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A cierta altura no hay espacio para aquello que nunca tuvo que existir. Nos hemos de reunir todos allí, arriba, en otro nivel, y dejar a los miserables que acaben ocupando los sótanos de donde nunca deberían haber salido.

Las noticias del genocidio internacional bajo el nombre de los mercados, como si fueran un antifaz suficiente para esconder a los que detrás crean esas realidades, se suceden cada día. En unos países, sin disimular lo más mínimo, alimentan las guerras que les permiten apropiarse de sus riquezas. El Congo y Colombia viven esa realidad en la que ser un país rico es la mayor desgracia para los que allí nacieron. No es difícil imaginar que a Alemania o a EEUU no les hubiera ocurrido esto.

En otros países las formas son menos evidentes pero no menos crueles. Hoy países como Grecia sufren una guerra abierta de los genocidas. En esta ocasión los muertos se han suicidado. Llevar a las personas hasta el suicidio les parece exenta de cualquier responsabilidad. Las personas pasan privaciones en sus necesidades básicas y lo hacen, para mayor desgracia, con un sentimiento impuesto de culpa.

El miedo es la herramienta más rentable que manejan esos mercados con la connivencia de los menos-validos que lo permiten desde instrumentos públicos creados para otros fines. Nos dicen haz esto o aquello pues de lo contrario lo perderás todo, tus hijos no tendrán que echarse a la boca y… Cuando te roban la dignidad, te pierden el respeto y te llevan a la miseria y la explotación aun debes estar contento pues pudiste haber muerto.

Cada mañana podemos encontrar varias noticias del genocidio internacional que además intenta institucionalizarse y armarse jurídicamente para demostrarnos que eso es justo porque es legal. El TTIP es un buen ejemplo, y no el único, en este sentido. Los gobiernos de espaldas a sus países pactan en la oscuridad los planes de guerra tramados para cuidar los intereses de unos pocos que concentran cada vez más riquezas. Si alguno sale díscolo el resto de los menos-validos, servidores fieles de los mercados, le explicarán cómo habrán de desaparecer y cómo su caída en picado ha de servir de ejemplo para otros valientes incautos que pudieran estar pensando en adoptar posiciones no obedientes.

Contranuncios. Consumir hasta morir

¿Qué hacer desde mi pequeña realidad ante estos gigantes del mal? Lo primero no alimentarlos. Las necesidades del planeta y las personas, la racionalidad económica y la lucha contra los genocidas coinciden como objetivo cuando hablamos de decrecimiento. Reducir el consumo de lo que no es necesario, abandonar el crecimiento por el crecimiento y el consumo sin sentido. Una reducción del consumo selectiva, que dirija nuestros recursos hacia los productores que realmente aportan riqueza y arruinen a los que matan en el Congo o pro-suicidan en España o Grecia. El consumo responsable es una herramienta de gran fuerza ante la que los mercados no sabrán reaccionar, si conseguimos entre todos, con nuestra acción diaria, tener una dimensión suficiente.

Cada acto responsable en mi consumo lo he de dedicar al niño de las minas de coltán y a las mujeres del Congo, al campesino colombiano, a aquel que migra para encontrarse frente a una valla mortífera que le dice que no puede venir a vivir con aquellos que le robamos lo que tenían, al ciudadano griego que sufre la guerra sucia de los mercados con hambre, inclemencias y miserias….

Decidamos ya, cada uno de nosotros, a dónde enviamos los euros que gastamos.

NITTÚA

Raúl Contreras

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Opinión

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