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Lo primero es plantearse por qué y para qué hacer un plan de RSE. Cuando esas cuestiones se hayan contestado, hay que pensar en un triple balance: económico, social y ambiental. Después, hay que buscar un propósito y, en torno a él, diseñar el plan estratégico de responsabilidad social.

“Si con la incorporación de la RSE se quieren alcanzar mejoras diferenciales con respecto a la competencia (que generalmente también serán pymes), la solución no será incorporar estrategias diseñadas para la gran empresa, sino adaptar los modelos generales de RSE al caso particular de la pequeña o mediana empresa, en función de sus necesidades, su mercado y su entorno de actuación. Es preciso considerar que existen innumerables tipos de pymes y, por lo tanto, deberá haber muchas, y diversas, formas de implantar la RSE en su gestión”. Esta es una de las primeras recomendaciones que hace Forética en una guía que define las reglas de oro de la RSE de la Pyme.

Este primer plan ha de empezar por un autodiagnóstico para valorar cual es el punto real de partida en el camino hacia la sostenibilidad. “Este autodiagnóstico de permite revisar el grado de sostenibilidad de los valores y políticas de la empresa, identificar a sus grupos de interés más relevantes, analizar los principales impactos (positivos o negativos) de su actividad en la sociedad y establecer responsabilidades para abordar estos impactos de forma coherente con lo que los grupos de interés esperan de la empresa” dice la guía.

Después, hay que plantearse las motivaciones. “Debemos hablar de competitividad, basada en la confianza que genera en sus grupos de interés”, dice Forética. Y añade que la credibilidad de una pyme está muy ligada a la credibilidad de sus propietarios y gestores, “y esto es algo absolutamente diferencial con la gran empresa”. Es esa credibilidad, que resulta del buen hacer personal de sus máximos responsables, la que garantiza la diferenciación competitiva, la demanda por parte de los clientes y consumidores, la estabilidad, la atracción del talento e incluso reconocimientos públicos como empresa ejemplar.

Luego es necesario tener claros los valores y los principios éticos, un código de conducta., que no es otra cosa que una “declaración formal de los valores, principios y prácticas de negocio de la empresa, que tiene como objetivo servir de expresión del compromiso hacia una conducta empresarial determinada”.

El siguiente paso es el diálogo con los grupos de interés, recordando que los empleados son el motos que impulsa el negocio y por ello “sus expectativas, necesidades, críticas y recomendaciones deben ser oídas”, subraya la guía. También hay que oír a proveedores, comeptidores, clientes, todo lo que digan es una inestimable fuente de información.

También hace falta el compromiso y liderazgo del máximo responsable, que debe dar un simbólico paso al frente, manifieste públicamente el compromiso de la empresa con el desarrollo sostenible y asuma con ello la exposición de la empresa – y de su propia persona – al escrutinio y valoración por parte de sus grupos de interés. Lo importante es que la empresa, a través de su principal portavoz, deje claro ante sus interlocutores ese firme compromiso por la sostenibilidad. Esto supondrá la base del desarrollo de un sistema de RSE que la hará más competitiva y mejor ciudadana.

A continuación, viene la estrategia. el desarrollo de la RSE se realiza diseñando una estrategia de mejora responsable del desempeño de la empresa, respondiendo a las expectativas de los grupos de interés de forma ponderada, reflexiva, racional, y atendiendo al contexto de la empresa, de sus propias necesidades y aspiraciones, de sus capacidades y también de sus limitaciones. A través de ella, la empresa formalizará los objetivos que se quieren conseguir, la forma en que prevé conseguirlos, los plazos que se marca y los recursos que pondrá en juego para ello. En Forética creen que “es muy importante establecer prioridades en este camino, ya que el entorno operativo y los recursos no serán ilimitados; especialmente en el caso de la pyme. Será mucho más inteligente establecer al principio metas prudentes”. Y después, la hoja de ruta, para la que es importante apoyarse en sistemas de gestión ya implantados y que coincidan con este nuevo objetivo.

El octavo paso es pedir la colaboración de todas las personas que integran la empresa y formarlos para que sepan las razones por las cuales se establece este plan de RSE. El siguiente es demostrar la responsabilidad. Conscientes de la importancia que tiene para estas organizaciones poder disponer de herramientas que permitan sistematizar la integración de dichos aspectos, Forética publicó en el año 2000 la norma SGE 21, primer estándar para la implantación y certificación de un sistema de gestión de la RSE. Durante la primera década del siglo XXI no se desarrollaron otras normas que permitieran gestionar de manera integral la RSE de las organizaciones.

Por último, el décimo escalón es la integración. Hay dos formas de integrar los valores y buenas prácticas en materia de RSE: la vertical, compartiendo la visión responsable entre clientes y proveedores, a lo largo de toda la cadena de valor; y horizontal, compartiendo experiencias, necesidades y modelos de gestión con empresas similares, bien dentro del mismo sector o empresas de características similares en otros sectores.

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