Hoy, 24 de octubre, se conmemora el Día Internacional Contra el Cambio Climático. Una fecha que nos invita a reflexionar sobre las múltiples injusticias que se ponen en juego al momento de analizar la emergencia climática en la que estamos inmersos. Una media anual de 189 millones de personas se ve afectadas por los fenómenos meteorológicos extremos en los países en desarrollo desde 1991, el año en que se propuso por primera vez crear un mecanismo para responder a los costes de los efectos del cambio climático en los países de ingresos bajos.
Así lo advierte el informe, The Cost of Delay, elaborado por Loss and Damage Collaboration, un grupo de más de 100 investigadoras e investigadores, activistas y responsables de políticas procedentes de todo el planeta, entre los que se encuentra Oxfam Intermón. La investigación destaca cómo los países de ingreso alto han ido posponiendo repetidamente los esfuerzos para proporcionar a los países en desarrollo financiación específica para soportar los costes de una crisis climática de la que no son responsables.
La injusticia es evidente: quienes menos responsabilidad tienen respecto del cambio climático, más consecuencias sufren. Al respecto, el análisis muestra que, en la primera mitad de 2022, seis empresas de combustibles fósiles se embolsaron tanto dinero como para cubrir completamente el coste de los fenómenos meteorológicos extremos y acontecimientos relacionados con el cambio climático en los países en desarrollo, y todavía les quedarían casi 70.000 millones de dólares de beneficio.
El informe revela que las pérdidas económicas provocadas por el cambio climático que han sufrido 55 de los países más vulnerables durante los primeros veinte años de este siglo ascienden nada menos que a más de 500.000 millones de dólares, y entretanto los beneficios de los combustibles fósiles se han disparado, dejando que las comunidades de los lugares más pobres del mundo paguen la cuenta más cara.
Pero no se trata sólo de que el precio más alto lo pagan los países más pobres, sino que, además, lo estados más desarrollados, principales responsables de la crisis climática, son quienes obtienen mayor redito económico de esta situación. La investigación denuncia que con los mega beneficios del sector de los combustibles fósiles entre 2000 y 2019 se podría cubrir sesenta veces el coste de las pérdidas provocadas por el cambio climático en 55 de los países más vulnerables. Sobre este punto, los expertos profundizan y afirman que la financiación para las "Pérdidas y Daños" —expresión usada para referirse a los catastróficos efectos del cambio climático que no logra evitar la mitigación y adaptación— se plantea como la cuestión central de la COP27.
Otro dato central que se desprende de la publicación es que, desde 1991, el 79% de las muertes provocadas por los fenómenos meteorológicos extremos se han producido en los países en desarrollo, donde se encuentra igualmente el 97% del total de personas afectadas. El análisis muestra asimismo que el número de fenómenos meteorológicos extremos y acontecimientos relacionados con el clima se ha más que duplicado en este periodo, y el número de personas fallecidas asciende a 676.000. Las cifras lo muestran con claridad: todo el continente africano produce menos del 4% de las emisiones totales; el Banco Africano de Desarrollo informó recientemente que el continente estaba perdiendo entre 5 y 15% de crecimiento del PIB per cápita por efecto del cambio climático.
El año pasado, en la COP26, los países en desarrollo se unieron para reclamar la creación de un Servicio de Financiación de Pérdidas y Daños, para asegurar un enfoque integral a los efectos del cambio climático, pero los países desarrollados lo echaron por tierra, prefiriendo apostar por un diálogo de tres años —el Diálogo de Glasgow— sin exigencia de resultados. "Soy una de las pocas personas”, dice el profesor Saleemul Huq, director del International Centre for Climate Change and Development en Bangladesh, “que ha asistido a todas las COP que se han celebrado a lo largo de las tres últimas décadas, y he presenciado personalmente la resistencia de los países desarrollados a todos los intentos de los países vulnerables de debatir sobre las Pérdidas y Daños producidos por el cambio climático inducido por el ser humano. Si no se incluye en la agenda a partir de la COP27, el CMNUCC (Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el cambio climático) habrá incumplido sus responsabilidades".
La distancia entre lo que invierten los organismos internacionales y lo que realmente se necesita en los países damnificados por la emergencia climática es abismal. Por citar un ejemplo el informe se remite a las catastróficas inundaciones en Pakistán este año, las cuales han afectado directamente al menos a 33 millones de personas, y los costes se han estimado en más de 30.000 millones de dólares. Sin embargo, el Llamamiento Humanitario de las Naciones Unidas para esas inundaciones se fijó tan solo en 472,3 millones, de los cuales solo recibió financiación el 19%. La respuesta a las inundaciones ni se acerca a una cantidad que pudiera considerarse suficiente para ayudar a los millones de personas que han perdido sus medios de vida y sus hogares, que se enfrentan al hambre, las enfermedades y los efectos psicológicos. Pakistán tendrá que solicitar otro préstamo al FMI que le ayude a recuperarse de las inundaciones; en cambio, si los fondos vinieran de un Servicio de Financiación de Pérdidas y Daños, serían nuevos y se sumarían, llegando además en forma de subvenciones para asegurarse de que el país no tiene que asumir más deudas después de haber sufrido un desastre inducido por el cambio climático.
El documento concluye que cada décima de grado que se suma al calentamiento global significa que habrá más efectos climáticos, implicando pérdidas en los países en desarrollo que se han estimado entre 290.000 millones y 580.000 millones para 2030. Estas estimaciones no incluyen pérdidas y daños no económicos, como los impactos psicológicos y la pérdida de biodiversidad, que son muy graves, pero no se pueden trasladar adecuadamente a términos monetarios, es decir, que el coste real es mucho más elevado que lo que figura en los números. La urgente necesidad de financiar la repuesta a las pérdidas y daños es obvia: las políticas mundiales actuales, según las proyecciones, resultarían en un aumento de 2,7°C frente a la época preindustrial, y la brecha entre la cantidad de financiación que requieren los países en desarrollo para adaptarse y lo que se les está haciendo llegar no hace más que ensancharse.
En palabras de Lindsay Walsh, asesora de políticas en materia de clima de Oxfam y coautora del informe: "Es una injusticia que los países contaminadores, que son desproporcionadamente responsables del aumento de los efectos climáticos devastadores, sigan cosechando mega beneficios, mientras dejan que los países vulnerables al cambio climático paguen la cuenta de sus repercusiones, que destruyen las vidas, los hogares y los empleos de las personas”.