Publicado el
El fin del virus woke emperarial en un solo clic: las compañías defienden hoy justo lo contrario de lo que defendían ayer y se declaran anti-woke

La nueva afloración en nuestros días de numerosos casos de corrupción, fraude, engaño y, en general, de una falta de ética denunciados en la conducta de muchos de los gestores de empresa -Amazon, Nestlé, Telefónica, Disney y un largo etcétera- con el propósito de manipular el mercado en beneficio propio, lleva a pensar fundadamente que, en la organización empresarial, se ha vuelto al que se dijo que ya era un modelo superado de production for profit, es decir, a una producción motivada exclusivamente por los beneficios sin repararse en la forma justa o no tanto en la que estos se obtienen.

Aunque de muy antiguo viene ya la relación establecida entre la moral y la vida económica, concretamente tenemos una primera noticia de este estrecho y remoto vínculo tanto en el Código mesopotámico de Hammurabi como en nuestro Decálogo. Y no podía ser de otro modo toda vez que, siendo el hombre el autor a la vez que el destinatario de las relaciones lucrativas, la reflexión moral deviene inescindible de la actividad económico – empresarial por más que hoy todavía algunos quieren entender lo contrario negando una evidencia tan clara, por otra parte, al alcance de cualquiera. Otra cosa distinta es la naturaleza de esta ética aplicada que se viene practicando ampliamente en la empresa, porque evidentemente no todas las éticas tienen el mismo valor ni ofrecen una idéntica respuesta a la cuestión moral más básica: ¿qué es lo bueno y qué lo malo en relación con la naturaleza, racionalidad y dignidad humana?

Para que la ética económica no se convierta en objeto de instrumentalización y se utilice como un adorno estético o una ética acomodaticia sujeta a las modas pasajeras, las ideologías, la rentabilidad, o las sensibilidades mudables de la sociedad hace falta que, en feliz expresión de Benedicto XVI, esta ética sea realmente “amiga de la persona”. Pero en el mundo de los negocios y particularmente del compromiso e impacto social corporativo no parece que se haya dado semejante relación amical antes, por el contrario, se constata la actuación de una ética utilitarista de origen anglosajón. Así, en el management el superior valor de la moral antes que absoluto es relativo lo que, entre otras cosas, hace de la business ethics una inversión redituable: soy ético no porque deba serlo incondicionalmente, sino en la medida en la que ello me pueda garantizar unos mayores beneficios, dejando de serlo en el mismo momento en el que estos desaparezcan o se reduzcan lo más mínimo. En la dimensión moral de la vida empresarial podría decirse que se actualiza la genial frase atribuida al inimitable cómico Groucho Marx, “estos son mis principios, y si no le gustan, tengo otros”.  

Durante mucho tiempo desde las grandes multinacionales hasta las pequeñas empresas locales compitieron a porfía para hacerse con el título de la compañía más woke y/o más LGTBI+ del año. Disney, Nike, Coca-Cola, Google, NBC, Amazón y así ad nauseam, se convirtieron con la fe integrista del neoconverso, viendo la oportunidad de hacer negocio fácil y rápido, a la religión woke. Lo cual las llevó a hacerse activistas del apocalipsis climático, de la sostenibilidad, del veganismo, del homosexualismo, del feminismo radical, del ecologismo, etc. Pero no por una firme convicción moral, diríamos de una verdadera fe en la bonhomía de estos mantras del progresismo para llevar a cabo un necesario cambio social, sino para aprovechar económicamente una coyuntura ideológica llovida del cielo y así poder hacer una buena caja, siendo además políticamente correctos: “bene curris sed extra vium”. Se torció el brazo, pues, a la RSC, para convertirla en un vehículo empresarial para el agitprop y el adoctrinamiento tanto interna como externamente.

Pero el 20 de enero de 2025, el magnate Ronald John Trump se convertía en el 47º presidente de los Estados Unidos de Norteamérica. A partir de ese mismo momento muchos aspectos de vida de ese gran país han experimentado un cambio radical, entre ellos la moral pública ha dado un sorprendente vuelco, revirtiéndose todas las políticas sociales de la anterior Administración demócrata. Así, el nuevo presidente republicano ha cerrado de una el grifo de las cuantiosas subvenciones públicas al progresismo transgénero, woke y LGTBI+. Y, como por ensalmo, al grito de “go woke, go broke”, la etiqueta woke ha desaparecido por completo de las compañías, pues han comprobado que hacer gala de ella ahora lastra sus cuentas de resultados. ¿Cuál era, pues, el compromiso real de todas estas marcas con dichas causas progresistas que transmitían socialmente con verdadero entusiasmo en sus campañas comerciales?, ¿meramente crematístico?

Se ha demostrado palmariamente que aquella supuesta adhesión ideológica y moral en la empresa, haciendo suyos todos los mantras de la izquierda, no fue más que un fingimiento, lo que se ha dado en llamar el woke - washing. Una habilidosa apropiación de la bandera de la defensa de supuestas injusticias sociales que se ha mantenido en el tiempo hasta que ha dejado de ser rentable, pues ahora públicamente el discurso moral es otro bien distinto: hoy se habla de la defensa de la vida del no nacido y del ser humano hombre y mujer, y no del sexo fluido, del Orgullo, de una multitud de géneros o de la agenda 2030.

Firmas como Toyota, Harley Davidson, JP Morgan, Bud Light, Ford, Brown Forman, Disney, y muchísimas otras ya han plegado velas a toda velocidad viendo como sus cuentas de resultados se reducían si seguían adelante con la cruzada progresista. Y una tras otra se han puesto a producir y a vender, dejando de adoctrinar.

Hemos asistido, pues, al que probablemente haya sido el capítulo más negro, a la vez que muy revelador, de toda la historia de la ética empresarial: la inadmisible monetización de sus fines.           

Artículos relacionados: 

- Reinventar la ética, Juan Benavides Delgado 

- Ética, política y derecho, Pablo Álvarez de Linera Granda 

- La trascendencia de lo cotidiano: reflexiones sobre filosofía, liderazgo y espiritualidad, Diana Loyola Chávez

- Una nueva nobleza para el siglo XXI, José Antonio Vega Vidal

- La investigación universitaria en comunicación y el conocimiento, Juan Benavides Delgado

-El método socrático en el siglo XXI, José Manuel Vázquez Díez

-El pensamiento crítico como clave para la renovación ética e institucional, Javier Barraca

-Cuán malvada es la marea, Jose Antonio Vega Vidal

-La ética no es ideología sino otra cosa muy diferente, Juan Benavides Delgado 

- Normas Jurídicas con Contenido Ético y Técnico: Valores, Consenso y su Papel en la Sociedad, Pablo Álvarez de Linera Granda 

- El impacto ético de la inteligencia artificial en las decisiones corporativas, Jesús Vicente Flor Rodríguez 

- El método socrático en el siglo XXI –II, José Manuel Vázquez Díez 

- Ethos y Logos: Esencia de lo Humano y Base de la Moral, José Luis Fernández Fernández 

- A propósito de los sesgos y del eclectismo, Inés Gomis

  

En este artículo se habla de:
Opinión

¡Comparte este contenido en redes!

Este sitio utiliza cookies de terceros para medir y mejorar su experiencia.
Tu decides si las aceptas o rechazas:
Más información sobre Cookies