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España es un país con un ecosistema emprendedor magnífico pero, ¿se les está enseñando a éstos a respetar la RSC y a incorporarla como una pata más de la estrategia empresarial? Sin eso, la RSC seguirá siendo una obligación moral
España es un paraíso para las startups. Hay un jardín donde los nuevos empresarios pueden florecer apoyados por cientos de lanzaderas donde les enseñan a cometer los menos errores posibles. Con suerte, una de cada 10 empresas de las impulsadas consigue ser viable en un plazo corto. Otras, con sangre, sudor y alguna que otra lágrima de sus dueños, lo consiguen con el paso del tiempo. Las que mueren en la orilla, bastante tienen como para preocuparse por la responsabilidad social corporativa. 
 
Con ese escenario, es cierto que cualquier empresa, sea cual sea su presupuesto, debe tener en cuenta la RSC. Pero atendiendo a cómo educan las lanzaderas de empresas a los autónomos que quieren convertirse en empresarios, es absolutamente normal que ninguna de ellas piense en la ética y el retorno social a la hora de plantear su modelo de negocio, su estrategia o su presupuesto. Y ahí es donde está el cambio que buscamos en Sisamat. En que la Responsabilidad Social Corporativa forma parte fundacional de una empresa y su estrategia comercial se apoye en ella. 
 
Seguro que todas las empresas que impulsan nuevas ideas de empresa consiguen invitar a buenos empresarios para que hablen sobre su experiencia. Jóvenes directores generales, directores de marketing y comunicación, recursos humanos y hasta administración. Todos casos de éxito, todos. Y muy meritorios, pero ¿por qué no incluir la responsabilidad social corporativa en la formación de las lanzaderas? 
 
El problema endémico es que en España, sólo los extremos parecen estar mentalizados para invertir en RSC. Por un lado están las ‘majors’ invirtiendo, algunos casos sin ton ni son, en campañas que a veces ni siquiera son coherentes con su objetivo empresarial. Sólo porque hay que hacerlo. Y también las pequeñas PYMES que, por la generosidad de sus dueños, acaban ayudando al barrio de algún modo. Sólo los extremos. 
 
Falta, pues, formación empresarial en RSC. Y si España es un terreno donde las lanzaderas de empresas están impulsando cientos de corporaciones anuales, deberían preocuparse por ello. 
 
La Responsabilidad Social Corporativa debe estar presente en la formación real de aquellos autónomos que han decidido cambiar su vida por una idea. A ellos el árbol no les deja ver el bosque, puede que no sientan la necesidad de incluir los aspectos sociales en su estrategia desde su concepción, porque su opción es la de hacer sobrevivir su idea. Son las empresas que las impulsan las que tienen que cambiar su prisma e incluir expertos en RSC en sus programas formación. 
 
La formación y la educación en materia de RSC es la única herramienta para modificar las actitudes desde el inicio. El potencial social de la formación en RSC estructurada es enorme, pues incluye la responsabilidad social en el genoma del nuevo tejido empresarial. Una empresa que nace y se desarrolla sin tener en cuenta la RSC, cuando pueda dedicar esfuerzos, no lo hará de manera natural. Y la obligación es el peor aliado de la ayuda. 
 
 
 
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