Somos un país pobre (I)

Hace ya semanas que pienso en cómo darle forma a esta Tribuna. Al principio, pensaba que sería, simplemente, una Tribuna más, y así pensaba tratarla. Sin embargo, he ido comentando su contenido con distinta gente de mi entorno y veo que cada vez que lo comento “saltan chispas”. Mi sensación es que esto me sucede porque ataco directamente a la sensación de seguridad que tenemos de vivir en el primer mundo.

Creo que vivimos en un país pobre. Os concedo que es una exageración, pero me gustaría que os lo tomarais, más bien, como una advertencia. A lo que me refiero es a dos temas específicos: primero, España es un país pobre en comparación con sus vecinos más directos; en segundo lugar, España es un país más pobre que lo que sus propios habitantes creen. Por culpa de ello (y de ahí la advertencia), España será un país más pobre en el futuro precisamente por culpa de esta mentalidad.

Primeramente, veamos por qué somos un país más pobre que nuestros vecinos. Comparémonos con Francia, Italia y Alemania: grandes países de la Unión Europea con los que deberíamos poder competir. Si miramos a un indicador general, el Índice de Desarrollo Humano, veremos que estamos al nivel de Francia e Italia, aunque por debajo de Alemania; por su lado, nuestra esperanza de vida es la más alta de todas. Es un buen comienzo, pero, si nos fijamos en otros indicadores que las Naciones Unidas preparan a la misma vez que el IDH, veremos que la situación a futuro no es precisamente idílica. Nuestra población es la que menos años estudia de todas, y somos los que tenemos menos ingresos per cápita del grupo. Estos dos indicadores señalan que, de cara al futuro, somos los que estamos menos preparados para mantener nuestra posición en los primeros rankings que mencionaba.

En segundo lugar, estoy convencido de que vivimos sesgados. Creemos que somos más ricos de lo que realmente somos porque gastamos más de lo que nos podemos permitir. Es fácil acostumbrarse a lo bueno. En este caso, lo bueno es el gasto público que mantenemos en España: por un lado, desmesurado; por otro, mal invertido. Si observamos la distribución de los Presupuestos Generales del Estado, veremos que se dedican importes absolutamente disparados a las pensiones y a otras prestaciones sociales (algo más del 50% del presupuesto), cuando, hace 20 años, este gasto era de un máximo del 40%. Es evidente que hay un componente demográfico en este incremento del gasto y siento ser el portador de malas noticias, pero… No nos lo podemos permitir.

Adicionalmente, está el problema del personal en las Administraciones Públicas españolas. A enero de 2022, había más de 1 millón de personas empleadas en el sector público para temas administrativos del Estado, las Comunidades Autónomas y la Administración Local. Me niego a pensar que, en un país de 48 millones de personas, sea necesario mantener a más de un millón en nómina por temas administrativos. Por cierto, estos números incluyen a cargos políticos, que se ha estimado que ascienden a algo menos de 100.000 cargos políticos y asesores. De nuevo, siento ser el portador de malas noticias, pero… No nos lo podemos permitir.

Pienso complementar esta Tribuna con una segunda, comentando lo que podemos hacer, como país, para tratar el problema y afrontarlo como la sociedad adulta que deberíamos ser. Vayamos pensando en la realidad que tenemos y que nos irá apretando cada vez más: somos un país pobre.

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