Pero ha sido precisamente Alemania (y su canciller Angela Merkel) el país, que gracias a la actitud de la mayoría de los ciudadanos y ciudadanas, nos está dando un ejemplo al resto de los europeos por nuestra vergonzosa pasividad frente a este drama de los refugiados que llegan a Europa.
Deberíamos sentir envidia de ese ¡Alemania, Alemania! de la boca de los hombres, mujeres y niños refugiados, que se oye en las estaciones de tren de Budapest y de otras ciudades europeas, como un grito de esperanza, de la valentía de la canciller al visitar un conflictivo centro de refugiados, que mirando a los ojos de manifestantes que la acusan de traidora, afirma: "No puede haber tolerancia con quienes cuestionen la dignidad de otra gente…No hay tolerancia hacia quienes no están dispuestos a ayudar, cuando, por razones legales y humanitarias, la ayuda es debida”.
Envidia de ver que la mayoría de la ciudadanía alemana apoya la política de solidaridad con los refugiados, como refleja una reciente encuesta de ZDF donde el 86% de los encuestados dice concebir a Alemania como “un país de inmigrantes” y un 60% afirma que su país podría ser capaz de acoger a los refugiados.
Envidia del papel activo que están teniendo la mayoría de los medios de comunicación alemanes en favor de la solidaridad con los refugiados, de ver en las pantallas de nuestros televisiones a miles de alemanes en Dresde manifestándose para dar la bienvenida a los refugiados y desafiar a los neonazis que con su violencia intimidadora tratan de espantarlos, de esos balcones de tantas viviendas alemanas con pancartas de “bienvenidos los refugiados”, de las pancartas de apoyo y ánimo a los refugiados que se han visto en los estadios de fútbol este fin de semana, de los aficionados del Borussia de Dortmund que invitaron en su último partido a 220 refugiados a su estadio para expresar la bienvenida a la ciudad.
Envidia al ver el video de la selección alemana de fútbol donde afirman "Por supuesto que el tema nos concierne. Es importante para nosotros dar ejemplo.
Debemos ponernos al frente como futbolistas, como selección alemana","Somos personajes públicos, tenemos el deber de hacer algo... Como uno de los países más ricos del mundo estamos en la posición de ayudar". O la convulsión en las redes sociales de ese país, como el hashtag/refugeeswelcome, agitando y movilizando la solidaridad o ‘Flüchtlinge Willkommen’ ("Bienvenidos refugiados"), la red para poner en contacto a ciudadanos alemanes con habitaciones libres y personas refugiadas en busca de asilo. Envidia de la iniciativa que han impulsado algunos bares y cervecerías con etiquetas y posavasos con el lema "no hay cerveza para los racistas".
Cuántos minutos de silencio más tendremos que seguir haciendo en memoria de los muertos encontrados en un camión de la autopista o por los centenares de cadáveres flotando en las aguas del Mediterráneo. Cuántas portadas más como las del cadáver de ese diminuto niño en brazos de un policía en una playa de Turquía, para decir basta a la "globalización de la indiferencia". Cuanto tardaremos en movilizarnos, porque el mundo no está lejos como dice Mafalda, sino que está aquí, cada día y cada noche con nosotros, para exigir y aportar soluciones. Por esto sí valdría la pena, gritar: ‘España, España, Catalunya, Catalunya’ o ....