Con el final del año llegan las promesas. Las hacemos casi de manera automática, impulsados por las emociones que despiertan las fiestas navideñas: la gratitud, el arrepentimiento, la nostalgia de lo vivido y la esperanza de lo que vendrá. Promesas personales, familiares y también sociales. Nos juramos empezar una dieta, retomar el gimnasio, dedicar más tiempo a nuestra familia y, muchas veces, comprometernos con alguna causa solidaria.