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Es frecuente, sobre todo en estos momentos, encontrarnos con ideas y hechos que se van imponiendo en nuestra sociedad, y no hacemos una reflexión profunda de cómo y por qué hemos llegado a esta situación de valorar lo secundario antes que lo principal, lo anecdótico por encima de lo elaborado concienzudamente, y lo esperpéntico sobre lo pausado.

Antes de iniciar este relato, mí relato, quiero expresar de manera contundente que soy un defensor de los animales, que considero a las mujeres con los mismos derechos que los hombres, aunque afortunadamente somos diferentes, y que la orientación sexual de cada persona no necesita grandes explicaciones, pero sí respeto y menos algaradas.

El mundo actual que habitamos es confuso, imaginario pero interesado. La igualdad teórica la percibimos casi como imposible, pues no podemos dejar de reconocer los diferentes grados y clases de destreza, fuerza, sabiduría, valor, bondad, energía, belleza, y gracia que distinguen a un individuo de otro. El gran filosofo americano Michael Walzer manifestaba “que la experiencia de la subordinación se halla tras la idea de la igualdad”, aunque sus detractores afirman a menudo que las pasiones que animan la política igualitaria son la envidia y el resentimiento.

Para avanzar en este corto artículo me gustaría hablar sobre la moral existente en la actualidad, aunque ya tuve ocasión de hacer dicha referencia en mi anterior artículo, cuando manifestaba la necesidad de tener un modelo moral para este tercer milenio que no ha hecho más que comenzar. Las filosofías dominantes a día de hoy, la analítica y la fenomenología, serán impotentes para detectar los desordenes en el pensamiento y la práctica moral, al menos así lo manifestaba Alasdair MacIntyre, filosofo de la moral y de la política. 

Este gran filósofo escocés, nacido en Glasgow en 1929, afirmaba que determinados géneros de acuerdos morales contemporáneos no podrán resolverse como tampoco se han podido resolver en épocas pasadas. Los juicios morales son expresiones de sentimientos o actitudes y no son ni verdaderos ni falsos, por lo tanto, no pueden asegurarse por ningún método racional, aunque sí, produce ciertos efectos no racionales en las emociones o actitudes de los que no están de acuerdo con ellos.

Por otro lado, el nihilismo cuyo fundamento no es otra cosa que la pura nada, fue un tema muy tratado por Nietzsche junto con la crítica de la metafísica, la religión y la moral, la doctrina del Eterno Retorno y la Transmutación de los Valores. Por este nihilismo se perdieron los valores supremos, establecidos por la religión católica y por la propia filosofía, como leyes intangibles o verdades absolutas.

Con estas referencias he querido dar sentido al enunciado del articulo y expresar mi convencimiento de que estos y otros movimientos actuales no suceden por casualidad, sino que son consecuencia de una falta enorme de valores y criterios que son aprovechados por alguien para trasmitir opiniones y conseguir beneficios a través de la política. 

Siendo, como soy, consciente del tema elegido, lo duro que puede resultar para algunos colectivos, y lo difícil que puede resultar expresar contenidos y razonamientos por este medio, me veo obligado a cambiar mi idea inicial, que no era otra que exponer a modo de ejemplo un caso de cada uno de los colectivos citados, y, sobre ellos, sacar algunas conclusiones. 

Es evidente que existe en mí una conciencia de la mala utilización de ideas, y nombres asociados a movimientos como los citados, que adquieren poder mediático en la sociedad en beneficio de unos pocos dirigentes, donde el resto de ciudadanos nos vemos obligados a admitir, o soportar, la conveniencia de los mismos.

Aunque no exponga casos concretos, me gustaría que este artículo sirviera para pensar sobre ello, dejar de utilizar palabras que son muy tentadoras, pero que no tienen nada de nihilismo, sino de todo lo contrario, interés establecido.

Animalismo entendido como defensa de los animales es correcto, su utilización terapéutica, y no enfermiza, también. Pero ¿estos animales de compañía o salvajes tienen que suplantar nuestros afectos hacia los humanos y, sobre todo, a los más cercanos?

Feminismo para defender las diferencias sociales y económicas de las mujeres, no solamente es correcto, sino que todos debemos defenderlo. Sin embargo, ¿significa esto destruir en ellas lo más preciado, la concepción de vida, articular las condiciones necesarias para el amor y educación de los hijos?

Homosexualidad como inclinación erótica y sexual hacia personas del mismo sexo, incluso unión, por supuesto que merece todo el respeto. ¿Está aquello ligado a matrimonio, adopción, privilegios económicos y políticos, lobbies de presión y acontecimientos propagandísticos?

Estas preguntas, y otras muchas más, pueden resultar esclarecedoras, e incluso positivas, para el devenir de los colectivos sociales indicados, sin dejar a un lado las consecuencias que acarrean. 

En esta reflexión no puedo dejar a un lado la libertad, la justicia, el valor, la virtud, los derechos particulares de cada uno, así como, el derecho de protesta y el de desenmascaramiento, íntimamente relacionado con el uso que hacemos de los juicios morales para expresar nuestros sentimientos o actitudes, y producir los mismos efectos a los otros. 

Por el individualismo moderno en el que nos encontramos, no nos damos cuenta, a veces, de la importancia que tiene y ha tenido lo vivido, la situación social, el gremio al que pertenecemos, etc. en nuestra propia particularidad moral. No nos olvidemos de lo que tan acertadamente expresó Hume “el hombre busca por naturaleza satisfacer sus propios deseos”. Mi deseo a través de estas líneas no era otro que invitar a todos a analizar nuestra posición en estos temas tan sensibles, y colaborar para crear un mundo mejor. 

En este artículo se habla de:
Opiniónindividualismomoral

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