En alguna ocasión he dicho que la “vergüenza” no sirve para nada porque, muchas veces, al experimentarla nos retraemos y dejamos de hacer cosas que queremos y perdemos oportunidades. Pero es que esa es, precisamente, su función: impulsarnos a hacer o no hacer aquello que puede suscitarla. La vergüenza adecuada, según Victoria Camps, es la que surge como reacción a un mal comportamiento objetivo, no basado en prejuicios, y resulta indispensable en la convivencia. Para que surja es importante pensar en los demás, tener en cuenta sus valoraciones, las normas y valores que compartimos con ellos. La capacidad de avergonzarse requiere empatía y autocontrol.