Si bien la lucha contra el cambio climático es fundamental y urgente, también existen desafíos y problemas asociados que pueden llevar al desperdicio de dinero y esfuerzos. En el marco del Acuerdo de París, los países más ricos del mundo reafirmaron su compromiso de movilizar al menos 100.000 millones de dólares en financiamiento climático anual para ayudar a los países en desarrollo a adaptarse al cambio climático, invertir en energías renovables y lograr un desarrollo con bajas emisiones de carbono. Promesas que quedaron en palabras en muchos países.
Es innegable que ha habido avances y esfuerzos genuinos por parte de numerosos estados, empero también se ha desperdiciado mucho dinero y esfuerzos. Para conocer en mayor profundidad esta realidad, el nuevo informe del Banco Mundial titulado Detox Development: Repurposing Environmentally Harmful Subsidies (Desarrollo depurativo: Reorientación de los subsidios perjudiciales para el ambiente) especifica la magnitud de las subvenciones mundiales y se plantea que existe la oportunidad de reorientarlas.
El documento advierte que para subsidiar el consumo de combustibles fósiles, los países gastan alrededor de seis veces el monto que prometieron movilizar al año, en virtud del Acuerdo de París, y esto exacerba el cambio climático, la contaminación atmosférica, la desigualdad, la ineficiencia y el aumento de las cargas de la deuda. Es por ello, que los expertos sostienen que es urgente reorientar estas subvenciones podría liberar, como mínimo, medio billón de dólares anuales, una cantidad que se puede destinar a propósitos más productivos y sostenibles.
La publicaciuón explica con claridad que el aire, la tierra y los océanos limpios son fundamentales para la salud y la nutrición humanas y sustentan gran parte de la economía mundial. Sin embargo, sufren degradación, mala gestión y uso excesivo debido a las subvenciones de los gobiernos. El documento examina el impacto de las subvenciones en estos bienes naturales fundamentales. Las subvenciones explícitas e implícitas, estimadas en más de 7 billones de dólares al año, no sólo fomentan la ineficacia, sino que también causan muchos daños medioambientales.
La mala calidad del aire es responsable de aproximadamente 1 de cada 5 muertes en el mundo. Y como muestran los nuevos análisis de este informe, un número significativo de estas muertes puede atribuirse a las subvenciones a los combustibles fósiles. La agricultura es el mayor usuario de la tierra en todo el mundo, alimenta al planeta y da empleo a 1.000 millones de personas, incluido el 78% de los pobres del mundo. Pero está subvencionada de forma que fomenta la ineficacia, la desigualdad y la insostenibilidad. Se ha demostrado que las subvenciones provocan el deterioro de la calidad del agua y aumentan su escasez al incentivar la extracción excesiva. Además, son responsables del 14% de la deforestación anual, al incentivar la producción de cultivos que se realizan cerca de los bosques.
Cada año, el mundo destina enormes montos de dinero para subsidios a la agricultura, la pesca y los combustibles fósiles, a menudo ineficientes y perjudiciales para el medio ambiente. Los subsidios a los combustibles fósiles son solo una parte de la sobreabundancia de subvenciones en el mundo. Al agregar el gasto público directo en agricultura y pesca, se obtiene una cifra de USD 1,25 billones al año, aproximadamente el tamaño de una economía grande, como la de México. ¿mucho, verdad?
Evidentemente, las subvenciones son un problema para la lucha contra el cambio climático. La publicación expone que estas también están implicadas en la propagación de enfermedades zoonóticas y transmitidas por vectores, especialmente la malaria. Por último, los océanos sustentan la pesca mundial y suministran a unos 3.000 millones de personas casi el 20% de su ingesta de proteínas de origen animal. Sin embargo, se encuentran en un estado colectivo de crisis, con más del 34% de las pesquerías sobreexplotadas, exacerbado por los regímenes de libre acceso y las subvenciones que aumentan la capacidad
Pero eso no es todo. El informe del Banco Mundial explica que el verdadero costo de las prácticas nocivas relacionadas con los subsidios a la agricultura, la pesca y los combustibles fósiles no se mide por completo contabilizando simplemente los gastos directos. También se deben incluir los subsidios implícitos. Estos representan los efectos en las personas y en el planeta, como la contaminación, las emisiones de gases de efecto invernadero, la congestión vial y la destrucción de la naturaleza, que no son pagados por quienes los causan. O sea, constituyen un subsidio a los contaminadores.
El problema es más complejo aún: no se trata solo del dinero, poner fin a estos subsidios descomunales también sería bueno para las personas y el planeta. La quema de petróleo, gas y carbón causa 7 millones de muertes prematuras anuales en todo el mundo debido al aire tóxico que respiran las personas, una cifra impactante si se tiene en cuenta que es alrededor de la misma cantidad de personas que han muerto por la COVID-19 (6,9 millones, según la Organización Mundial de la Salud [OMS]). Por su parte, en el sector de la agricultura, los subsidios conducen al uso excesivo de fertilizantes que deterioran el suelo y el agua, y perjudican la salud de los seres humanos. Las subvenciones destinadas a productos como la soja, el aceite de palma y la carne de res provocan que los agricultores avancen sobre los límites de las zonas forestales, y son responsables del 14 % de la pérdida de bosques cada año. Aunque, en teoría, los subsidios tienen por objeto aumentar la productividad y respaldar los medios de subsistencia rurales, en la práctica suelen producir el efecto contrario. Al distorsionar las decisiones sobre los cultivos y los insumos, los subsidios reducen la eficiencia, en otras palabras, conducen a que más insumos produzcan menos alimentos. Y dado que las subvenciones agrícolas suelen estar vinculadas a la producción, benefician en su mayoría a los agricultores más ricos.
¿Qué pueden hacer los Gobiernos para evitar esto?
Para evitar estos problemas y minimizar el desperdicio de dinero y esfuerzos, es importante promover la transparencia, la rendición de cuentas y la evaluación rigurosa de las políticas y proyectos relacionados con el cambio climático. Además, se requiere una planificación cuidadosa, una coordinación efectiva entre los actores involucrados y una consideración holística de los impactos ambientales, sociales y económicos de las soluciones propuestas. Para evitar el desperdicio de esfuerzos y subsidios en la lucha contra el cambio climático, los estados pueden tomar varias medidas:
El informe concluye que lo más importante es que la reforma de los subsidios no puede hacerse a expensas de los pobres. Las transferencias monetarias y en especie pueden ayudar a los grupos vulnerables a amortiguar los impactos de las crisis. La reforma debe implementarse en etapas y evitar grandes perturbaciones de los precios como consecuencia de la eliminación excepcional de los subsidios. Esto permitiría a los hogares y las empresas adaptarse gradualmente. Otro paso importante es acreditar cómo se reinvierten los ingresos liberados para apoyar las prioridades de desarrollo, como la salud y la educación. Además, los expertos del Banco Mundial afirman que los Gobiernos también deben promover la aceptación pública a través de una comunicación transparente. Esto es especialmente necesario cuando existe un alto riesgo de que grupos de interés poderosos intenten desbaratar las reformas, que es casi siempre el caso. Con una sólida comprensión de los obstáculos, una mayor atención en la economía política y un plan bien concebido, es posible reorientar los subsidios y proporcionar más recursos a las personas para que tengan una vida mejor en un planeta más habitable .