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Siguiendo a la pensadora Margaret Boden, varios rasgos definen lo que podría llamarse una obra de arte creativa. Algunos de estos rasgos se refieren a la obra en sí, a lo que podría llamarse la materialidad (o “virtualidad”, si se quiere, ya que no necesariamente se dará esta sobre un soporte tradicional, aunque una pantalla no deje de ser algo material) de la obra. Otros se refieren más bien al proceso de creación de la obra, y de cómo el creador, por así decir, se ha manifestado a sí mismo en la obra, o si lo ha hecho.
La IA, la creatividad y el lugar del hombre

En cuanto a la obra en sí, Margaret Boden dice que, para ser creativa, esta debe ser nueva, sorprendente y valiosa (Giannuzzo, 2023, página 55). En cuanto a su dimensión subjetiva, afirma Boden que aspectos como la autonomía, la intencionalidad o la consciencia son necesarios para la creatividad, y que estos implican cuestiones filosóficas que hacen que no quepa hoy por hoy una respuesta acerca de si una máquina podrá alguna vez ser realmente creativa (ibid., página 54). En cuanto a la autonomía, Boden distingue asimismo entre una autonomía física referida a los sistemas auto-organizados, y una autonomía moral o intencional, que requiere del libre albedrío (McCormack, 2019, página 5).

Numerosos estudios de campo universitarios (por ejemplo, los de Samo y Highhouse (2023), Demmer et alii (2023), y Chamberlain et alii (2017), todos los cuales a su vez citan un buen número de otros estudios) buscan averiguar si los encuestados son capaces de distinguir entre obras de arte creadas por un ser humano y obras de arte creadas por ordenador señalan cómo, para los encuestados, no son importantes sólo las dimensiones objetivas (aquellas referidas a la materialidad de la obra), sino también aquellas cuestiones subjetivas (aquellas referidas al proceso de creación y a lo que el creador pone de sí mismo en la obra), siendo estas últimas también importantes para los encuestados en la determinación del cuál sea el valor, una vez considerados todos los factores, de una obra determinada. Entre los estudios de campo he consultado me ha parecido, por sus resultados, de interés el realizado por Andrew Samo y Scott Highhouse en el que preguntaban a un gran número de participantes sobre imágenes sobre cuya autoría, humana o artificial, no proporcionaban información alguna. Si bien los encuestados podían equivocarse sobre la autoría de la imagen, era relativamente significante la correspondencia entre la autoría de las imágenes y las emociones despertadas por estas imágenes (ibid., página 9).

¿Pero esta intencionalidad es algo que puede ser simulado, como señalan algunos de estos estudios (por ejemplo, cuando proponen que la creación de obras de arte por parte de inteligencias artificiales se desarrolle de un modo más antropomórfico, para que pueda ser mayor la conexión del receptor de la obra con la obra), o subyace una idea de intencionalidad que no puede ser reproducida por un ordenador? Para algunos autores, la idea de intencionalidad podría ser replicada en términos meramente computacionales. Por ejemplo, . ¿Pero habría realmente una idea de intencionalidad si no existe un yo y la consciencia de ese yo? Estos autores reducen la consciencia a términos de sensibilidad (y no precisamente sensibilidad artística). Pero pienso que la consciencia es necesaria para el surgimiento de la personalidad, y que la personalidad es necesaria para la existencia de la intencionalidad. En este sentido, Giannuzzo (Giannuzzo, op.cit., página 56) habla de la necesaria relación entre creatividad, intencionalidad y auto-expresión, aunque los motivos detrás de nuestras intenciones puedan no estar siempre igualmente claros, y otro autor, Steven R. Kraaijeveld (Kraaijeveld, 2024) afirma, recogiendo a Arthur Danto, que para que exista el arte, éste debe contar con un significado que le atribuye su creador, para lo cual sería necesario la intencionalidad, algo que no puede darse en el arte creado por AI.

Habrá que ir con cuidado, no obstante, con la idea de auto-expresión. Esta idea, de origen romántico, ha sido la causante del que probablemente fuera, hasta la aparición de la problemática ligada a las tecnologías de la inteligencia artificial y del arte generado por computadora (cuya historia viene de, al menos, la fiebre de los ordenadores que se registró en las postrimerías de la segunda guerra mundial, pero que ocupa una mucha mayor atención, tanto mediática como en lo relativo a la reflexión desde la filosofía o las ciencias de la computación, desde hace solo unos pocos años), el mayor problema en la filosofía del arte, y en el arte[1]. Si el arte debe entenderse como auto-expresión, entonces, ¿cómo establecer una jerarquía de valor, hablar de lo que es bello y de lo que no lo es, de lo que es significativo y encierra sentido y de lo que no lo encierra? Pero esta idea de auto-expresión, con las correcciones que sean necesarias, me sigue pareciendo una idea central cuando de lo que se trata es de salvar lo humano de un hipotético dominio de la máquina, si queremos que el arte siga siendo una relación social en la que personas conscientes de su yo comuniquen, desde su yoidad, a otras personas porciones de verdad, bien, sentido o belleza que crean haber encontrado.

Esta idea de salvaguarda de lo humano también puede extenderse a otros ámbitos en el que se prevé que la inteligencia artificial haga grandes avances, del cuidado de personas dependientes al ejercicio de la abogacía o la redacción de artículos de prensa. Pienso que en estas profesiones, además de su carácter técnico, se halla también presente de distintas maneras una dimensión de empatía de la que no creo que debiéramos prescindir, incluso si en décadas venideras fueran desarrolladas inteligencias artificiales capaces de llevar a cabo estas funciones.

Cabe la pregunta de si esta expresión de lo humano puede encontrarse en la figura del creador del prompt que es, en las modernas aplicaciones de arte generativo, como Bing Image Creator o Midjourney, la especificación en palabras (aunque en una aplicación como Midjourney también quepa el uso de otras imágenes previas) por parte del usuario a la máquina de qué idea quiere que desarrolle como imagen. En un prompt se puede decir, por ejemplo, que se desea obtener la imagen de un jarrón con flores, y decir también que se desea que la imagen sea en el estilo del pintor Henri Fantin-Latour. La mayoría de los prompts devuelven, en el arte generativo, resultados, por haber un juego de palabras, muy genéricos, muy indiferenciados, pero, como en el arte, saber introducir un prompt que devuelva un resultado único también es una cuestión de práctica y pericia. Hay prompts que han sido registrados y que se mantienen secretos por considerarse como obras de arte por sí mismos. Es el caso (Giannuzzo, op.cit., página 59) de John M. Allen, creador en Midjourney de la imagen “Théâtre d ́Opéra Spatial”. Otra vía posible de uso de la inteligencia artificial sería inspirar a un artista humano posibilidades que hasta entonces no se hubiera planteado, o el uso de elementos creados por inteligencia artificial como elementos en la creación de otras obras.

En este sentido, la máquina podrá ser creativa en el sentido de que, a través de ella, se podrán generar obras nuevas y sorprendentes (criterios, ya hemos visto, cruciales a la hora de determinar, desde la perspectiva de su objetividad, si una obra de arte es creativa)[2], pero no es posible detectar detrás de ello la manifestación de una personalidad. Hay quienes sostienen que la máquina será tanto más creativa cuanto más independiente sea de su creador y cuanto más imprevisibles sea lo producido por ella respecto de lo esperado por éste. Pero si, siguiendo las ideas de Boden que recordaba al principio, la intencionalidad o la auto-expresión son también fundamentales, desde una perspectiva subjetiva, para determinar la creatividad, parece que cuanto más lejos se halle el resultado de la única instancia hasta ahora conocida capaz de manifestar esa intencionalidad, menos creación se dará en esa obra.

Soy muy consciente de que el sentido de esta reflexión va en un sentido contrario, aunque no sea por ninguna voluntad nata de ir contracorriente, a aquel por el que hoy transcurren algunos de los libros más de moda en el tema de la inteligencia artificial y el arte así como buena parte de la investigación académica sobre el mismo tema. De manera más o menos pronunciada, gran parte del discurso actual sobre la cuestión parte o asume de lo que ha venido en llamarse el modelo computacional de la mente humana[3]. Bai Liu (Bai Liu, 2023, página 814)  habla de dataísmo, concepto que toma del libro Homo Deus: A Brief History of Tomorrow de Yuval Noah Harari, y lo define con tres puntos: la convergencia de la ciencia en un dogma omnicomprensivo según el cual todas las cosas son algoritmos, la separación como conceptos distintos de la inteligencia y de la consciencia, y el hecho de que en un futuro próximo algoritmos inconscientes pero expertos sabrán más de nosotros que nosotros mismos, . Murat Aydede y Güven Güzeldere (Aydede y Güzeldere, 2000, página 2) afirman que el presupuesto fundamental de la inteligencia artificial como programa de investigación es que las mentes humanas funcionan basándose en principios computacionales. Es un modelo según el cual cabría concebir la mente humana como un ordenador que procesa contenidos semánticos proposicionales según las leyes de la lógica formal, y que si el proyecto de la inteligencia artificial quiere cumplirse algún día debe descansar en un marco mental enteramente materialista. Para estos autores, en contraste con lo afirmado por Giannuzzo, Boden o Kraaijeveld, la formación de intencionalidad sería consecuencia simplemente de combinar una creencia expresada de forma semántica y un juicio práctico (ibid.., página 6). Es, a mí juicio, también la perspectiva filosófica que adopta, por ejemplo, Marcus du Sautoy cuando emplea el término “human code”. Creo que también influye, aunque sea de manera indirecta, en los estudios académicos que pretenden determinar si existen prejuicios contra el arte creado por inteligencia artificial. Si los encuestados manifiestan enunciados contradictorios sobre la emotividad que les despierta una obra de arte según los investigadores cambien las etiquetas de las obras de arte que se someten a su consideración, sería meramente por la existencia de un prejuicio, y no porque los participantes muestren su necesidad de un factor humano en el arte.

Considero, sin embargo, que estas investigaciones son reducciones de laboratorio de un problema mucho más amplio que no se puede obviar. ¿Socialmente, necesitamos de arte creado por otras personas, en el sentido de lo que otras personas, desde su subjetividad pero en la inter-subjetividad, nos trasmiten con el arte la problemática de su alma, que también puede ser la problemática de la nuestra?¿Hay algo que nos perdemos en el arte creado por inteligencia artificial, aunque pueda resultar a la vista inconfundible del arte creado por un ser humano? A mi juicio, todos estos intentos por mostrar que las opiniones negativas sobre el arte creado por inteligencia artificial son meros prejuicios se pueden reducir a un gran simulación, el de que una sociedad de personas que no sintiesen la necesidad de intercomunicación humana a través del arte sería una sociedad vacía, y que, si tenemos algo bonito para detener la vista un momento, da igual si esto ha sido creado por un artista humano o por el último modelo de red neuronal.

 

Referencias bibliográficas 

Aydede, Murat y Güven Güzeldre, “Conciousness, Intentionality and Intelligence: Some Foundational Issues for Artificial Intelligence”, Journal of Experimental and Theoretical Artificial Intelligence 12(3), 2000, consultado el 20-04-2024 en AYDCIA (philarchive.org) 

Chamberlain, Rebecca et alii, “Putting the Art in Artificial: Aesthetic Responses to Computer-Generated Art?”, en Psychology of Aesthetics, Creativity and the Arts, September 2017, consultado el 20-04-2024 en ComputerGeneratedArt.pdf (gold.ac.uk) 

Demmer, Theresa Rahel et alii, “Does an emotional connection to art really require a human artist? Emotion and intentionality responses to AI- versus human-created art and impact on aesthetic experience”, en Computers in Human Behavior, Volume 148, November 2023, consultado el 20-04-2024 en Does an emotional connection to art really require a human artist? Emotion and intentionality responses to AI- versus human-created art and impact on aesthetic experience - ScienceDirect 

Giannuzzo, Anaïs,  “Creativity, Intentions, and Self-Narratives: Can AI Really Be Creative”, en Progress in Artificial Intelligence. 22nd EPIA Conference on Artificial Intelligence, EPIA 2023, Springer, 2023, consultado el 20-04-2023 en Creativity, Intentions, and Self-Narratives: Can AI Really Be Creative? (researchgate.net)

Hassine, Tsila y Ziv Neeman, “The zombification of Art History: How AI resurrects dead masters, and perpetuates historical biases”, en CITAR Journal, 11(2), 2019

Kraaijeveld, Steven R.,  “AI-generated art and fiction: signifying everything, meaning nothing?”, Curmudgeon Corner, AI & Society, 27 noviembre 2023, consultado el 20-04-2024 en AI-generated art and fiction: signifying everything, meaning nothing? | AI & SOCIETY (springer.com)

Liu, Bai, “Arguments for the Rise of Artificial Intelligence Art: Does AI Art Have Creativity, Motivation, Self-Awareness and Emotion?”, Arte, Individuo y Sociedad, Vol.35 Núm 3 (2023), consultado el 20-04-2024 en (PDF) Arguments for the Rise of Artificial Intelligence Art: Does AI Art Have Creativity, Motivation, Self-awareness and Emotion? (researchgate.net)

McCormack, Jon et alii, “Autonomy, Authenticity, Authorship and Intention in computer generated art”, en EvoMUSART2019: 8th International Conference on Computational Intelligence in Music, Sound, Art and Design, Springer, 2019, consultado el 20-04-2023 en [PDF] Autonomy, Authenticity, Authorship and Intention in computer generated art | Semantic Scholar

Samo, Andrew and Scott Highouse, “Artificial Intelligence and Art: Identifying the Aesthetic Judgment Factors That Distinguish Human. and Machine-Generated Work”, consultado el 20-04 en 2023-samo.pdf (gwern.net)

 

1 Aunque también es problemática, no cabe engañarse, la idea de que la obra de arte tenga que ser, necesaria y conscientemente, creativa. Esta es otra idea heredada del romanticismo, y posiblemente en su raíz esté también la figura de la manifestación personal y del genio creador. Si la obra de arte es una manifestación del genio, tenía que ser única, aparecer como manifestación de una personalidad única sin deudas hacia su entorno o hacia creaciones anteriores.

[2] Y, aun así, esta capacidad de la máquina para crear algo nuevo y sorprendente podría ponerse en cuestión. Ver (Hassine y Neeman, 2019)

 

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