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Carta a los alumnos universitarios que escuchan con frecuencia que aquí no hay futuro para ellos. Y quizás no haya muchas esperanzas en un "capitalismo viejuno" pero sí en una economía sostenible en la que la innovación social tiene y tendrá mucho que decir. "Por eso me gusta venir a daros clase, para transmitiros esta idea y ayudaros a construirla".

“Mis hijas están viviendo fuera, una en Madrid y otra en Hong-Kong…. Sin muchas posibilidades de regreso”, me decía el lunes una catedrática mirando a través del cristal de su despacho. Y el martes un empresario me aseguró que si tuviese veinte años menos, no lo pillaría nadie aquí, en su tierra.

No podía evitar pensar sobre estos comentarios mientras os explicaba cómo construimos nuestra identidad con elementos de la vida personal, social y laboral. ¿Os acordáis cuando hicimos una práctica sobre identidades sociales y os pregunté dónde y con qué identidad os veíais dentro de unos años? En aquella clase una de vuestras compañeras me dijo con voz controlada: “Me vas a reñir, lo sé… pero yo me veo trabajando en esta provincia”. “¿Y por qué tendría que enfadarme?” –le pregunté intuyendo su respuesta-. “No sé, aquí casi todos nos dicen que no hay mucho futuro y que tenemos que prepararnos para trabajar fuera”, respondió con cierta ironía.

¿Es que hemos abandonado el cerebro en la puerta y la creatividad en la infancia?, No seré yo quien os transmita esas sensaciones. Jamás me atrevería hacerlo sabiendo que estoy viviendo, trabajando y cobrando en esta región. Lo contrario sería negar mi propia realidad. Mi identidad.

Estáis en vuestro primer curso en la Universidad y quién sabe hacia donde caminaréis. Si queréis vivir en otro lugar, pongamos que hablo de Madrid, de París o de Nueva York, porque os atrae la gran ciudad, no seré yo quien os desanime (ni mucho menos), pero si queréis construir aquí vuestra vida tampoco lo haré. Más bien todo lo contrario, pues tenéis –tenemos- una responsabilidad social… Y os necesitamos.

Podemos seguir tendencias y decir que aquí poco tenemos que hacer. Que nos aburrimos en esta tierra que hace tiempo se nos quedó corta. Podéis aceptar que el futuro está cerrado, al menos en esta región, y apuntaros a cursos de alemán, chino o português brasileiro, porque por allí se mueven los mercados laborales. Pero también podríais imponer vuestra creatividad –que es notable- y construir. Defender que este cambio social está arrasando el capitalismo viejuno y dando paso a una economía sostenible en la que la innovación social tiene y tendrá mucho que decir. Por eso me gusta venir a daros clase, para transmitiros esta idea y ayudaros a construirla.   

Sois, somos, animales políticos. Seres que necesitamos contribuir a la organización de la sociedad; al servicio del fin de la felicidad y el bien común. Unos habréis de crear comercios o empresas, y otros construiréis un lugar en la economía colaborativa; unos impulsaréis como asalariados un trabajo riguroso; otros lideraréis proyectos de interés general.

Sé que no os agrada que todas las semanas veamos una charla TED o reportaje breve en inglés con subtítulos en el mismo idioma. Sé que os molesta que os recuerde que hemos de adoptar una perspectiva global, libre de prejuicios y estereotipos. Pero no lo hago para incentivar vuestra fuga, sino todo lo contrario; lo hago para que disfrutéis, desde aquí, de una mirada global. Habéis de ser cosmopolitas. Y desde esta pequeña región no solo es posible sino imprescindible.

Muchas son las historias que son recuerdan que es posible acceder a lo global desde lo local, ser “glocales”. ¿No desarrolla Brunello Cuchinelli uno de los proyectos del sector de la moda más exquisitos del mundo en la pequeña villa italiana de Solomeo?, ¿Y no tiene la familia Manzano en la aldea asturiana de La Salgar el epicentro del sello gastronómico Ibérica, que aplauden en las redes los espíritus foodies ingleses?

Suena a Mister Wonderful, lo sé, pero quizás así de simple sea el mecanismo de la vida. En luchar por crear un espacio vivo en el que construir nuestra identidad social. Y vuestra tierra puede ser tan buen lugar como cualquier otro para lograrlo. Al menos para intentarlo.

Sé que ahora llegará la inevitable pregunta sobre vuestras metas. ¿Qué no sabéis a qué podéis dedicaros ni cómo encontrar un lugar en el mundo? Ahora toca hacer los deberes:

  1. Caminad sin rumbo por una biblioteca o por una librería amplia, de varios pisos y espacios y dejaros llevar…¿hacia qué secciones se dirigen vuestros pasos…y en qué áreas se clava la mirada? Este sencillo ejercicio (creedme, no duele) podría ayudaros a reconocer vuestras inquietudes.
  2. Viajad, viajad y viajad….¡y al menos una vez en la vida a un país en desarrollo o a una cultura absolutamente diferente a la vuestra!
  3. No estaría nada mal irse de Erasmus o, si no hay money, a servir unos cafetillos un verano en otro país.
  4. A vuestro regreso, pensad que otro mundo es posible, y que puede estar aquí…a unos metros de distancia.
  5. Sentiros seguros con vuestros estudios y vuestras posibilidades para aportar a la sociedad algo especial.
  6. Preguntad a quienes os digan que aquí no tenéis un lugar quienes cómo o qué han hecho ellos para encontrar su lugar. Quizás logréis un pequeño estudio empírico que os será de gran ayuda para saber qué tierra pisáis.
  7. Interesaros por el Desarrollo Sostenible y descubrid la innovación social.
  8. Escuchad vuestra vocación, y recordad la dura sentencia del general San Martín que Borges padre le recordaba a su hijo: “Serás lo que debas ser, o si no, no serás nada”.
  9. No olvidéis las palabras mágicas que tanto me gusta deciros: excelencia-compromiso-ética-estética-ambición… y nada de codicia.
  10. Recordad que no todo son grandes metas, pues también es importante sonreír a los familiares, amigos y vecinos para lograr un efecto dominó de buen “rollo” muy valorable.

¡Ah, y dejad el móvil algunas horas del día! Por simple prevención de lesiones en los huesitos de los dedos. 

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