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“O la Historia está escrita, o la escribimos entre todos”, refiere Antonio Gala. Y, como es sabido, ese bien común llamado Educación es un asunto que importa a toda la “tribu” y, por tanto, sin excusas ni pretextos, deberíamos ser capaces de convertirla en un objetivo (no renuncio a que sea “el” objetivo) en un mundo nuevo, globalizado y digital: solo desde la cultura y el conocimiento nos hacemos más sabios, más libres, más justos y mejores ciudadanos. Hablar de Educación es hablar siempre del futuro de la Humanidad.

Es absolutamente necesario que colegios, institutos, universidades y empresas se acerquen y sean capaces de desarrollar proyectos en común. Igual que el hombre precisa ser responsable para poder permanecer libre, es absolutamente imprescindible que para ser libres nos apoyemos en la Educación. A todos los niveles, porque existe un ámbito clave y olvidado en la necesaria colaboración de la Universidad con la Empresa: la investigación, que va más allá de la formación y, a la larga, tiene un mayor impacto en la Sociedad. La investigación es el gran capitulo pendiente en la colaboración entre lo público y lo privado, tanto por culpa de las empresas como de la Administración. Pero la gran revolución tiene que iniciarse en la enseñanza primaria y, sobre todo, en la secundaria: colegios, escuelas, institutos y centros de Formación Profesional deberían ser, tienen que ser, las atarazanas donde eduquemos a las personas, hombres y mujeres, para que sus cabezas se formen mas que se llenen, como pedía Montaigne; para que puedan hacer muchas cosas y ostentar autoridad al final de ese camino formador que nunca se agota y nos acompaña a lo largo de toda nuestra vida.

No se si el gran público conoce que, a nivel educativo (Informe PISA mediante), la Comunidad de Castilla y Leon está en los niveles de los países que encabezan los mejores indices en comprensión lectora, matemáticas y ciencias. Generosamente, encabezados por su consejero de Educación, Fernando Rey, el equipo gestor de la política educativa en esa comunidad autónoma acaba de regalarnos un libro titulado “Sistemas educativos decentes” (Fundación Santillana, 2018) en el que nos aportan sus respectivas propuestas de reflexión y de cambios concretos. Como escribe el consejero Rey, coordinador de la obra, “no se trata de emular al legislador/filósofo de Platón ... pero este enfoque teórico de autores que tratan cotidianamente con la realidad podía acaso resultar innovador, interesante y útil a la hora de abordar cambios en políticas educativas tanto en nuestro país, por supuesto, como, eventualmente, en otros.” Un sistema de educación decente debe garantizar la calidad y la equidad al mismo tiempo y con la misma intensidad “porque la calidad sin equidad es elitismo. Pero un sistema educativo que careciera de calidad estaría condenado a la inutilidad. La calidad sin equidad es paternalismo”.

Ese libro, que puede bajarse gratuitamente desde la pag, web de la Fundacion Santillana, es el ejemplo de que hoy muchos educadores (incluso algunos gestores políticos) apuestan -no sin esfuerzo- por formar personas con criterio, sensibilidad y convicciones. Es decir, con valores. Ese es el desafío: formar a los jóvenes para que sean capaces de traducir su saber en un constante ejercicio crítico porque, como ha escrito el prof. Nuccio Ordine, “en el aula de instituto o de un centro universitario, un estudiante todavía puede aprender que con el dinero se compra todo (incluyendo parlamentarios y juicios, poder y éxito) pero no el conocimiento: porque el saber es el fruto de una fatigosa conquista y de un esfuerzo individual que nadie puede realizar en nuestro lugar”. Los valores, sobre todo, se contagian, como el ejemplo, que tiene un enorme valor pedagógico. No deberíamos olvidar que la buena escuela no la hacen las “tablets” sino los buenos profesores, y en ellos (y en su formación) debemos invertir generosamente y aprender de lo que hacen los demás, mas aún si nos lo ofrecen sin pedir nada a cambio. Los países ricos lo son porque supieron invertir en educación; otras naciones, con dirigentes mas torpes, esperamos equivocadamente a ser ricos para destinar recursos a la Educación...

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