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Hace unos días tuve la ocasión de participar en unas jornadas de “Talento Social” organizadas por el Instituto de Innovación Social de Esade, la Fundación Luis Vives, la Fundación ICAI y Sector Cuatro. Y tuve la oportunidad de compartir “cartel” con Ignasi Carreas (de ESADE) y Patricia Moreira (de Ayuda en Accion).

El tema del debate era este: ¿Existe realmente un talento social que le haga ser distinto del talento llamamos “convencional”?

No sé si los participantes en la mesa supimos o pudimos contestar a la pregunta, pero reconozco que me fui a casa pensando si realmente hay alguna característica especial que pueda diferenciar uno y otro talento. Y después de darle alguna vuelta, me han salido algunas ideas, la mayoría recogidas en la jornada, pero que, quizá, juntas, puedan dar algunas pistas. Ahí van:

1.      El talento social se basa, sobre todo, en la calidad humana. Ignasi Carreras fue así de directo. Y coincido con él. A lo largo de la historia nos hemos encontrado a muchas personas con talento, pero que, en el terreno personal, no están a la altura, bien por no tener principios, bien convertirse en “picadoras de carne”, bien por pasar por encima de todo y de todos para conseguir sus resultados.

2.      El talento social pone tanto énfasis tanto en el cuánto como en las formas. No todo vale, hay líneas rojas para conseguir las cosas, hay que tener coraje para mantenerse fiel a unos valores y no transgredirlos. Ahí hay talento social.

3.      El talento social es capaz de mirar la organización en busca de aliados para conseguir sus propósitos, mientras que el talento “ordinario” en más individualista, mira más sus intereses y tiende a compartir menos los éxitos y los fracasos. No se trata de buscar consensos (Patricia Moreira lo dejó claro). Se trata de compartir objetivos, entender los dilemas del otro e intentar construir “sociedades” internas.

4.      Fruto de lo anterior, el talento social es más trasversal que vertical. Las organizaciones acostumbran a trabajar en silos, sin compartir recursos (humanos o económicos) y prestando atención a sus propios objetivos. Pero el talento social suele crear fórmulas de win win. Es preferible ganar el 50% de algo, que no el 100% de nada.

5.      El talento social transgrede las estructuras formales de las organizaciones. Las convicciones (o la ideología, que decía Carreras) son armas poderosas para no pararse en barras ante los obstáculos. Y eso mueve montañas

Y con estas ideas, me fui a mi casa. Y, pensando, pensando, llegué a una conclusión: me guste más o me guste menos, el talento social es más femenino que masculino. Me explico. Existe una teoría antropológica que dice que las mujeres, históricamente, eran recolectoras, mientras que los hombres eran cazadores. Para recolectar hay que andar en horizontal y agacharse a recoger los cultivos, trabajar en grupo para cubrir zonas más extensas… Para cazar hay que ser sigilosos,  aprovechar la oportunidad de disparo y, además, hacerlo casi en solitario.

Y esa puede ser una de las claves. Mientras que las mujeres tiene mayor capacidad de conectar (ideas, personas, conversaciones, grupos, materias), los hombres somos más “monofásicos” (una conversación cada vez, una ejecución a la vez, una idea primero, la otra después…). Me temo que ahí, nos queda mucho por aprender.

 Nunca es tarde.

+ en www.albertoandreu.com

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