Aunque el matrimonio infantil está prohibido por diversos acuerdos internacionales, como la Convención sobre los Derechos del Niño y la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, su prevalencia sigue siendo alarmante. Esto se debe, en parte, a excepciones legales que permiten esta práctica con el consentimiento de los padres o bajo normativas religiosas o consuetudinarias. Además, en muchas regiones, los matrimonios no se registran legalmente, lo que complica la implementación de las leyes.
Colombia es uno de los ejemplos más recientes de países que han endurecido su legislación para prohibir el matrimonio infantil, sumándose a una tendencia global de cambios normativos. Sin embargo, expertos afirman que no basta solo con leyes: es necesario un cambio cultural profundo que valore a las niñas y garantice su derecho a la educación y al desarrollo pleno.
Desde Noticias ONU han publicado un artículo a donde analizan algunos de los mitos más frecuentes sobre este tema:
Mito 1: “Es necesario en algunas situaciones”: En contextos de crisis humanitarias, las tasas de matrimonio infantil tienden a aumentar, ya que las familias lo ven como una forma de asegurar el futuro de sus hijas, protegiéndolas de la violencia o garantizando su manutención económica. Sin embargo, esta práctica no solo no soluciona estos problemas, sino que agrava la situación de las niñas, exponiéndolas a violencia de género, embarazos precoces y la exclusión del sistema educativo, limitando sus oportunidades de desarrollo.
Mito 2: “Este problema va a desaparecer por sí solo”: Aunque las cifras globales muestran un leve descenso, el matrimonio infantil sigue siendo una amenaza para millones de niñas. Las regiones con las tasas más altas, como el África subsahariana y Asia-Pacífico, también son las que experimentan mayor crecimiento demográfico, lo que podría aumentar el número total de matrimonios infantiles en los próximos años. Además, esta práctica no es exclusiva de los países en desarrollo: también ocurre en países como Estados Unidos y el Reino Unido.
Mito 3: “Es una cuestión cultural o religiosa”: Si bien el matrimonio infantil se justifica a veces como una tradición cultural o religiosa, no hay doctrinas religiosas que lo exijan. De hecho, muchos líderes religiosos y comunitarios han alzado su voz en contra de esta práctica, al conocer las consecuencias perjudiciales que tiene para el bienestar de las niñas.
Mito 4: “Solo afecta a las niñas”: Aunque la mayoría de los matrimonios infantiles involucran a niñas, los niños también pueden verse afectados. Se estima que 115 millones de niños y hombres en el mundo se casaron antes de los 18 años. Sin embargo, la magnitud del problema es significativamente mayor en el caso de las niñas: una de cada cinco mujeres jóvenes (de 20 a 24 años) se casó antes de los 18, en comparación con uno de cada 30 hombres jóvenes.
El matrimonio infantil está profundamente arraigado en la desigualdad de género y la pobreza. La falta de acceso a educación, servicios de salud sexual y reproductiva, así como la violencia y los conflictos, son factores que perpetúan esta práctica. Para erradicarla, es necesario abordar estas causas estructurales y trabajar en conjunto con comunidades, líderes religiosos y gobiernos.
Para combatir el matrimonio infantil, se requiere un enfoque integral que combine la implementación efectiva de leyes con estrategias educativas y programas de empoderamiento económico para las niñas y sus familias. Asimismo, es fundamental cambiar las normas sociales y culturales que sostienen esta práctica, promoviendo la igualdad de género y protegiendo los derechos de las niñas.
La lucha contra este flagelo es un desafío global que requiere un compromiso continuo y acciones coordinadas. Decir “no quiero” al matrimonio infantil es más que una consigna: es una promesa de un futuro en el que todas las niñas puedan crecer, aprender y decidir libremente sobre sus vidas.