Las grandes urbes están en primera línea ante los crecientes riesgos físicos asociados al cambio climático. Estas albergan a más de la mitad de los habitantes del mundo, y se prevé que en 2050 esa cifra aumente hasta el 68% lo cual, inevitablemente, impactará en los volúmenes de contaminación atmosférica. Además, las infraestructuras urbanas modernas y sus sistemas de funcionamiento están estrechamente conectados, de este modo, un fallo en una parte de la red puede afectar a otra multiplicando los daños. La Consultora McKinsey ha publicado un informe, redactado conjuntamente con C40 Cities Climate Leadership, que Identifica una lista de acciones de alto potencial que pueden funcionar para la adaptación y supervivencia de las ciudades ante el inminente cambio climático.