Las personas y las organizaciones vivimos en otro mundo. El “ecososistema social” ha mutado completamente, los códigos de relación han mutado. Al mismo tiempo el ser humano sigue siendo el mismo: ama y odia, desea y tiene sueños, es un ser del lenguaje y de la relación, sus pasiones fundaménteles siguen siendo las mismas, se emociona, sufre, padece, disfruta, tiene miedo.
Tomamos prestado de Freud la idea de que en cada ser humano conviven dos pulsiones: Eros y Tánatos; es decir una pulsión de vida, de hacer el bien y hacerse el bien a si mismo y una pulsión de muerte, de hacer el mal y hacerse el mal a sí mismo aun.
Si partimos de la idea de que una Empresa Responsable (simplificando mucho) es aquella que se hace cargo de los efectos que sus acciones tienen sobre sus públicos de interés, especialmente sobre las “personas-consumidores” y también (simplificando mucho), que la posición ética de una empresa pasa por su “verdadera y honesta intención” de hacer el bien a la vez que hacerse el bien a sí misma. Aquí nos surge una gran pregunta: ¿cómo sostener, cuidar y mejorar nuestro nivel de empresa responsable y atravesada por la ética, cuando ya todo ha mutado estando en un ecosistema plenamente digital y tecnológico?
El tema es inmenso y en esta pequeña aportación solo vamos a poner el foco en dos cuestiones que nos puedan ilustrar, la enorme relevancia y envergadura de este propósito.
Las empresas con sincera vocación de Responsabilidad Social tenemos la obligación ética de interrogarnos por los efectos derivados de la mutación digital en la relación con las personas.
Mariano Maqueda Burgos
Socio Fundador
Punto de Fuga Investigación Prospectiva