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Estamos inmersos en un mundo de cambio acelerado que a muchos da vértigo. Asistimos a cambios sociales y tecnológicos que están demoliendo el mundo como lo conocíamos y dando luz a una nueva realidad en la que la capacidad para influir y cambiar las cosas está cada vez más compartida entre los ciudadanos del mundo. Vemos cómo el eje económico del mundo ha virado de Occidente a Asia, o cómo modelos empresariales emergentes basados en la colaboración están revolucionando industrias enteras, como el transporte o el turismo, entre muchas otras.

Vemos como las oligarquías políticas tradicionales se tambalean dando lugar a nuevos movimientos ciudadanos.

Detrás de todos estos cambios está un ciudadano empoderado, más informado y con mayor capacidad de influencia que nunca. Un ciudadano que ha visto como gracias a la tecnología las barreras temporales y geográficas desaparecen, permitiendo crear vínculos entre las personas. Comunidades empoderadas que cambian las cosas a partir del alineamiento comprometido y activo de millones de personas. La revolución móvil no ha hecho sino acelerar este cambio, conectando a todos con todos y con todo en todo momento y lugar.

En esta nueva realidad las empresas e instituciones han perdido el control sobre quiénes son y para qué existen. Pasando a estar en manos de un ciudadano empoderado que decide. El marketing convencional, en el que las empresas o gobiernos decidían qué contar sobre sí mismos influyendo de forma decisiva en una opinión pública mayormente receptora de sus mensajes, es historia. Hoy en día son las comunidades de ciudadanos empoderados quienes definen quién importa y quién no.

En esta tesitura encontramos una oportunidad para construir valor desde los valores. Escuchando qué importa realmente a la sociedad para poder responder a ello con coherencia y convicción. Es el momento de construir estrategias de negocio basadas en valores reales compartidos con los millones de ciudadanos anónimos que realmente controlan el ecosistema social en el que desempeñamos nuestra actividad.

Esto supone un reto importante para las organizaciones, que no todas están preparadas para asumir. Vemos como se está produciendo un cambio en los modelos de negocio de muchas corporaciones, cada vez más vinculados a conceptos de impacto social o medioambiental. Una visión a largo plazo que va más allá del retorno a corto plazo al que estábamos acostumbrados.

Construir Valor desde los Valores genera grandes impactos y beneficios. Hace a la empresa trascendente para las personas, y por lo tanto genera elasticidades en todos los ámbitos del negocio. Fideliza y genera vínculos poderosos y perdurables. Aumenta la motivación de los empleados y la capacidad para retener y atraer talento. Convierte a tus empleados, clientes y stakeholders en embajadores de la empresa. Potencia la innovación y la atracción de oportunidades en forma de nuevos conceptos, productos o segmentos de mercado. Anticipa riesgos y los atempera.

Para ello la Responsabilidad social de las Empresas (RSE) juega un papel crucial, pues la construcción de la estrategia debe hacerse desde un análisis abierto y transversal de los impactos en el negocio de los grupos de interés. Con las miras puestas en el corto, medio y largo plazos. Con una visión colaborativa que abra la organización al entorno, compartiendo proyectos e iniciativas con terceros, empoderando a las personas.

Por lo tanto la RSE debe formar parte del análisis estratégico y estar vinculada a la cadena de valor de la organización, integrándose en todas las áreas, e influyendo en la toma de decisiones y en la medición de los resultados. La integración progresiva de la RSE se traducirá en resultados inmediatos que aumenten la reputación de la compañía, su impacto y su eficiencia. A medida que el modelo madure deberá avanzar hacia un concepto de Negocio Responsable, en el que la RSE deje de ser una misión especifica para estar integrada de forma transparente en la cultura de la compañía, y sobre todo, de las personas que viven en ella (empleados, partners proveedores, clientes y consumidores).

Este nuevo modelo empresarial está emergiendo, y ya vemos ejemplos de referencia a nivel global. Vemos cómo grandes compañías que están teniendo éxito cuentan con un Propósito claro y compartido con la sociedad que va más allá de los resultados económicos. Integrando éstos con el impacto social y medioambiental. Los ODS suponen, en este sentido, una gran oportunidad para acelerar esta tendencia y consolidarla en cada vez más empresas. Mi convicción es que en unos años lo que hoy llama la atención por ser difefente, despertando aun las suspicacias de algunos, se convertirá en norma, y sólo los proyectos empresariales con una conexión clara y sincera con valores compartidos conquistarán el mundo.

No obstante aún estamos en un momento emergente de cambio de paradigma. Un momento apasionante en el que los pioneros tendremos grandes oportunidades para disfrutar de una nueva realidad, en la que, por una vez, lo bueno vende y hacer las cosas bien tiene retorno.

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