5. Hay que aceptar que el club de la RSE está más avanzado que la realidad de la RSE. La RSE en los últimos años ha tenido un éxito mediático que no es proporcional al éxito de su implementación. Ésta es probablemente una de las claves que explican el espejismo de su exuberancia. Pero hay otra clave a la que se presta menos atención: los miembros del club de la RSE han avanzado más y la han integrado más que sus respectivas organizaciones. No es verdad que la realidad de empresas, sindicatos, partidos políticos, administraciones públicas, ONG, fundaciones, escuelas de negocios, etc. se corresponda con el discurso de quienes se dedican a la RSE en sus diversas organizaciones. No se trata de rebajar la exigencia o el nivel del discurso, pero quizás hay que atender más a las dinámicas de cambio que genera que a su nivel de coherencia y consistencia con la realidad.
6. El reto interno de los departamentos de la RSE: de la gestión de la agenda de la RSE a la diseminación de la RSE. En los últimos años, de manera necesaria e inevitable, la gestión de la agenda de la RSE ha sido la ocupación fundamental de los departamentos que son responsables de ella. El peso de la presión de las demandas externas les puede haber llevado a preguntarse en más de una ocasión si hay vida después de las memorias y de contestar los mil y un cuestionarios i encuestas que reciben (acompañados a veces de amenazas más o menos veladas sobre el precio a pagar si no contestan). En los próximos años, es previsible, razonable y deseable que el grueso de la actividad de estos departamentos se desplace hacia la diseminación interna de una cultura RSE. Algo que, por cierto, contribuirá a la sensación de la aparente ralentización de la RSE, porque no lleva el mismo tiempo incorporar nuevos indicadores al proceso de recoger información que transformar mentalidades, hábitos y percepciones.
7. En los próximos años la RSE se la juega en buena parte en el ámbito de lo público (que no reduce a lo político). Se la juega tanto en lo que se refiere a la creación de marcos institucionales que faciliten la presencia pública de la RSE como a lo que se refiere al desarrollo de políticas públicas de RSE. En ambos casos ha llegado la hora de pasar del power point al word. Y formará parte de esta etapa el superar la veneración por el diálogo multistakeholder y por el consenso. (Algo sobre lo que me he extendido recientemente aquí mismo, porque constaté con sorpresa que era el punto que generaba no sólo más debate, sino más rechazo de mi intervención).
8. Las pyme como clave del desarrollo de la RSE. En los próximos años se decidirá –por la vía de los hechos- si la RSE es algo fundamentalmente referido a las grandes empresas, o si tiene sentido también para las pyme. Para las pyme como tales, i no como consecuencia de que se transforme en una exigencia más de las grandes empresas a sus proveedores, o como un requerimiento a su cadena de valor. La RSE para las pymes como algo entreverado con la excelencia en la gestión. Por consiguiente, la RSE cada vez más como competitividad responsable y sostenible.
9. ¿De qué hablan las empresas cuando hablan de RSE? Esta será cada vez más la cuestión. Y la respuesta cada vez más será: si no hablan de su negocio y de cómo lo gestionan, no hablan de RSE. Cada vez más distinguiremos entre llevar a cabo prácticas de RSE, tener una estrategia de RSE, y tener a la RSE integrada en la estrategia. Las empresas son lo que hacen, y sólo en este sentido cabe afirmar que la RSE apunta directamente al núcleo de la identidad empresarial. Por eso el gobierno corporativo es una de las grandes asignaturas pendientes de la RSE. No tan sólo porque es un reto en sí mismo, sino porque visualiza y ejemplifica hasta qué punto se considera algo nuclear para la empresa. Una vez más: no estoy postulando que la RSE sea necesariamente algo relevante para todas las empresas, sino que aquellas que dicen que lo es muestren en qué medida merecen credibilidad.
10. El necesario liderazgo compartido para el impulso de la RSE. En estos últimos años la RSE ha sido, sin duda, un movimiento. Pero un movimiento impulsado sobre todo por iniciativas individuales. Muchas, y significativas; pero individuales. Incluso los proyectos colectivos tenían una función de apoyo a cada uno de sus miembros. Considero que esta dinámica debe continuar y consolidarse. Pero deberíamos pasar de las iniciativas al liderazgo. Es decir, explicitar una voluntad de convertir la RSE en una referencia compartida. En este sentido, no deberíamos pensar únicamente en liderazgos individuales. El papel de las asociaciones empresariales –especialmente como impulsoras y facilitadoras- puede y debe ser clave, especialmente para apoyar la difusión de experiencias, modelos y metodologías, y para convertir en referencias las mejores prácticas, se den donde se den.
Sin duda, valorar el estado de la RSE requeriría algo más que glosar estos diez puntos que he señalado. Pero estoy convencido que estos diez puntos deben formar parte de la valoración actual del estado de la RSE.
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