El Seminario ha tratado la ética de las finanzas, la salud y el bienestar en la empresa, la sostenibilidad del sistema de pensiones, la transparencia en la empresa, la renta básica de ciudadanía, los peligros para la empresa responsable o las oportunidades de los ODS para generar riqueza y reducir la pobreza. Para el presidente de la Fundación Étnor, Enrique Belenguer, “el objetivo de la Fundación desde su origen es crear un espacio de análisis y reflexión sobre la ética. Este año nos hemos centrado en el ámbito empresarial como generadores de oportunidades y responsables de transformar la desigualdad. La finalidad de este Seminario es despertar esta necesaria implicación ética en todos los sectores empresariales justos y en todo tipo de empresa de cualquier tamaño. Por ello, a lo largo de las sesiones se han tratado temas como el sector agroalimentario, el medio ambiente, las finanzas, el compromiso de las entidades bancarias o las amenazas de malas prácticas empresariales”.
Como resumen, se han recogido cinco propuestas económicas que desde la Fundación Étnor se lanzan a los agentes sociales. Una de ellas es asumir la RSE como una cuestión de prudencia y justicia. Es decir, las empresas deben tener beneficio, pero la forma legítima de hacerlo y a la vez la más inteligente consiste en buscar el beneficio de los conocidos como stakeholders, que realmente son todos los afectados por su actividad. Y aquí es donde entra la gestión de la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) que, a pesar de las críticas muy justificadas que ha recibido, puede convertirse en una excelente herramienta de gestión, una buena medida de prudencia y una ineludible exigencia de justicia.
Otra habla de reducir las desigualdades como forma de erradicar la pobreza y de lograr el crecimiento. Para ello es necesario, entre otras cosas, superar factores externos como los mercados incompletos, los gobiernos incorrectos o el acceso no equitativo a los inputs productivos y financieros. Porque uno de los grandes retos, si no el mayor, consiste en reducir las desigualdades. En ese sentido, urge eliminar la economía clientelar; evitar la corrupción fomentando la transparencia y apostar por la economía real; afinar el sistema fiscal y reforzar las políticas sociales.
También se sugiere unir el poder de la economía a los ideales universales en un mundo globalizado. La tarea de defender los derechos humanos no es sólo de los Gobiernos, las empresas están obligadas a respetarlos y a remediar las intervenciones injustas. Las empresas deberían hacer lo posible por ayudar a cambiar legislaciones deficientes, valiéndose de su influencia y convirtiéndose en agentes de justicia.
La cuarta propuesta es promover el pluralismo de los modelos de empresa, puesto que una economía pluralista pone las condiciones para que puedan actuar empresas mercantiles y entidades económicas, que sin perseguir ganancias, son capaces de generar valor y, por tanto, riqueza. Con todas las cautelas y disputas que requieren estas nuevas formas de economía, la economía social y solidaria está generando una gran cantidad de empleos y de riqueza y puede ser un buen medio para empoderar a los pobres.
Y, por último, economía y empresa deberían cultivar las distintas motivaciones de la racionalidad económica: es esencial la reciprocidad y la cooperación, la capacidad de sellar contratos y cumplirlos generando instituciones sólidas, creando alianzas en las que mutuamente se reconoce la dignidad de las personas.