Esto, sin duda, es una buena noticia para toda la sociedad en su conjunto. Y es que sabemos que somos mejores cuando tomamos conciencia de cuán diversas somos las personas, visibilizamos esta diferencia y le damos el valor que tiene, sabiendo que, lejos de ser una amenaza, es una oportunidad.
En este sentido, Fundación Randstad nació en 2004 con la clara misión de lograr la verdadera igualdad de oportunidades laborales de las personas con discapacidad a través de tres ejes: la sensibilización, la capacitación y la transición al empleo. Y en ello nos hemos volcado durante todo este tiempo. Sin embargo, somos conscientes de que no podemos hacerlo solos.
Por este motivo, a lo largo de nuestra historia hemos tejido una red de colaboradores con la que trabajamos codo con codo cada día y con un objetivo claro y común: conseguir que las personas con discapacidad puedan acceder a las oportunidades laborales que deseen y hacerlo en igualdad.
En la actualidad, esta red, que en la Fundación llamamos ecosistema social de innovación, está formada por 2.094 empresas que integran, 216 empresas que soportan la fundación, 200 entidades sociales y 1.033 personas voluntarias. Gracias a todos ellos, solo en 2023 atendimos a 5.214 personas y 3.730 recibieron formación. Pero, si echamos la vista atrás, las cifras alcanzan las más de 49.000 personas atendidas y más de 19.300 formadas en nuestros 20 años de historia, con lo que ello implica no sólo para el propio usuario, sino también para su entorno.
Estos datos hablan por sí solos y sirven como ejemplo de todo lo que se puede lograr si todos los agentes sociales, públicos y privados, trabajamos de manera colaborativa avanzando hacia un mismo objetivo: conseguir la plena inclusión de las personas con discapacidad en las empresas y su normalización en la sociedad.
No obstante, la experiencia nos dice que no basta con aunar esfuerzos, sino que es necesario que estos esfuerzos tengan una dirección, metodología y análisis para poder avanzar y transformar las cosas. Se necesita aunar esfuerzos, valentía y coraje para abordar retos complejos con la capacidad de acción de cada uno, desde la posición que tengamos, pero aprovechando cada oportunidad para cambiar las percepciones, eliminar sesgos y dar oportunidades a quien no se les ha dado. Pasar de las palabras a la acción, del decir que se va hacer a hacer.
Esto, en nuestro ámbito, se traduce en que todos los implicados debemos compartir el objetivo de hacer de la inclusión laboral de las personas con discapacidad una realidad, pero hacerlo compartiendo el significado de la palabra ‘inclusión’. En este sentido, administraciones, entidades y empresas, todos, deben tener el mismo concepto de lo que la inclusión real debe implicar para a partir de ahí, trazar las líneas que guíen cada una de las acciones que se pongan en marcha para lograr el objetivo final.