollo.
El documento afirma que es necesaria una transformación sostenible de los sistemas alimentarios y agrícolas a todos los niveles y en todos los países. QU Dongyu, Director General de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) afirmó que: "Los sistemas agroalimentarios están en el centro del desarrollo sostenible. Los sistemas alimentarios ya están sobrepasando los límites planetarios de los recursos clave". Señalando otros problemas como los patrones dietéticos desequilibrados que están provocando enfermedades crónicas e infecciosas y la magnitud de las desigualdades que hacen que el acceso a dietas saludables asequibles sea un reto.
El informe remarca la importancia de que los gobiernos se centren en acciones que favorezcan patrones de consumo y producción responsables para aliviar la presión sobre los ecosistemas, reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y mitigar el cambio climático. Asimismo, se insta a los responsables a aplicar políticas públicas que creen oportunidades de obtener ingresos, crear capacidad humana y proporcionar suplementos de ingresos donde sea necesario.
Los expertos técnicos de la FAO realizaron gran parte de las aportaciones a la resolución y al Informe del Secretario General de la ONU sobre Población, seguridad alimentaria, nutrición y desarrollo sostenible. La aprobación de la resolución pone énfasis en que la promoción de sistemas alimentarios y la producción agrícola sostenible, incluyendo prácticas agroecológicas y otros enfoques innovadores, son elementos clave para la erradicación de la pobreza en todas sus formas y dimensiones.
Otro punto importante sobre el cual se profundiza es acerca de que las dietas saludables deben ser asequibles y accesibles para todos. Actualmente, existe una suerte de moda de la “alimentación consciente” o de los productos orgánicos, el problema es que estos tienen costos muy altos por lo cual solo una porción de la población puede acceder a este privilegio.
Además, el Director General de la FAO hizo hincapié en la necesidad de abordar -y minimizar- las compensaciones para poder aumentar la producción agrícola al tiempo que se reducen las emisiones de gases de efecto invernadero, la presión sobre los recursos naturales y las pérdidas de empleo. El informe reconoce que las políticas para hacer más sostenible el sistema alimentario pueden dar lugar a un aumento de los precios de los alimentos si se tienen en cuenta todos los costes de producción y consumo, incluyendo la degradación de los recursos y las emisiones de gases de efecto invernadero. Los aumentos de precios que reflejan esas externalidades pueden conducir a un uso más cuidadoso de los recursos disponibles -y a un menor desperdicio de alimentos-, pero pueden suponer un reto para el acceso económico a los alimentos entre las poblaciones más pobres.
"Los sistemas alimentarios no pueden ser sostenibles per se", dijo el economista principal Lorenzo Giovanni Bellù, que es el punto focal de la Red de Prospectiva Estratégica de la ONU para la FAO, durante el panel técnico para la presentación del informe. El experto señaló que el acceso económico a alimentos suficientes, seguros y nutritivos para todos, que es una dimensión crítica de la sostenibilidad de los sistemas agroalimentarios, tiene que ser garantizado por todos los sectores económicos, no sólo por la agricultura.
El informe también afirma que para hacer frente a todas las formas de malnutrición se requerirán acciones multifacéticas que involucren a sectores que van desde la salud, la educación y la agricultura hasta la protección social, la planificación y la política económica. Para de este modo poder desempeñar un papel activo junto con los líderes políticos, a fin de fomentar la gama de acciones necesarias a nivel individual, familiar, comunitario, nacional y mundial.
Por último, la publicación insta a los Estados y a la comunidad internacional a apoyar la inversión en sistemas de semillas de frutas y hortalizas, y no sólo de los cultivos básicos -como los productos medidos por el Índice de Precios de los Alimentos de la FAO-, y a hacer un mayor uso de la diversidad vegetal, aumentando la producción de alimentos de origen vegetal infrautilizados.