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Puede que no imprimas nada desde hace tiempo y creas que con ello contribuyes a un planeta mejor. Sin embargo, podrías tener la bandeja de correo a rebosar de mensajes sin leer, tu galería de fotos en la nube plagada de versiones infinitas de la misma imagen, o la papelera de reciclaje del PC que se sale por los bordes. Si es así, por raro que parezca, participas activamente del cambio climático.
Digitalmente responsables: cómo ser sostenibles en el mundo virtual

Lo digital contamina más de lo que creemos. Según McKinsey y otros expertos, un 4% de las emisiones de gases de efecto invernadero provienen del mundo digital, cifra que se eleva al 20% si consideramos toda la cadena de valor de la industria tecnológica. Al menos eso nos cuenta Mike Berners-Lee, físico investigador del impacto de Internet en el medioambiente en la Universidad de Lancaster (Reino Unido) y hermano de Tim, padre de la Red. Por si con los porcentajes no logras hacerte una idea, añado el dato del informe de Mozilla Internet Health Report: Internet será el cuarto “país” más contaminante del mundo, (detrás de Estados Unidos, China e India).

Por otro lado, la Inteligencia Artificial, que aspira a resolver problemas de sostenibilidad, también tiene un impacto negativo. Entrenar a ChatGPT-3 emitió 552 toneladas de CO2 y consumió 1287 MWh de energía, equivalente al consumo medio de un hogar estadounidense durante 108 años.

¿Cómo puede ser? ¿No era la digitalización la varita mágica para la sostenibilidad? Sí, eso no ha cambiado. Por favor, no procedas a imprimir este artículo para leerlo en el metro, ni siquiera en blanco y negro. Lo digital interviene en la eficiencia de los procesos, lo que reduce el consumo de energía y eso es fundamental para evitar los gases nocivos. Sin embargo, utilizamos regular la tecnología, en parte porque creemos que los ceros y unos no ocupan lugar y son como el agua, que no mancha.

¿Podemos hacer algo, como individuos, para revertir este aparente caos de contenido digital y conseguir beneficios para la salud del planeta y ya de paso para nosotros mismos?

Absolutamente sí, se puede. Necesitamos, primero de todo, tomar conciencia de la situación. En segundo lugar, es imprescindible la voluntad de querer mejorar las cosas. Y, por último, es necesario diseñar una estrategia enfocada a minimizar el impacto de las emisiones de la digitalización. Sí, las estrategias también son para las personas.

Veamos algunas medidas fáciles a nuestro alcance:

  1. Limitar el tiempo que pasamos mirando redes y otras aplicaciones en el móvil. Hay 48 millones de móviles en España con conexión a Internet con un uso de casi tres horas diarias de media. Si redujéramos sólo una hora por día cada uno, ahorraríamos 1,440 millones de horas de uso por mes, o lo que es lo mismo, 60 millones de días. De esta forma, además, ganaríamos tiempo para otras actividades más placenteras y revitalizantes que hacer scroll de forma infinita.
  2. Descargar el contenido en lugar de verlo en streaming. Según el informe Lean ICT- Towards digital sobriety de The Shift Project, ver un vídeo en la nube durante 10 minutos consume la misma electricidad que lo que gasta el propio smartphone en 10 días o lo que se necesita para escribir y enviar emails sin parar durante 5 horas. Como beneficio añadido, te evitas los molestos break ups de la emisión causados por una deficiente conexión a Internet.
  3. Reducir al máximo el envío y la recepción de emails o mensajes con archivos adjuntos, mejor incluir un enlace para verlos en la nube. Hay un botón muy útil en Gmail que nos ayuda a eliminar suscripciones a newsletters. ¿Te imaginas una bandeja de entrada saneada, con sólo los mensajes que te importan y que vas de verdad a leer y responder?
  4. Limpiar nuestras bandejas de correo electrónico, los millones de fotos que hicimos en vacaciones para captar los cambios de luz de un segundo al siguiente, los archivos de trabajo del año 2010 que nunca volveremos a mirar.
  5. Apagar y desenchufar los dispositivos electrónicos, especialmente móviles, ordenadores, tablets y cargadores, mientras no se necesitan. Con ello podemos ahorrar entre 7 y 11% de electricidad al año.
  6. Pensarlo dos veces antes de abrir una nueva ventana en el navegador o una nueva aplicación en el móvil, como cuando vamos de compras. ¿Necesitamos de verdad esa nueva prenda en el armario? Pues algo parecido sucede con los elementos digitales: lo más sostenible es no consumirlos.
  7. Adoptar la mentalidad de impacto en nuestro consumo digital. Tengamos muy presente que el uso de las tecnologías va a incidir de forma negativa en el medio ambiente, al igual que cuando vamos al súper y se nos olvida la bolsa de tela, vayamos a Internet con la prudencia de saber que es mejor llevarnos sólo lo que nos quepa en las manos.
  8. Evangelizar a nuestro alrededor para que otros imiten nuestro comportamiento digital sostenible. Una vez que hayamos integrado estos hábitos digitalmente responsables en nuestras vidas, contémoslo al mundo, seamos pesados, traigamos a mas gente al redil del buen consumo digital.

Todos estos pequeños gestos son en realidad enormes si pensamos en los resultados a corto, medio y largo plazo. No solo vamos a conseguir reducir la huella de carbono de nuestra actividad digital, sino que vamos a disfrutar de una vida más rica, real y libre, menos dependiente de artilugios externos y escenarios virtuales, más conectada con lo analógico, el mundo físico, las personas de carne y hueso y, por supuesto, con nosotros mismos.

 

Begoña Aráez Noguera, miembro de La Asociación Española de Ejecutivas y consejeras- EJE&CON

 

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