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El catedrático de Física y de Historia de la Ciencia en la Universidad de Harvard es una figura central del pensamiento del último tercio del siglo XX y del presente. Esta vez ha sido reconocido por revelar la dimensión cultural de la ciencia y la función emancipadora de la racionalidad científica.

Los Premios Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento reconocen e incentivan, desde su creación en 2008, contribuciones de singular impacto en la ciencia, el arte y las humanidades, en especial aquellas que amplían significativamente el ámbito de lo conocido, hacen emerger nuevos campos o son fruto de la interacción entre diversas áreas disciplinares.

Este año, en la categoría Humanidades, el galardón ha sido concedido al físico e historiador de la ciencia Gerald Holton “por sus numerosas y seminales contribuciones a la historia de la ciencia de los siglos XIX y XX, en las que ha mostrado una sensibilidad especial a los contextos culturales, filosóficos, sociológicos y de diferencias de género”, afirma el acta del jurado.  Además, Holton ha desarrollado “un argumentado análisis del complejo fenómeno de la anticiencia, y el papel de ésta en el totalitarismo”.

Holton es catedrático de Física y de Historia de la Ciencia de la Universidad de Harvard (EEUU), es una figura central del análisis de cómo la ciencia influye en el modelado de la cultura de la sociedad, y también de cómo, en una interacción continua, la matriz cultural de cada periodo histórico condiciona de manera íntima la práctica científica, al influir en la creación de teorías y modelos.

Como ha explicado el propio galardonado, en su trabajo ha pretendido mostrar “cómo la ciencia está entrelazada plenamente con su contexto, en vez de como si hubiera caído del cielo o emergido por sí misma”. Su estilo diferencial de hacer historia de la ciencia se caracteriza por poner el foco en la dimensión conceptual y cultural de la misma. “La ciencia”, ha escrito, “debería atesorar su historia, y el estudio de la historia debería atesorar la ciencia”.

La valiosa obra de Holton analiza y reivindica el papel de la ciencia como agente modelador de la cultura de cada época, pero sin deslizarse nunca hacia el cientificismo, la idea de que fuera del lenguaje científico, solo hay irracionalidad y sinsentido. Al contrario, Holton siempre ha defendido que existen muchos otros campos, como el arte y la literatura, fundamentales para dar forma y contenido a la cultura de una sociedad, pero considera que la ciencia es un elemento civilizador esencial porque contribuye no solo al crecimiento económico y al bienestar de una sociedad, sino –de manera más profunda– a la configuración de los modos de pensar, de tomar decisiones y de actuar en cada periodo, tanto en el plano individual como colectivo.

La ciencia –recuerda el premiado– tiene como pilares la veracidad, la objetividad y la generación de un conocimiento que no es inmutable sino que está permanentemente sometido al escrutinio de otros, y por tanto es siempre revisable ante la aparición de nueva evidencia o modelos conceptuales más elegantes y generales. Por eso, además de salud, crecimiento económico y eficacia tecnológica, la ciencia aporta racionalidad y por tanto fortalece la capacidad de una sociedad para resolver sus problemas. Pero, a su vez, su obra ha demostrado cómo la propia ciencia no se desarrolla de manera encapsulada, aislada del tejido cultural -no solo socioeconómico- en el que crece en extensión y en profundidad. En palabras del propio Holton, “la ciencia forma parte de un tapiz, está entretejida dentro de una cultura”.

El investigador de la Universidad de Harvard también es uno de los autores que más ha iluminado analíticamente, al tiempo que alertado de los riesgos que conlleva el fenómeno de la “anticiencia”, cuya expresión más observable es el surgimiento de verdaderos movimientos sociales “anticientíficos”. En varios de sus trabajos, ha insistido que aunque la ciencia esté avanzando en los centros de investigación y, en la sociedad, a través de la tecnología, ello no garantiza que la cultura general de la sociedad se desarrolle en la misma dirección. Como reflejó de manera brutal el caso de la Alemania nazi, al mismo tiempo que la ciencia se desarrolla, pueden aparecer valores y corrientes doctrinales contrarias a la racionalidad científica, en particular a la veracidad y a la objetividad, exaltando las emociones y los impulsos desvinculados o incluso contrarios a ideas susceptible de escrutinio formal y empírico.

La última etapa de su carrera no es menos fructífera. En los años 90 Holton advirtió la escasa presencia de mujeres en la mayoría de áreas de la ciencia, y junto al sociólogo de la ciencia Gerhard Sonnert dio comienzo a un proyecto de investigación llamado Project Access y plasmado en dos publicaciones: Who Succeeds in Science?: The Gender Dimension (1995), y Gender Differences in Science Careers: The Project Access Study (1995).

Otro tema en que Holton ha llevado a cabo una investigación pionera es cómo los inmigrantes pueden transformar la sociedad. Junto con Sonnert, Holton emprende un exhaustivo estudio de las trayectorias de vida de niños que llegaron a Estados Unidos escapando de los nazis. Ambos investigadores se declaran sorprendidos por la conclusión a la que llegan: pese a los terribles obstáculos que estos niños tuvieron que superar, [como media] acabaron teniendo mucho éxito profesional.

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