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Es artesana, y así se define. Con ella sientes que el diseño cobra sentido y significado cuando recurre a la historia, tradición y sostenibilidad de la artesanía. A la vez que la artesanía gana sentido y actualidad cuando se junta con el diseño. Hacen falta personas como ella para divulgar, impulsar e inspirar para que los dos mundo se encuentren a mitad del camino.

La definición que más me gusta de Artesanía es la que lo define como “Arte y técnica de fabricar o elaborar objetos o productos a mano, con aparatos sencillos y de manera tradicional”.  Imprime a todos los diseños, propios y ajenos, un estilo propio, fruto de mucha investigación, experimentación y de una visión del siglo XXI. Tejidos con leds, recipientes textiles reutilizables, abrigos que recrean un paisaje a vista de pájaro, con más de 100 horas de telar. Inés mezcla artesanía, diseño y tecnología para unir tres mundos destinados a entenderse si queremos productos más sostenibles sin renunciar a la funcionalidad y la estética.

Inés  habla tranquila, con voz dulce, pausada, pero con entusiasmo. Contagia, con su charla, el ritmo pausado de su pueblo en Galicia, a la vez que te abre a un mundo nuevo de tecnología y posibilidades. Se permite volar para soñar más alto y sentir que nada es imposible. Pero aterriza con los pies en el suelo y muy consciente de la necesidad de tomar tierra, precisamente, para hacer realidad sus sueños.

Neus Portas.- Cuéntame tu historia. ¿Qué es Rir&Co?

Inés Rodríguez.- Yo siempre había tenido la inquietud de hacer algo relacionado con el arte, bellas artes… Pero por ciertas situaciones, no pude acceder a la universidad. Sin embargo, conseguí entrar en la Administración, lo que fue una oportunidad en ese momento, aunque al mismo tiempo, me hizo aparcar todas las inquietudes personales. Pero esas seguían ahí y, de una manera u otra, lo que sueñas de niño acaba volviendo. Así que cuando me fui a vivir a Galicia, a un pueblecito pequeño, lejos además de la ciudad donde me habían trasladado, con niños pequeños… me planteé, a raíz de un accidente de coche, si esa era la vida que quería. Así que pensé en todo lo que había hecho en mi vida y me di cuenta de que quería recuperar el mundo textil, que ya había estado explorando durante un tiempo. Empecé con cursos, cuando pude me compré un telar muy pequeñito y, gracias a todo un bagaje anterior que ya tenía,  me pude posicionar bastante pronto. Poco a poco fue cogiendo forma el proyecto hasta ahora, que llevamos siete años y se está asentando porque hemos tenido colaboraciones que nos han dado visibilidad.

N.P.- ¿El hecho de que ofrezcas un trabajo artesanal, ¿te beneficia ahora mismo? ¿Ha cambiado la percepción del mundo artesanal?

I.R.- Sí, ha coincidido que ante la masiva digitalización, el proyecto Do It Yourself, makers, etc. ha propiciado un campo en el que hay más espacio para lo artesanal. Aunque , lógicamente, también hay más competencia, porque mucha gente del mundo del diseño que se ha girado hacia las cosas hechas a mano. Pero hay camino para todos y si uno mantiene una calidad, seriedad, responde y se tiene unos valores sólidos.

N.P.- ¿Cuáles son tus valores, además de la recuperación de la cultura artesanal?

I.R.- Pues, sobretodo, apreciar el trabajo de los demás. No acepto que nadie trabaje gratis para mi. Y hay gente que me propone venir al taller para aprender. Lo cual me encanta, pero tengo muy claro que el trabajo se paga. Aunque vengan a aprender, no se puede trabajar gratis. Estos valores cuesta ponerlos en marcha, siendo un proyecto pequeño, pero forma parte del taller. Y esto se respira cuando entras y se transmite en el ambiente de trabajo y en el resultado.

Esto, para mi, es lo más importante.

N.P.- El hecho de estar en una aldea de 20 habitantes en Galicia, en cierto modo refuerza el concepto de artesanal pero, al mismo tiempo, te exige recurrir a lo digital para poder llevar a cabo tu proyecto, contactar con clientes, conseguir lo que has conseguidos con grandes marcas. ¿Cómo llevas esta dualidad?

I.R.- El tema de apostar por la tradición, conjugada con innovación, no es una propuesta de marca, en mi caso. Para mi, para que la tradición salga adelante, se tiene que ayudar de lo digital. En el día a día, en el trabajo, en la comunicación…. Pero me permite estar en el mundo, desde mi taller y mi entorno totalmente artesanal.

N.P.- Cuáles son las 3 características más destacables, para ti, de la actitud emprendedora.

I.R.- Creo que tienes que tener constancia, porque te vas a encontrar muchas dificultades. Creer mucho en lo que haces. Y rodearte de buena gente. Esto es muy importante, porque es la que te va ayudar cuando las cosas no salgan como pretendías, cuando tengas bajones… Por eso es importante rodearte de buena gente. Que, si además, son buenos profesionales, ya es la cuadratura del círculo.

N.P.- ¿Qué particularidad tiene el emprendimiento en proyectos creativos?

I.R.- Pues, por un lado, hay mucha competencia y mucha diversidad. También es muy efímero, porque lo que hoy se vende, tal vez mañana no, de modo que tienes que estar muy pendiente de hacia dónde van las tendencias. Esto te exige estar muy al día y a menudo te quita tiempo del trabajo creativo puramente.

Y, por último, está el tema de las redes sociales y la comunicación, porque el proyecto puede ser maravilloso, pero si no lo vendes bien, no irás a ninguna parte. Hay mucha gente que se queda en el camino precisamente por eso. Porque es un proyecto muy largo y hay mucha competencia.

La gran ventaja es que es muy gratificante, muy enriquecedor, porque haces lo que te apasiona, porque es vocacional. Es un trabajo 24 horas.  Y es importante encontrar el equilibrio entre la investigación, la creatividad, el proceso artesanal y, a la vez, saber vender.

N.P.- Si alguien te dijese que quiere emprender, ¿por dónde le aconsejarías empezar?

I.R.- Pues lo primero creo que es básico tener muy claro qué se quiere hacer. Porque a menudo los emprendedores, sobretodo creativos, perdemos foco, tiempo y dinero pensando en mil ideas.

A veces pensamos que haciendo muchas cosas venderemos más, cuando la realidad es que se vende mucho más haciendo mucho menos, porque es cuando se centra toda la energía en eso que se quiere sacar adelante.

Y luego, no desfallecer en el intento. Si uno siente que eso merece la pena, insistir. Pero, a la vez, no desoír los consejos: escuchar, valorar, aconsejarte bien, pero no pensar que es imposible. Porque si el proyecto es bueno, acaba funcionando.

N.P.- ¿Cuántas veces has tenido que aprender algo nuevo para poder dar un cambio, un giro o un salto en tu carrera profesional?

I.R.- Constantemente.

N.P.- ¿Cuántas veces esto te ha exigido desaprender, aprender nuevas maneras de hacer las cosas, romper tópicos?

I.R.- Creo que el aprendizaje es como una escalera. Y, a veces, para estar en un escalón nuevo, hay que abandonar ciertas cosas que hacías en el anterior. Esta renuncia a veces te hace sentir que tienes que ignorar todo lo que hiciste, que no sirvió para nada. Pero luego te vas dando cuenta de que en algún momento se recupera ese aprendizaje.

N.P.- ¿Qué crees que hace falta para recuperar lo tradicional? ¿Quién puede hacer algo ahí? ¿Es labor del artesano, del diseñador, de la empresa o del consumidor?

I.R.- Tiene que ser un punto a medio camino. Hay artesanos que consideran que el oficio es el oficio y que no hace falta el diseño; muchos de ellos, no  quieren trabajar con diseñadores, porque sienten que tienen que ceder, que pierden libertad. Además, como es una profesión creativa, todos pensamos que nuestra visión es la mejor.

También hay jóvenes diseñadores que ven la artesanía como una especie de patito feo. Y hasta que les planteas que incluso casas de alta costura trabajan con artesanos, no suelen incorporar la artesanía. Consideran la tecnología, nuevos materiales, pero en cambio, conocer cómo se ha hecho tradicionalmente , nutrirse de la calidad de la artesanía, no se lo plantean.

Por tanto, diría que es un trabajo de todos.

N.P.- ¿Te consideras más artesana que diseñadora?

I.R.- Sí. Quizá sí puedo ser diseñadora a la hora de buscar soluciones, materiales o crear mis propias creaciones. Pero cuando trabajo con profesionales, sé que ellos buscan el conocimiento que tengo del oficio y los materiales. Aunque luego va muy unido, porque la manera en que produces, se impregna en el resultado.

Eso sí, cuando hago producto propio, igual soy 50-50.

N.P.- ¿Cuáles son tus fuentes de aprendizaje?

I.R.- Cursos, muchos. Aunque lo que más, libros, porque soy una lectora feroz. Y luego, personas que me ayudan a afianzar ese conocimiento.  Porque puedes leer libros antiguos, pero gente con experiencia fija esos conocimientos y ratifica lo que has investigado y te confirma que estás en el camino correcto.  

Y, por último, llevar a cabo lo que has investigado, tener curiosidad y perder el miedo a aplicar lo aprendido, entrar en dinámica de prueba-error. A veces, de algunos errores surgen los mejores resultados. Ahí, siempre tomo nota de todos los procesos, para poder recuperarlos más adelante.

N.P.- Dime un libro, que no sea estrictamente de empresa, con el que más hayas aprendido sobre emprendimiento.

I.R.- He aprendido con muchos libros de textil, muchos. El de “Textiles del Mundo” de Wilcox, tal vez sea la referencia para mi.

Y  luego, un libro que me marcó mucho fue un libro de cuentos de Jorge Bucay: uno de los cuentos habla de subirte a un árbol y de cómo si no saltas del árbol nunca sabrás si puedes volar.  Me marcó mucho en mi trayectoria vital, porque me recuerda que tengo que saltar, animarme a intentarlo.

  • Test para emprendedores con actitud

N.P.- Dime un proyecto que sea referencia para ti.

I.R.- Norla Textiles es un proyecto de una chica americana, que emprende en Mongolia y ha establecido una factoría textil con gente de esa zona a la que ha enseñado a tejer. Emplea a más de 100 personas y teje, tiñe, confecciona y vende a todo el mundo. Me parece un proyecto modelo por su propósito, su proceso, su resultado… Todo.

N.P- Lo bueno y lo malo de emprender.

I.R.- Lo bueno la independencia. Y lo malo, la inestablidad.

N.P.- Si pudieras reinventarte, ¿que serías?

I.R.- Yo creo que sería yo misma y tal vez pintora.

N.P.- ¿Cuál es tu mayor talento?

I.R.- El optimismo.

N.P.- ¿Y tu mayor hobby?

I.R.- La lectura y la pintura.

N.P.- ¿Cuál es tu propósito vital, tu aportación al mundo -o a tu mundo-?

I.R.- Realmente, a medida que me hago mayor, me planteo más esto. Quizá, con mi trabajo,  transmitir la posibilidad de trabajar en lo que te gusta, de manera bien hecha, respetando a la gente que está contigo, con responsabilidad, sin lastimar a nadie. Inculcar una manera de hacer las cosas con respeto.

N.P.- ¿Tu héroe o heroína en la vida real?

I.R.- Creo que mi madre.

N.P.- Algo que no soportes

I.R.- El desprecio a una persona más baja.

N.P.- Algo que te fascine.

I.R.- La inteligencia.

N.P.- ¿Cómo llevas los lunes?

I.R.- Bien. Soy de las que se levanta muy temprano y llega a la noche hecha unos zorros. Así que bien.

N.P.- ¿Cuánto rato dedicas, a la semana, a aprender?

I.R.- Continuamente. Me gusta aprender y compartir lo que aprendo con amigos. Y recibir sugerencias, artículos que me mandan amigos porque saben que me puede interesar. Es un vaiven de noticias muy enriquecedor.

N.P.- Si algo funciona…

I.R.- mejóralo.

N.P.- Solo se va más rápido...

I.R.- pero en equipo se va mejor.

N.P.- Por último, una frase que te defina:  

I.R.- Todo lo que hagas, hazlo con ilusión.

Gracias, Inés, por impulsar otra manera de consumir, de apreciar la creatividad, el oficio y el trabajo bien hecho.  Por traernos la calma del pasado, sin renunciar al futuro.

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